Según Multiplica, Ecuador ha experimentado avances significativos pero enfrenta persistentes desafíos estructurales tras 25 años de dolarización. Si bien el régimen monetario logró estabilizar la inflación y fortalecer el sistema financiero, la economía mantiene una fuerte dependencia de las materias primas, especialmente del petróleo. Mientras las exportaciones han crecido significativamente, alcanzando proyecciones de USD 31.720 millones para 2025, la falta de diversificación productiva y los altos déficits fiscales continúan siendo problemas críticos, con una deuda pública que alcanzó el 58% del PIB en 2021.
En este contexto, los indicadores sociales reflejan tanto avances como retrocesos significativos. El empleo adecuado, que alcanzó un pico del 57% en 2012, retrocedió al 45% en 2023, mientras que la pobreza, tras alcanzar un mínimo histórico del 22,5% en 2014, se sitúa actualmente en 26%. Estos datos evidencian que la estabilidad monetaria, aunque necesaria, no ha sido suficiente para garantizar un desarrollo económico y social sostenible
DOLARIZACIÓN: DE LA DESCONFIANZA A LA ACEPTACIÓN
A finales de la década de los noventa, Ecuador atravesó una de las crisis económicas más graves de su historia. El desplome de los precios del petróleo se combinó con los efectos devastadores del fenómeno de El Niño. A estas condiciones adversas se sumaron un manejo fiscal irresponsable y una floja supervisión financiera, lo que condujo al colapso de gran parte del sistema bancario.
La economía ecuatoriana se tambaleaba: la inflación alcanzaba niveles del 100% anual, y el sucre, la moneda nacional, perdía valor de forma acelerada. En este contexto crítico, la dolarización se implementó como una medida de último recurso, una apuesta desesperada por estabilizar la economía y evitar un desastre mayor.
A lo largo de los últimos 25 años, la dolarización ha mantenido un lugar destacado en la percepción de los ecuatorianos. Aunque los datos sobre la confianza en la dolarización son escasos y provienen principalmente de encuestas realizadas por Cedatos, estos muestran un crecimiento continuo en su aceptación. En el año 2000, solo un 32% de los ciudadanos expresó confianza en el sistema, una cifra baja si se compara con instituciones como las Fuerzas Armadas (60%) o la Iglesia (73%), según datos de Latinobarómetro (Gráfico 1).
Gráfico 1
Ecuador: confianza en instituciones
Sin embargo, a medida que los beneficios de la dolarización comenzaron a ser evidentes —particularmente la reducción de la inflación y la estabilización del poder adquisitivo— la confianza creció rápidamente. En 2010, la aceptación alcanzó un 81%, en 2015 el respaldo aumentó al 85%, y a finales de 2023, llegó a un histórico 92%, manteniéndose como la institución más confiable del país, mientras el resto han perdido aceptación.
Entre las instituciones con los niveles más bajos de confianza se encuentran los poderes Legislativo, Judicial y Ejecutivo. En 2023, la Asamblea apenas registró un 13,2% de confianza, el Gobierno un 13,5% y el Sistema Judicial un 13,7%, lo que refleja una desconexión profunda entre las instituciones políticas y la ciudadanía. Incluso la Iglesia, históricamente una de las entidades con mayor respaldo, ha visto una disminución significativa, pasando de niveles de confianza cercanos al 80% a un 55% en 2023.
Queda claro que la dolarización se ha consolidado como un referente de estabilidad y confianza. Sin embargo, su popularidad, reflejada en el respaldo mayoritario de la población, no garantiza por sí sola su sostenibilidad. Se requiere un compromiso político y social para realizar las reformas y acciones necesarias que permitan mantenerla como un pilar fundamental para la economía ecuatoriana.
En lo que sigue de este reporte, examinamos los avances en los sectores real, externo, monetario, financiero, fiscal y social, resaltando no solo los logros alcanzados, sino también los retos que deben ser enfrentados para garantizar que la dolarización continúe siendo un símbolo de estabilidad y confianza para los ecuatorianos en las próximas décadas.
