Según datos del INEC a noviembre, la informalidad en el país se ubicó en 53,5%. La Agencia de Coordinación Distrital de Comercio (ACDC) de Quito señala que existen al menos 17.000 comerciantes informales en la ciudad y de acuerdo con la encuesta de Empleo, Desempleo y Subempleo, la tasa de desocupación en la capital es de 9,4% al tercer trimestre de 2024. Esto significa que gran parte de esta población tiene que buscarse la vida por fuera de trabajos estandarizados y, por lo general, mal pagados. Precisamente, la época navideña es una oportunidad para estas personas para sumar ingresos, que ya de por sí son difíciles de lograr.
Desempleo, mercado laboral inestable, necesidades económicas, coste de vida inalcanzable y una canasta básica que no va acorde al salario básico. Al mezclar estos elementos, uno de los resultados son los casi 17.000 comerciantes informales o autónomos que existen en Quito y que día tras día se buscan la vida en la capital ecuatoriana.
Según la Encuesta Nacional de Empleo, Desempleo y Subempleo (ENEMDU) publicada por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), al tercer trimestre del 2024, en Quito, la tasa de desempleo se incrementó en un 1% en comparación con el mismo periodo de 2023, llegando a 9,4%. Esto se traduce en que una parte de la población se ve obligada a recurrir a distintos tipos de actividades económicas para subsanar sus cuentas, uno de ellos es el comercio informal o autónomo.
Tasa de desempleo en el DMQ, tercer trimestre, 2021-2024. Gráfico: Gabriel González, vía Infogram.
La ACDC es “la entidad encargada de ejecutar las políticas públicas que suceden en el espacio público del DMQ”, afirma Ana Pumalpa, jefa de Operaciones de la Dirección de Comercio Autónomo de la ACDC. En otras palabras, la agencia busca regularizar el comercio y movimiento económico informal en la capital. Pumalpa describe al comerciante autónomo como alguien que “se dedica a vender de manera directa en el espacio público para beneficio propio”.
Uno de los mayores retos que enfrenta la agencia es la ausencia de“ estimaciones reales del comercio informal”. Pablo Astudillo, economista del Data Hub de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), explica que “es imposible cuantificar verdaderamente cuánto dinero mueve esta actividad económica”. Gran parte de la economía local se mueve en efectivo, “por fuera del fisco, eso es un problema”.
Por su parte, David Mogollón, director de Centros Comerciales Populares de la ACDC, destaca que uno de los mayores problemas que genera el comercio informal es “el caos generalizado, la gente deja de acercarse a los mercados o centros comerciales populares porque logran satisfacer sus necesidades al caminar en la calle” y uno de los principios por los que se rige la ACDC es “el derecho a libre circulación, que muchas veces se ve vulnerado por los comerciantes irregularizados”, agrega Pumalpa.
LA VIDA -Y LAS DEUDAS- NO PARAN
Según el informe Quito Como Vamos 2024, la tasa de pobreza en el Distrito Metropolitano de Quito (DMQ) fue de 11,8% en 2023 y la pobreza extrema de 4,3% en el mismo año. Dentro del informe, se define la pobreza como “la falta de los ingresos suficientes en una familia para poder obtener lo mínimo indispensable para vivir dignamente. Si una familia es pobre o pobre extrema, su limitación a acceder a educación, salud de calidad, a servicios básicos, e inclusive a una movilidad segura, es mucho más profunda, y pone en riesgo su desarrollo presente y futuro”.
Tasas de pobreza y pobreza extrema en el DMQ post-pandemia. Gráfico: Gabriel González, vía Infogram.
Pumalpa describe al comercio informal como una actividad de “supervivencia antes que de subsistencia”. A pesar de que la ACDC solo considera como comerciantes informales a aquellos que ocupan la calzada pública, la realidad es que la gente ha encontrado otras formas de sobrevivir ante la agravada crisis por la que atraviesa el país, profundizada por los apagones.
Por ejemplo, en los mercados de pulgas la gente ha encontrado una forma factible de enfrentarse a la falta de ingresos. Esto se aprecia en la Feria de Pulgas del Inca, donde, según Estefanía Naranjo, miembro de la organización, el “60% de los 150 emprendedores que trabajan aquí generan su ingreso mensual a partir de la venta de ropa de primera y segunda mano”.
Los mercados de pulgas se volvieron una forma de generar ingresos para algunas de las 297.826 personas desempleadas del DMQ. Fotografía: Gabriel González.
Otra forma de generar ingresos bajo la informalidad son los aplicativos móviles como Uber o Didi. Es común que la principal causa para recurrir a estos servicios sea la falta de empleo o despidos laborales. Es el caso de José (nombre protegido) quien empezó a ser conductor de Uber en 2021 tras perder su empleo. A pesar de haber buscado nuevas oportunidades laborales y estar calificado, no ha logrado conseguir un trabajo:
- ¿Por qué empezó a hacer Uber maestro?
