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Autor: Liz Ortiz *

El 9 de enero del 2000 marcó un antes y después en la historia económica del Ecuador. La adopción del dólar estadounidense como moneda oficial emergió como una medida drástica para contener una crisis económica sin precedentes, caracterizada por una inflación galopante, la devaluación acelerada del sucre y una profunda inestabilidad financiera. A 25 años de esta trascendental decisión, existe una pregunta en el aire: ¿podría el Ecuador funcionar sin el Banco Central?

Si bien ningún tomador de decisiones lo ha propuesto seriamente, es un ejercicio interesante de análisis económico explorar esta posibilidad. ¿Qué roles cumple actualmente el Banco Central del Ecuador (BCE)? ¿Son todos imprescindibles?. Es indudable que este cuarto de siglo de dolarización ha transformado profundamente la economía ecuatoriana. La estabilidad de precios, la disciplina fiscal forzada y la eliminación del riesgo cambiario han sido logros significativos. 

FUNCIONES CLAVE DEL BANCO CENTRAL DEL ECUADOR

Mauricio Pozo Crespo, exministro de Finanzas, enfatiza en entrevista para GESTIÓN que una de las funciones primordiales del BCE es la generación de información macroeconómica confiable y objetiva. “En una economía dolarizada, en la que no se tiene política monetaria, las estadísticas para la toma de decisiones son aún más cruciales”, señala Pozo. “El BCE actúa como un ente técnico, independiente del gobierno de turno y del sector privado, para proveer datos imparciales sobre la evolución de la economía”.

Otro rol fundamental del BCE que destaca Pozo es ser el canal oficial de las relaciones financieras internacionales del país. En sus palabras, “el BCE es el interlocutor con el resto del mundo en materia financiera. Por ahí pasan todas las transacciones de comercio exterior, las inversiones extranjeras que entran y salen del país. Hace un seguimiento minucioso de la balanza de pagos, que es clave en dolarización porque muestra la cantidad de dólares que entran y salen de la economía”.

A nivel doméstico, el BCE cumple una función vital al manejar la cámara de compensación para las transacciones interbancarias. “Todos los pagos entre bancos, ya sean cheques, transferencias, pasan por el BCE, es el eje del sistema de pagos nacional”, añade. “Además, monitorea la liquidez del sistema, las reservas bancarias, que en dolarización son la base de la confianza y estabilidad financiera”.

Adicionalmente a estas tres funciones centrales (estadísticas, relaciones financieras externas y cámara de compensación), el BCE cumple otros roles como ser depositario de las reservas internacionales, brindar servicios bancarios al sector público, manejar el sistema de pagos, entre otros. Si bien ya no emite moneda, sigue siendo una pieza clave del andamiaje económico del país.

EL FIN DE LA DOLARIZACIÓN: LA ESTABILIDAD

El 9 de enero del 2000, en medio de la peor crisis económica de su historia reciente, Ecuador tomó la decisión de adoptar el dólar estadounidense como moneda de curso legal. La medida buscaba poner fin a décadas de inestabilidad monetaria y frenar la hiperinflación que amenazaba con desintegrar el tejido social y productivo del país.

25 años después, la dolarización ha cumplido su promesa de estabilidad de precios. Según datos del Banco Central del Ecuador (BCE), la inflación, que llegó a un pico del 96% en 2000, bajó rápidamente a un dígito y se ha mantenido consistentemente por debajo del 10% desde 2002 (Gráfico 1).

Gráfico 1

Evolución de la inflación 

Para un país acostumbrado a la volatilidad monetaria, esto ha sido un cambio radical. La dolarización ha anclado las expectativas inflacionarias, facilitando el cálculo económico y la planificación de largo plazo. Ha eliminado el riesgo cambiario en las transacciones domésticas y ha fomentado la inversión al reducir la incertidumbre.

Sin embargo, la dolarización por sí sola no resuelve problemas estructurales. A pesar de los avances, los indicadores de desigualdad como el coeficiente de Gini, según datos del Instituto de Estadísticas y Censo (INEC), se han mantenido altos, oscilando entre 0,45 y 0,50 en las últimas décadas (Gráfico 2).