EL CRECIMIENTO ECONÓMICO ANTES Y DESPUÉS DEL DÓLAR
La economía ecuatoriana, caracterizada por ser pequeña, abierta al mundo y dependiente de las exportaciones de materias primas, siempre ha estado influenciada por choques externos como la volatilidad de los precios internacionales y la demanda global.
Durante el siglo XX, el cacao y el banano desempeñaron un papel crucial en la economía ecuatoriana. Sin embargo, su dependencia de estas exportaciones también generó vulnerabilidades ante plagas, enfermedades y fluctuaciones en los precios. Esta dinámica marcó un camino de crecimiento inestable hasta la década de los setenta, cuando la producción y exportación de petróleo cambió significativamente la composición de la economía (Gráfico 2).
Gráfico 2
Evolución del PIB (1965-2025)
A partir de 1972, la actividad petrolera impulsó un crecimiento económico notable. Durante esa década, el Producto Interno Bruto (PIB) creció a una tasa promedio anual del 7%, la más alta en la historia moderna del país. Sin embargo, este período de expansión no estuvo exento de retos, ya que la volatilidad de los precios del petróleo y los desequilibrios macroeconómicos resultantes llevaron al país a enfrentar desafíos en las décadas posteriores.
En los años ochenta y noventa, la economía ecuatoriana experimentó un estancamiento que resultó en lo que se conoce como las "décadas perdidas". El país también padeció una marcada inestabilidad política, con un rápido cambio de mandatarios y un deterioro en las instituciones económicas y sociales.
Entre 1990 y 1994, el crecimiento promedio fue del 3,8%, ligeramente superior al promedio regional de 3,2%. Sin embargo, en el quinquenio siguiente (1995-1999), el crecimiento cayó al 1,7%, significativamente por debajo del 3,6% registrado en América Latina. Esta desaceleración culminó con la crisis de 1999, donde el PIB se contrajo un 4,4% (Gráfico 3).
Gráfico 3
Crecimiento promedio Ecuador y Latam
(variación anual %)
La implementación de la dolarización marcó un punto de inflexión. Entre 2000 y 2004, el crecimiento promedio del PIB fue del 4,8%, muy superior al 2,8% de LAC. Este impulso se mantuvo durante el período 2005-2009, con un crecimiento del 3,9%, superando ligeramente al promedio regional del 3,5%. Entre 2010 y 2014, la economía alcanzó su punto más alto, creciendo a un promedio del 5,9%, casi el doble del promedio de LAC (3,0%), favorecida por altos precios del petróleo y un aumento en la inversión pública.
Sin embargo, el periodo 2015-2019 mostró una desaceleración considerable, que coincide con la caída del precio del crudo, con un crecimiento promedio del 1,3%, alineado con el promedio regional del 1,4%. Entre 2020 y 2024, la etapa postpandemia, el crecimiento promedio se recuperó levemente al 1,8%, aunque por debajo del 2,9% registrado en LAC.
Resulta evidente que el petróleo ha sido un factor determinante en el desempeño económico de Ecuador. Durante los 25 años de dolarización, los ingresos petroleros han aportado liquidez al sistema y han financiado gran parte del gasto público. Entre 2000 y 2014, el precio promedio del crudo fue de $ 64,1 por barril, mientras que entre 2015 y 2024 se redujo a $ 58,9.
La relación entre el precio del petróleo y el crecimiento del PIB es clara como lo muestra el Gráfico 4. Estas series tienen una correlación directa, es decir que cuando una aumenta/disminuye la otra también. Por ejemplo, en 2008 con el petróleo en $ 99,7 por barril, la economía creció un 6,6%. En contraste, en 2016, con el precio en $ 43,3, el PIB se contrajo un 0,7%.
SECTOR EXTERNO: PERSISTE LA DEPENDENCIA Y LA FALTA DE DIVERSIFICACIÓN
La economía ecuatoriana ha dependido históricamente del sector externo como una fuente clave de ingresos y de liquidez para su desarrollo. No obstante, a pesar de los avances en términos absolutos, la estructura de las exportaciones no ha registrado cambios significativos (Gráfico 4).
Gráfico 4
Composición de las exportaciones
(% del total)
En 1990, alrededor del 80% de las exportaciones se concentraban en tres productos principales: petróleo crudo, camarón y banano. Luego de 25 años dolarizados, seguimos exportando lo mismo, con una ligera variación en la proporción, pero manteniendo el peso predominante de estos productos en el total.