- La situación es complicada, me quedé sin trabajo hace ya un tiempo y no he logrado conseguir uno nuevo.
- Entiendo… ¿Este trabajo le permite pagar las cuentas?
- Depende mucho del día y de la semana, joven. Pero aún así, sin trabajo, la vida -y las deudas- no paran, de una u otra forma tengo que darme formas de cubrir esos gastos.
José pidió mantener el anonimato, pues considera que hay un riesgo inminente a su bienestar al realizar este servicio. Riesgo creado por la falta de regularización de estos aplicativos en el país.
SIN CATEGORÍA
Bajo la definición de comerciante autónomo que tiene la ACDC, los vendedores de semáforos no son tomados en cuenta pues “ponen en riesgo su vida y comprometen el flujo vial de la ciudad”. Lo mismo sucede con comerciantes que realizan negocios mediante plataformas web, como Mercado Libre. Quienes trabajan en aplicativos móviles de movilización como Uber, Didi o InDriver tampoco son considerados comerciantes informales. “No es lo mismo un comerciante autónomo que no culminó sus estudios que alguien que, por cierto motivo, perdió su trabajo pero tenía el capital y el conocimiento para buscar otras formas de comercio”, detalla Pumalpa, a pesar de que estas actividades tampoco son regularizadas por ninguna entidad.
MUJERES E INFORMALIDAD
Las mismas estadísticas de la ENEMDU evidencian que en Quito un 51,7% de la población desempleada son mujeres. La tasa de desempleo en este género es del 8,7% en el DMQ.
Comparación de desempleo por género en el DMQ, 2024. Gráfico: Gabriel González, vía Infogram
La ACDC tiene un informe, de 2022, donde estiman que de los 17.000 comerciantes autónomos “un gran porcentaje son mujeres, pero no sabemos con exactitud cuántas”, asegura Pumalpa. Hasta el momento de redacción de este artículo, la ACDC no respondió al pedido de información con los resultados del informe. Ante esta situación de desempleo en mujeres, el comercio informal es una solución compleja pero viable.
María Isabel Gómez o doña Isa, como prefiere que le llamen, es una vendedora callejera. Frente a la entrada principal de la Universidad San Francisco de Quito, sobre la calle Diego de Robles, tiene su puesto. Un pequeño carrito rojo con sombrilla y una silla de plástico. “Este ha sido mi trabajo los últimos 28 años”. Anualmente tiene que pagar 20% al Municipio para contar con los permisos de operación. Y aunque su caso es parcialmente formal por contar con los permisos respectivos, sigue estando en la categoría de empleo inadecuado.
“Este puestito es mi sustento y el de mi hijo que está en una silla de ruedas”. Con su trabajo paga las cuentas de la casa, mantiene a su familia, abastece su kiosco y compra las medicinas de su hijo. “Con este negocio no tengo ganancias, pero me sirve para sobrevivir día a día”. Doña Isa tiene 67 años, nunca terminó los estudios, tan solo llegó a tercer grado:
“Usted sabe cómo eran en esa época los papás, no entendían la importancia de la educación para el futuro de sus hijos. Mi padre siempre me decía: ‘Con que sepas leer, escribir y firmar estás bien, no necesitas más’”.
Se ha dedicado a trabajar toda la vida, aunque siempre subempleada, pues sin siquiera terminar la educación primaria era difícil conseguir un empleo “más formal”.
“Me dediqué a vender productos Yanbal, vender ropa, de vez en cuando vender comida en mi barrio o ser ama de casa. Siempre fue como una ayuda adicional, no como una forma de poder ahorrar. Necesito pagar los servicios básicos antes que nada”.
Doña Isa ya tiene edad suficiente para jubilarse, aunque este escenario ni siquiera es una opción:
“Nunca me afilié al seguro (IESS), ahora ya es muy tarde para hacerlo. Encima, yo soy el sustento de mi hijo, trabajaré hasta que Dios me lo permita”.
Doña Isa en su quiosco de confiterías. Foto: Gabriel González.
En una esquina del sector Río Coca, hay un pequeño puesto de comida callejera. Desde hace siete años y medio, Liliana Abreu -aunque prefiere que le digan Lili- cumple los antojos de la gente del sector con un pequeño carrito donde su especialidad son las salchipapas:
“Mi hijo y yo llegamos, de forma regularizada, al Ecuador hace ocho años. Me vi en la obligación de abrir este puesto por la falta de oportunidades laborales. Yo soy profesional, estudié Ingeniería Química”.
Como en tantos otros casos, el comercio informal es la respuesta a un estado de desesperación generado por el desempleo en el país:
“Me abrí el puesto porque de algo hay que vivir. Pero en ningún momento he dejado de buscar trabajo en mi área de experticia. A lo mejor la edad es un factor que influye mucho y por eso no he encontrado trabajo”.
