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Autor: Francisco del Olmo García y Fernando Javier Crecente *

Probablemente uno de los términos más escuchados en los últimos tiempos en el ámbito económico y social ha sido emprender. Frente al empleo por cuenta ajena o a la carrera en la Administración Pública, la creación de empresas se ha manifestado como una alternativa de desarrollo profesional para jóvenes sin experiencia, pero con ideas y empuje, así como para profesionales más experimentados que, o bien han experimentado la desagradable experiencia del despido, o bien han buscado dar un giro a sus carreras.

Los efectos sobre el empleo de la última crisis económica, que perduran a día de hoy, devolvieron la figura del emprendedor al centro de la realidad económica. Sin embargo, sería un error no atender a otros fenómenos que están transformando la sociedad continuamente, con más intensidad si cabe en los últimos años.

Los cambios tecnológicos, demográficos y sociales contribuyen a acelerar la puesta en funcionamiento de proyectos, ideas y negocios que buscan abrirse camino en el mercado ofreciendo nuevos productos, servicios o experiencias, cuando no una combinación de todo ello. Sin embargo, habitualmente se pierde de vista que, en este entorno propicio para crear, innovar, transformar y, en definitiva, emprender, éxito y fracaso son dos caras de una misma moneda, lo que lleva a algunos a infravalorar la posibilidad del fracaso.

 

LOS FACTORES DEL FRACASO                                       

Como siempre ocurre al hablar de temas económicos, los factores que influyen en un fenómeno son múltiples y de diferente naturaleza. En el caso de las empresas, no cabe duda de los factores de índole económica y financiera que condicionan su supervivencia. Sin embargo, también se pueden extraer algunas características sociodemográficas de los empresarios que influyen en la propensión a fracasar.

Como muestra un estudio realizado por los autores en base a los microdatos de la Encuesta de Población Activa de España –todavía inédito y que ha merecido el reconocimiento del Premio Internacional Reina María Cristina–, la propensión a fracasar es mayor en el caso de los autónomos que no generan empleo, en el caso de las mujeres, los empresarios de la construcción frente a servicios, industria o agricultura, los emprendedores más jóvenes y con menor experiencia (de 16 a 34 años) o los que dejan de formarse frente a los que se mantienen continuamente formados, así como para los autónomos que no tienen hijos frente a los que sí tienen y para los que están divorciados o separados, frente a los que están casados o solteros/viudos.

De hecho, es interesante señalar que la propensión a fracasar es mayor entre los autónomos cuyo cónyuge no tiene empleo, frente a los que sí que cuentan con un cónyuge con carrera profesional propia, lo que ilustra la importancia de contar con la protección familiar como primera línea de defensa ante los problemas económicos.

También resulta significativo que la propensión a fracasar no es la misma desde un punto de vista regional, derivado de las diferentes condiciones para emprender existentes en las Comunidades Autónomas que muestran el Banco Mundial en su informe Doing Business para España, así como de las diferencias en términos macroeconómicos e institucionales.

En este sentido, la propensión a fracasar de los emprendedores autónomos aumenta conforme menor es el crecimiento económico de la región, menor es el crecimiento del crédito bancario en la región (debido al nivel de bancarización de España, característica común con otros vecinos europeos) o mayor es la tasa de paro y la deuda pública autonómica. También resulta significativo que un crecimiento de la presión fiscal autonómica (incluyendo no sólo impuestos, sino cotizaciones sociales) favorece la propensión a fracasar de los empresarios autónomos.

A su vez, respecto a los factores de índole institucional, los emprendedores autónomos tienen una probabilidad mayor a fracasar cuanto mayor sea la carga regulatoria de la región y cuanto menor sea la eficiencia de los tribunales autonómicos de lo mercantil en tramitar los asuntos que les corresponden.

En definitiva, la estructura empresarial española se basa, en gran medida, en el éxito de los autónomos y en su propensión a crecer y generar empleo. El camino para superar definitivamente las profundas cicatrices de la crisis de 2008 y generar una economía española más resiliente ante futuras crisis, pasa por lograr mejoras en los factores económicos e institucionales señalados y ayudar no solo a fomentar el espíritu emprendedor, sino también a su sostenibilidad a lo largo del tiempo.

 

(*)Francisco del Olmo García es profesor asociado de Economía Aplicada de la Universidad de Alcalá y Fernando Javier Crecente es director de Emprendimiento de la Universidad de Alcalá.

Este texto se publicó originalmente en: https://theconversation.com/la-mitad-de-los-emprendedores-autonomos-fracasa-119332

 

 

 

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Last modified on 2019-07-02

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