Desde el inicio de la dolarización, las exportaciones han crecido considerablemente, pasando de $ 4.907 millones en el año 2000 a más de $ 31.720 millones proyectados para 2025. Este incremento ha sido impulsado principalmente por el petróleo, que sigue siendo el producto líder en términos de generación de divisas, especialmente durante los períodos de altos precios internacionales.
Sin embargo, este crecimiento no ha logrado consolidar un cambio estructural. Los productos no tradicionales, como las flores, el cacao y los derivados industriales, han ganado participación en términos absolutos, pero su contribución relativa al total de las exportaciones aún es limitada, lo que revela la necesidad de fomentar una oferta exportable más diversificada y de mayor valor agregado.
Por su parte, las importaciones también han seguido una tendencia creciente, pasando de $ 3.469 millones en el año 2000 a un estimado de $ 26.469 millones en 2025. Este incremento se explica por el crecimiento de las compras de bienes de consumo, materias primas y bienes de capital, reflejando una economía más integrada al comercio internacional, pero también una mayor dependencia de insumos externos para la producción local. Esta dinámica ha generado déficits recurrentes en la balanza comercial no petrolera, que han sido compensados por superávits en la balanza petrolera (Gráfico 5).
Gráfico 5
Grado de apertura y tasa de cobertura
(en porcentaje)
El grado de apertura comercial de Ecuador muestra una clara diferencia entre los períodos previos y posteriores a la dolarización. Antes de su adopción, durante la década de 1990, el grado de apertura se mantuvo en promedio alrededor del 33%. Esto reflejaba una economía con limitada participación en el comercio internacional, donde las exportaciones e importaciones representaban una proporción relativamente baja del PIB. Este bajo nivel de apertura era consistente con una estructura económica dominada por la exportación de unos pocos productos primarios y con restricciones derivadas de las crisis económicas recurrentes.
Tras la dolarización, el grado de apertura mostró un aumento importante, alcanzando promedios cercanos al 50% en los siguientes años, con picos de hasta el 60% durante el auge petrolero de la década de 2010. Las exportaciones se beneficiaron de los altos precios internacionales del petróleo, mientras que las importaciones crecieron debido al aumento de la demanda interna, especialmente en bienes de consumo y materias primas.
La tasa de cobertura, otro indicador clave, mide la relación entre el valor de las exportaciones y las importaciones de un país. Cuando esta tasa supera el 100%, el país exporta más de lo que importa, generando un superávit comercial. Antes de la dolarización, entre 1990 y 1999, la tasa de cobertura estuvo marcada por una alta volatilidad. En este período, el promedio fue del 130%, destacando que las exportaciones superaban significativamente a las importaciones.
Sin embargo, en 1998, este indicador cayó abruptamente al 81%, revelando la fragilidad del modelo exportador frente a choques como la crisis económica interna, el Fenómeno de El Niño y la caída de los precios internacionales del petróleo.
Con la dolarización, la tasa de cobertura mostró menor volatilidad. El promedio entre 2000 y 2024 se situó en torno al 103%, indicando que, en general, las exportaciones han logrado cubrir las importaciones. Durante los primeros años de la dolarización, el repunte de los precios del petróleo y la reducción temporal de las importaciones tras la crisis de 1999 elevaron la cobertura al 141% en 2000. Pero a medida que el país se estabilizó y las importaciones aumentaron por la mejora del poder adquisitivo, la tasa convergió a resultados superavitarios.
INFLACIÓN CONTROLADA Y SISTEMA FINANCIERO SÓLIDO
La década de los 90 en Ecuador fue un período caracterizado por una elevada volatilidad inflacionaria, impulsada por una serie de choques internos y externos. Durante este período, la inflación anual alcanzó niveles críticos, registrando un 60% en 1999.
Este entorno inflacionario generó una espiral en la que la población buscaba proteger su poder adquisitivo a través del ahorro en dólares, lo que agotaba las Reservas Monetarias Internacionales (RMI) y presionaba al tipo de cambio. La respuesta del Banco Central del Ecuador (BCE) consistía en emitir más moneda nacional, lo que alimentaba aún más la inflación. Este círculo vicioso alcanzó su punto de inflexión con la adopción de la dolarización oficial en enero de 2000.