Adaptarse a una nueva realidad, producto de una migración forzada, es una realidad que a Lili todavía le golpea:
“Creo que lo más duro de trabajar en la calle es justamente eso: trabajar en la calle. Aún más siendo profesional y siendo consciente de las habilidades y experiencia que tengo. A eso se le suman otros factores. Trabajo de lunes a lunes sin importar nada: clima, estado de salud, apagones o inseguridad... Me han robado dos veces en este puesto y se me han echado a perder los productos otras tantas veces por las lluvias. Pero lo importante es mantener la actitud y seguir emprendiendo”.
Lili se acomodó a una demandante realidad buscando sobrevivir.
“Al día gano alrededor de USD 10-15, también hay días donde apenas vendo USD 5 o días donde de plano no vendo nada, pero igual hay que estar ahí. Yo estoy aquí desde las 17:00 hasta las 22:00”.
Al igual que Doña Isa, Lili cuenta con la patente municipal y llegó al comercio informal como último recurso. Así como los cerca de 17.000 comerciantes informales de la ciudad, Lili también vive del día a día sin oportunidades reales de ahorro y mucho menos de descanso.
Lili en su puesto de comida rápida. Ella es una de las 443 mil migrantes venezolanos, según la Plataforma de Coordinación para Refugiados y Migrantes de Venezuela de la Organización de las Naciones Unidas. Fotografía: Gabriel González.
EL TORTUOSO CAMINO DE LA REGULARIZACIÓN
El común denominador de las transacciones económicas de los comerciantes informales es que los pagos se realizan en efectivo o por transferencias directas. De esta forma, el fisco no percibe ningún ingreso. “Verdaderamente, no hay datos para saber el tamaño de la economía informal”, comenta Pablo Astudillo, del Data Hub de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ). Al no saber cuánto dinero mueve el comercio informal, es difícil conocer “cuánto dinero está perdiendo el Municipio o el SRI” sin cobrar impuestos. Para Astudillo, la pregunta más importante es: “¿Por qué ninguna de las dos entidades ha entrado con más fuerza a regularizar estas actividades?”.
Para la ACDC, “levantar datos económicos es complejo, nuestra forma de estimar es a través de los 12.000 comerciantes regularizados del DMQ”. Pumalpa afirma que los únicos ingresos que el Municipio recibe con esta regularización es a través de “las regalías, la patente municipal y el Régimen Simplificado para Emprendedores y Negocios (RIMPE)”.
Los costos que tienen los comerciantes autónomos regularizados son “de alrededor de $80-$100 anuales”, dice Pumalpa. Tomando en cuenta que existen 12.000 comerciantes regularizados, el Municipio de Quito podría recibir entre USD 960. 000 y USD 1 '200.000 anuales. “Nosotros no tenemos esos datos, eso lo maneja la agencia financiera del Municipio”, agrega. Hay una evidente falta de cruce de datos entre las entidades municipales.
Para la ACDC, levantar datos tiene su complejidad en la fluctuación constante de los comerciantes informales. “Es el último recurso para los comerciantes. No existe estabilidad, hay muchos factores que tomar en cuenta”, como las condiciones migratorias de los comerciales o una indisposición para dar información por parte de algunos.
Por ejemplo, en lugares como el Comité del Pueblo o La Marín, existen pseudo-organizaciones que se rehúsan a proveer de información al Municipio.
Desde la agencia creen que esto se debe a que al ser un trabajo tan inestable, los vendedores no tienen interés en gastar lo poco que ganan en los permisos competentes y “prefieren jugar al gato y al ratón antes que seguir los procesos municipales”.
Sin embargo, la regularización les provee de algunos beneficios, como cursos de educación, pues muchos de los vendedores no terminaron la educación superior o incluso la básica. También les proporcionan servicios de salud, tanto a los vendedores como a su familia.
El proceso de regularización consiste en dejar documentos como copia de la cédula de identidad, la papeleta de votación, planilla de algún servicio básico, un certificado de salud y dos fotos tamaño carnet en las ventanillas de las administraciones zonales. Agregado a esto, deben cumplir con un curso de 40 horas impartido por la ACDC, el cual se abre una sola vez al año, y pagar las regalías anualmente “que cuestan alrededor de USD 3”, explica Pumalpa. “Es un proceso que ahora se puede cumplir en línea”.
La ACDC “está desbordada ante la cantidad de comerciantes informales”, agrega Pumalpa y señala que la agencia no cuenta con “las capacidades suficientes para controlar a los comerciantes irregularizados”. Asimismo, destaca que “el comercio informal crece o decrece según la situación del país, pues hay una correlación directa entre la cantidad de comerciantes informales y el estado de crisis del Ecuador”.
Ante una crisis que con el pasar de los días se agrava y una incertidumbre en el futuro que se perfila como una sombra para las personas de la capital, el comercio informal va creciendo como una realidad que el Municipio no ha sido capaz de controlar. Personas que día a día salen a la vía pública buscando llegar al día siguiente se volvieron parte del escenario cotidiano de una ciudad donde, de forma muy distante, se percibe esperanza.
(*) Estudiante de periodismo de la Universidad San Francisco de Quito.
Last modified on 2024-12-25