Gráfico 2

Evolución del coeficiente de Gini

El coeficiente de Gini muestra una tendencia general a la baja desde la implementación de la dolarización, pasando de 0,59 en 1999 a 0,46 en 2023, evidenciando una mejora en la equidad económica. No obstante, los niveles de desigualdad siguen siendo elevados.

UN IMPULSO AL CRECIMIENTO ECONÓMICO SOSTENIDO

La dolarización también ha tenido un impacto positivo en el crecimiento económico del país. Analizando los datos del Banco Mundial sobre el PIB per cápita de Ecuador (medido en unidades monetarias nacionales a precios constantes), se observa una tendencia general al alza desde la adopción del dólar en el año 2000 (Gráfico 3).

Gráfico 3

Evolución del PIB per cápita a precios constantes

En las décadas previas a la dolarización, el PIB per cápita mostró un crecimiento errático, con períodos de estancamiento y retroceso. En la década de 1960, el PIB per cápita promedió alrededor de USD 2.600. Para la década de 1990, había aumentado a cerca de USD 4.100, pero con fuertes fluctuaciones, especialmente durante la crisis económica de finales de la década.

Sin embargo, después de la dolarización, el crecimiento se volvió más estable y sostenido. El PIB per cápita aumentó de USD 4.110 en el año 2000 a USD 6.295 en 2014, su punto más alto en el período analizado. Si bien hubo una ligera disminución en los años siguientes, asociada a la caída de los precios del petróleo y a la desaceleración económica global, el nivel se mantuvo por encima de los USD 6.000.

La pandemia de COVID-19 en 2020 provocó una fuerte caída del PIB per cápita a USD 5.568, pero la recuperación ha sido rápida. Para 2023, se estimó en USD 6.485, superando los niveles previos a la pandemia.

A pesar de los desafíos, la dolarización ha proporcionado un entorno más estable y propicio para el crecimiento económico. Ha mitigado los riesgos de alta inflación y devaluación que históricamente obstaculizaron el desarrollo sostenido. Es importante reconocer que el crecimiento del PIB per cápita por sí solo no garantiza una mejora en la calidad de vida de todos los ecuatorianos. La desigualdad sigue siendo un desafío importante, como lo demuestra la persistencia de un coeficiente de Gini elevado. 

EL CASO DE PANAMÁ: NO HAY BANCO CENTRAL

Cuando se evalúa si Ecuador podría funcionar sin un Banco Central, el caso de Panamá, dolarizado desde 1904, es una referencia obligada. Panamá ofrece uno de los ejemplos más longevos y estables de una economía dolarizada que opera sin un banco central en el sentido tradicional.

En Panamá, no existe una entidad denominada “Banco Central”. Sin embargo, algunas de las funciones típicamente asociadas con los bancos centrales son asumidas por otras instituciones, principalmente el Banco Nacional de Panamá (BNP). El BNP, fundado en 1904, es un banco público, que además de cumplir ciertos roles de banca central, también opera como un banco comercial, ofreciendo servicios bancarios a individuos y empresas.

Según destacan Pedro Romero y Santiago Sandoval en su artículo “La dolarización no requiere de un banco central activo”, el Banco Nacional de Panamá cumple ciertas funciones no monetarias de un Banco Central, por ejemplo: la de agente fiscal y financiero del gobierno central para recaudación doméstica y pagos de deuda externa, y la de cámara de compensación nacional para dar apoyo al sistema de pagos.

Entre las funciones de banca central que asume el BNP se encuentran ser el depositario de los fondos del gobierno, administrar el sistema de pagos, actuar como cámara de compensación para los bancos y servir como agente fiscal para transacciones internacionales del Estado. Sin embargo, el BNP no tiene un mandato de estabilidad de precios ni ejerce funciones de prestamista de última instancia, roles típicos de muchos bancos centrales.

La experiencia panameña sugiere que algunas funciones clave usualmente atribuidas a un banco central podrían, en principio, ser asumidas por otra entidad, posiblemente un banco público, sin la necesidad de mantener la figura de un banco central per se. Esto podría abrir posibilidades interesantes para repensar la arquitectura institucional monetaria y financiera en un contexto de dolarización como el ecuatoriano.