La implementación de la dolarización eliminó la capacidad del Banco Central para emitir moneda nacional, actuando como un ancla monetaria que limitó el crecimiento del nivel general de precios. Sin embargo, la transición inicial no estuvo exenta de complicaciones. En 2000, la inflación anual alcanzó un récord histórico del 107,9% en septiembre, como resultado de la especulación, el redondeo de precios, la inflación importada y las distorsiones de mercado. A pesar de este difícil comienzo, la inflación comenzó a descender rápidamente. En mayo de 2001, las tasas de inflación ya eran menores al 1%, y para noviembre de 2002, la inflación anual se redujo a un solo dígito, marcando un 9,7%.
Desde entonces, la inflación en Ecuador ha permanecido baja y estable, convergiendo hacia los niveles de inflación de Estados Unidos gracias al vínculo directo con el dólar. Este fenómeno se refleja claramente en el diferencial de tasas de inflación entre ambos países. Mientras que en los primeros años de la dolarización Ecuador aún registraba tasas inflacionarias por encima de las de Estados Unidos, esta brecha se fue cerrando gradualmente. Entre 2006 y 2016, el diferencial osciló entre valores positivos y nulos, reflejando la capacidad del país de mantener su inflación en niveles comparables a los del mercado estadounidense.
De hecho, a partir de 2017, el diferencial de inflación se volvió negativo, lo que significa que la inflación en Ecuador ha sido consistentemente menor que la de Estados Unidos y situándolo como una de las economías más estables en términos de precios en América Latina. En la actualidad, el promedio del diferencial de inflación se mantiene en torno al -2,8 puntos porcentuales, reforzando el éxito del régimen dolarizado en controlar el nivel de precios (Gráfico 6).
Gráfico 6
Diferencial de inflaciones anuales Ecuador y EE.UU.
(puntos porcentuales)
Por otro lado, la crisis financiera de 1999 también marcó uno de los episodios más críticos en la historia económica de Ecuador, exponiendo severas deficiencias en el sistema financiero. El colapso de múltiples instituciones bancarias y la implementación del "feriado bancario" dejaron en evidencia la fragilidad estructural de un sistema carente de controles adecuados, lo que derivó en una pérdida masiva de confianza por parte de los agentes económicos.
Pero con la dolarización, el sistema financiero ecuatoriano ha mostrado una notable transformación. La eliminación de la capacidad del Banco Central para emitir moneda redujo la volatilidad y mejoró la confianza de los depositantes, lo que se tradujo en un incremento significativo de las captaciones y la cartera de crédito. En 2000, las captaciones representaban cerca del 20% del PIB, cifra que para 2019 se duplicó.
A pesar de enfrentar desafíos globales, como la crisis financiera internacional de 2008 y la pandemia de COVID-19 en 2020, el sistema financiero ecuatoriano ha demostrado una resiliencia notable. Durante la crisis de 2008, el sistema bancario mantuvo niveles adecuados de solvencia y liquidez, gracias a un enfoque conservador en la gestión de riesgos y una supervisión más estricta tras las lecciones de la crisis de 1999. De manera similar, durante la pandemia, aunque los depósitos enfrentaron cierta presión debido a la incertidumbre económica, estos lograron estabilizarse rápidamente, con un crecimiento anual de 7,2% al cierre de junio de 2020.
El crédito también experimentó una contracción temporal durante la pandemia, pero mostró signos de recuperación a medida que las entidades financieras adoptaron medidas como el diferimiento extraordinario de pagos para mitigar el impacto en los clientes. Esto permitió que el sistema financiero se mantuviera operativo y continuara proporcionando liquidez a la economía en un momento de crisis sin precedentes.
Sin embargo, a pesar de estos logros, el sistema financiero ecuatoriano no está exento de desafíos. Un área de creciente preocupación son las cooperativas de ahorro y crédito, que han adquirido un rol importante en la inclusión financiera, especialmente en áreas rurales y entre segmentos desatendidos por la banca tradicional. Aunque estas instituciones han contribuido significativamente al acceso financiero, su supervisión y regulación aún presentan debilidades que deben ser atendidas para evitar riesgos sistémicos en el futuro.
LA CAMISA DE FUERZA QUE NO FRENÓ EL DESORDEN FISCAL
Aunque la dolarización eliminó la posibilidad de financiar el gasto público mediante la emisión de dinero, los gobiernos ecuatorianos encontraron mecanismos alternativos para sostener su creciente gasto, incluso durante períodos de bonanza económica, dejando secuelas en la sostenibilidad de las finanzas públicas.
Uno de los recursos utilizados fue la expansión del balance del Banco Central. Este mecanismo permitió inyectar liquidez al sistema financiero a través de operaciones que incrementaron los activos improductivos del BCE. Por otro lado, el endeudamiento interno fue otra herramienta clave, destacándose los polémicos préstamos al gobierno central por parte del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) a cambio de “bonos basura”.
El problema fundamental radica en que el gasto público ha superado con creces a los ingresos. Entre 2013 y 2014, cuando los precios del petróleo alcanzaron niveles históricamente altos, Ecuador registró déficits globales del Sector Público No Financiero (SPNF) superiores al 8% del PIB (Gráfico 7).
Gráfico 7
Déficit global SPNF
($ millones y % del PIB)
Los déficits globales se han mantenido de manera casi ininterrumpida por más de una década, reflejando la falta de ajuste estructural en las finanzas públicas. Incluso en 2022, cuando el resultado global del SPNF bordeó el 0% del PIB, este avance fue efímero, con un retroceso al déficit del 3,6% en 2023. Además, este ciclo de déficits constantes ha obligado al gobierno a recurrir a más endeudamiento para cubrir el creciente desbalance fiscal.
En el año 2000, al inicio de la dolarización, la deuda pública representaba un alarmante 80% del PIB, equivalía a $ 1.126 por habitante, y era uno de los principales indicadores de la fragilidad económica del país. Sin embargo, gracias a una combinación de crecimiento económico, alivio de deuda externa y políticas de consolidación fiscal, la relación deuda/PIB disminuyó de manera sostenida hasta alcanzar un mínimo histórico del 17% en 2009. Este logro se reflejó también en la disminución de la deuda per cápita, que pasó de $ 1.126 en 2000 a $ 700 en 2009, evidenciando un alivio significativo en el peso de la deuda para cada ciudadano (Gráfico 8).
Gráfico 8
Deuda pública
($ millones y % del PIB)
Pero a partir de 2010, la tendencia de la deuda comenzó a revertirse, impulsada por un aumento del gasto público y un entorno externo menos favorable, como la caída de los precios del petróleo. En 2016, la relación deuda/PIB volvió a escalar al 39%, con una deuda per cápita de $ 2.307. Posteriormente, en 2021, en medio de los efectos económicos de la pandemia, la deuda alcanzó el 58% del PIB y $ 3.532 per cápita, el nivel más alto registrado desde el inicio de la dolarización (Gráfico 9).
Gráfico 9
Deuda pública percápita
(dólares por habitante)
A pesar de la camisa de fuerza que supone la dolarización, el manejo fiscal en Ecuador no ha sido suficientemente disciplinado. Los altos déficits fiscales y el endeudamiento creciente reflejan una estrategia cortoplacista que prioriza el gasto público sin considerar los riesgos a largo plazo para la sostenibilidad de las finanzas públicas. Los niveles actuales de deuda y déficits exigen un replanteamiento urgente de las políticas fiscales para garantizar la estabilidad económica y proteger a las futuras generaciones de unas finanzas insostenibles.
INDICADORES SOCIALES: AVANCES, RETROCESOS Y PENDIENTES
El mercado laboral ecuatoriano ha enfrentado múltiples desafíos a lo largo de las últimas décadas. Entre cambios metodológicos y limitaciones en la disponibilidad de datos históricos, es posible construir una serie que refleja tendencias en el empleo adecuado y el desempleo a nivel urbano, indicadores clave para evaluar la salud del mercado laboral.