RIESGOS QUE PRESENTA EL MODELO PANAMEÑO

Sin embargo, como advierten Romero y Sandoval, el modelo panameño también presenta potenciales riesgos y desafíos que deben considerarse. Uno de los principales es el potencial conflicto de intereses que surge al mezclar funciones de banca central con banca comercial en una misma entidad. El BNP, al operar simultáneamente como banco público y comercial, podría enfrentar tensiones entre sus diferentes roles y objetivos.

Por ejemplo, en su función como agente fiscal, el BNP maneja los recursos del gobierno, mientras que como banco comercial, también busca captar depósitos y colocar créditos. Esto podría generar incentivos distorsionados, como la tentación de direccionar créditos hacia proyectos políticamente motivados pero no necesariamente rentables, o la posibilidad de que el gobierno ejerza presión para obtener financiamiento privilegiado. Asimismo, en momentos de estrés financiero, podría haber presiones para que el BNP priorice la estabilidad de ciertas entidades o sectores en detrimento de su rol como garante de la estabilidad sistémica.

FORTALECIENDO LA INDEPENDENCIA Y TRANSPARENCIA DEL BCE

Los potenciales conflictos de interés observados en el modelo panameño resaltan la importancia de un diseño institucional robusto y cuidadoso en el contexto ecuatoriano. Si bien la experiencia de Panamá ofrece perspectivas valiosas sobre cómo algunas funciones de banca central pueden ser asumidas por otras entidades en una economía dolarizada, es crucial considerar los riesgos y desafíos asociados.

Cualquier reforma en esta dirección en Ecuador requeriría de un diseño institucional muy cuidadoso, con fuertes salvaguardas para la independencia de la entidad que asuma estos roles, estrictas regulaciones para evitar conflictos de interés, y una supervisión efectiva. El objetivo sería asegurar que la entidad pueda cumplir sus funciones de manera imparcial, sin injerencias políticas o presiones indebidas.

Como señala Guillermo Avellán, gerente general del Banco Central del Ecuador, en un artículo reciente titulado ‘¿Debemos contar con un banco central en dolarización?’, “Ecuador debe contar con un banco central o una autoridad monetaria debido a funciones cruciales que actualmente desempeña la institución a favor de entidades públicas, privadas y de la economía popular y solidaria”. Avellán enfatiza en que “el nivel de institucionalidad de nuestro país amerita contar con un banco de reserva, a fin de reducir el riesgo sistémico y garantizar la sostenibilidad de la dolarización”.

Tras 25 años, la dolarización ha transformado profundamente la economía ecuatoriana, ofreciendo estabilidad, certidumbre y amplio respaldo ciudadano. Pues ha permitido superar décadas de alta inflación y devaluación, convirtiéndose en un pilar fundamental que protege los ahorros de los ecuatorianos y facilita la planificación a largo plazo.

No obstante, el debate sobre si Ecuador podría prescindir del Banco Central es crucial. Aunque el caso de Panamá demuestra que ciertas funciones de banca central pueden ser asumidas por otras entidades, las diferencias estructurales entre ambas economías y los riesgos asociados, como conflictos de interés y la falta de supervisión robusta, hacen que este modelo no sea completamente replicable ni compatible con Ecuador.

En una economía dolarizada, el Banco Central del Ecuador sigue siendo indispensable para garantizar estabilidad financiera, administrar la liquidez y proveer estadísticas confiables. Prescindir del BCE no es viable en el contexto actual, pero fortalecer su independencia, transparencia y capacidad técnica es clave para afrontar los retos estructurales que persisten.

El desafío ahora es construir sobre los cimientos que la dolarización ha establecido, complementando la estabilidad económica con políticas que fomenten un crecimiento más inclusivo y diversificado. Con instituciones sólidas, consenso social y estrategias adecuadas, Ecuador puede maximizar los beneficios de la dolarización mientras aborda sus desafíos pendientes.

(*) Economista, analista económica Revista Gestión.

 

Last modified on 2025-01-29

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