A inicios de la década de 1990, el empleo adecuado urbano se ubicaba en apenas un 32%, mientras que el desempleo se mantenía en torno al 6%. Durante los años siguientes, el empleo adecuado experimentó un crecimiento lento pero constante hasta mediados de la década de 1990, alcanzando un 39% en 1996, mientras el desempleo aumentó gradualmente hasta llegar al 10%.
La crisis económica de 1999 tuvo un impacto severo en el mercado laboral. El empleo adecuado cayó a su nivel más bajo (27%), mientras que el desempleo alcanzó el 14%, evidenciando la gravedad del deterioro económico. Con la dolarización en el año 2000 los indicadores laborales comenzaron a mejorar, pero el ritmo de recuperación fue lento (Gráfico 10).
Gráfico 10
Empleo adecuado y desempleo urbano
(% de la PEA)
Entre 2006 y 2014, se registraron los mejores niveles de empleo adecuado, alcanzando un pico del 57% en 2012 y 2013. Este período coincide con una fase de estabilidad macroeconómica y un entorno favorable de precios de las materias primas, que permitió una mayor generación de empleo adecuado y una reducción significativa del desempleo (5%).
No obstante, a partir de 2015, los efectos de la caída de los precios del petróleo, el principal producto de exportación del país, comenzaron a sentirse. El empleo adecuado retrocedió al 48% en 2016, y el desempleo volvió a aumentar al 7%. La pandemia de COVID-19 en 2020 acentuó estos problemas, con el empleo adecuado cayendo a 37%, su nivel más bajo desde la dolarización, mientras que el desempleo, sorprendentemente, solo subió al 6%, posiblemente reflejando una migración hacia formas de empleo informal.
A partir de 2021, el empleo adecuado muestra señales de recuperación, alcanzando el 45% en 2023, impulsado por la reactivación económica postpandemia. Sin embargo, el nivel todavía se encuentra por debajo de los máximos históricos registrados una década atrás. Asimismo, el desempleo se ha mantenido estable en torno al 4%-5%, un nivel bajo en términos históricos, pero que no dice mucho pues el verdadero problema del mercado laboral es el empleo inadecuado.
Históricamente, la pobreza ha estado estrechamente vinculada a los ciclos macroeconómicos. Durante la crisis de finales de los 90, el porcentaje de personas en situación de pobreza aumentó significativamente, pasando del 39,3% en 1995 al 52,2% en 1999 (Gráfico 11).
Gráfico 11
Evolución de la pobreza
(% de la población)
Con la dolarización y la recuperación económica en la primera década de los 2000, la pobreza comenzó a disminuir. En 2006, el indicador se redujo al 38,3%, en gran parte gracias a la estabilización macroeconómica, el incremento de los precios del petróleo, las remesas de los migrantes y una recuperación del salario real. Este período marcó un avance significativo en la mejora de las condiciones de vida.
Si bien la pobreza alcanzó un mínimo histórico del 22,5% en 2014, la tendencia se revirtió a partir de 2015 con la caída de los precios del petróleo y la desaceleración económica. La pandemia de COVID-19 en 2020 exacerbó estas condiciones, disparando la pobreza al 33%, un nivel similar al registrado a principios de los 2000.
Desde entonces, el indicador ha mostrado una ligera recuperación, situándose en el 26% en 2023. Sin embargo, esta cifra aún muestra la fragilidad del progreso en la reducción de la pobreza y la importancia de políticas que fomenten el crecimiento inclusivo.
La desigualdad económica, medida a través del coeficiente de Gini, es un factor crítico para comprender las dinámicas sociales y económicas en Ecuador. Este indicador, que varía entre 0 (igualdad perfecta) y 1 (desigualdad máxima), revela cómo se distribuye el ingreso entre los diferentes sectores de la población.
Durante los años 90, el indicador siguió una trayectoria ascendente, alcanzando un máximo histórico de 0,586 en 1999, en el contexto de la crisis económica, financiera y social más severa del país. Este aumento de la desigualdad se atribuye a factores como el alto desempleo, la inflación descontrolada y la depreciación del tipo de cambio, los cuales erosionaron el poder adquisitivo de los hogares más vulnerables.
Con la dolarización en el año 2000, se observó una mejora gradual en la distribución del ingreso. Sin embargo, los avances se estancaron. Entre 2000 y 2006, el Gini osciló en torno a 0,53, y fue recién a partir de 2007 cuando la desigualdad comenzó a reducirse de manera consistente, alcanzando 0,467 en 2014, su nivel más bajo en décadas.
Desde 2015, la desigualdad mostró una leve tendencia al alza, exacerbada por choques externos como la caída de los precios del petróleo y la pandemia. En 2020, el Gini alcanzó 0,498, reflejando el impacto del confinamiento, la pérdida de empleos y la reducción de ingresos en la población más vulnerable. No obstante, la recuperación económica postpandemia permitió una mejora parcial, situándose el índice en 0,457 en 2023, cerca de los niveles previos a la crisis sanitaria.
No obstante, la desigualdad económica sigue siendo un desafío pendiente, influenciada por disparidades en el acceso a la educación, la salud y las oportunidades laborales. Además, estas inequidades estructurales afectan principalmente a la calidad de vida de los más desfavorecidos (Gráfico 12).
Gráfico 12
Desigualdad: Índice de Gini
(de 0 a 1)
Según un estudio reciente, la clase media ha experimentado significativas fluctuaciones en su participación en el ingreso nacional. En 1990, este segmento capturaba cerca del 36% del ingreso nacional, un valor proporcional a su peso demográfico. Sin embargo, su participación comenzó a disminuir tras los efectos de la crisis de 1999, alcanzando un mínimo de 30% en 2010. Durante este período, la dolarización y los ajustes estructurales favorecieron más a los deciles superiores y, en menor medida, al 50% más pobre.
El auge de los precios de las materias primas (2004-2014) contribuyó a mejorar la situación económica del 50% más pobre, mientras que la clase media continuó experimentando una limitada recuperación. Para 2022, la clase media capturaba aproximadamente el 33% del ingreso nacional, aún por debajo de los niveles observados en los años 90 (Gráfico 15).
De acuerdo con el estudio, el impacto de las políticas fiscales y transferencias en la clase media es limitado. Mientras que el ingreso del 50% más pobre se incrementa significativamente tras impuestos y transferencias, el efecto neto para la clase media es prácticamente neutro. Por el contrario, los segmentos más ricos, especialmente el 10% superior, experimentan una mayor reducción en su participación relativa en el ingreso después de la redistribución. A pesar de ello, estos grupos conservan una proporción dominante del ingreso nacional, lo que resalta la persistencia de la desigualdad en el país.
Por último, el estudio también destaca que Ecuador se ubica entre los países con mayor concentración de ingresos en América Latina, particularmente en los deciles más altos. En 2022, el 10% más rico acumulaba el 58% del ingreso antes de impuestos, mientras que el 0,1% superior capturaba el 10% de los ingresos. Este nivel de concentración es excepcionalmente alto incluso dentro de un contexto regional caracterizado por altos niveles de desigualdad.
ENTRE RESILIENCIA Y DESAFÍOS PERSISTENTES
El crecimiento de la economía ecuatoriana en las últimas décadas ha sido modesto, con un promedio anual del 3%. Este desempeño se divide en dos periodos marcados: la década previa a la dolarización (1990-2000), caracterizada por crisis económicas y estancamiento, y las dos décadas posteriores, donde se registró mayor dinamismo económico, aunque con persistentes desafíos estructurales.
La dolarización ofreció al Ecuador un ancla de estabilidad monetaria y certidumbre económica. A lo largo de más de dos décadas, este régimen ha resistido diversos choques externos e internos, como crisis financieras internacionales, desastres naturales y la pandemia. Sin embargo, su resiliencia no implica inmunidad ante problemas estructurales.
El análisis del período dolarizado revela avances significativos, como una mayor estabilidad de precios. La dolarización permitió a los agentes económicos planificar con mayor horizonte, reduciendo la volatilidad asociada a la devaluación y a una inflación descontrolada. Sin embargo, la dependencia de factores externos, como los elevados precios del petróleo durante el auge de 2004-2014, dejó al descubierto la vulnerabilidad del modelo económico ecuatoriano.
Last modified on 2025-01-15