Recientemente, una encuesta regional realizada por el portal de empleos Bumeran entre sus usuarios para comprender de qué manera los afecta el aislamiento social implementado por la pandemia por COVID-19, reveló que 70% de los consultados en Ecuador aseguró experimentar o haber experimentado el síndrome de burnout durante la cuarentena. Entre las sensaciones y experiencias negativas atravesadas durante la cuarentena con relación al trabajo, las más mencionadas fueron el estrés, el no lograr desconectarse y el agotamiento.
Los neurocientíficos han realizado informes acerca de las consecuencias nocivas que la falta de contactos sociales y físicos, la pérdida de libertad y los elevados niveles de incertidumbre pueden tener en el cerebro humano. La incertidumbre severa genera hormonas del estrés, lo que a su vez causa ansiedad física, emocional e inclusive existencial. Los riesgos psicológicos como el estrés, el burnout, el acoso y el bullying, la depresión y los trastornos obsesivos compulsivos (TOC) están aumentando, tanto en el lugar de trabajo como en el hogar.
La pandemia acentuó las fragilidades y desigualdades que ya existían en todo el mundo. Las mujeres en particular son más propensas a sufrir consecuencias adversas por causa de la pandemia, incluyendo despidos, estancamiento de su carrera o el descenso a un puesto de menor categoría.
Según indica el informe de McKinsey, “Mujeres en el Lugar de Trabajo 2020”, el impacto de la pandemia en las mujeres estadounidenses es tan negativo que podría retrasar sus avances por cinco años más. Nunca ha habido tantas mujeres al borde del agotamiento y el burnout.
El informe revela que las ejecutivas senior femeninas tienen una probabilidad significativamente mayor a sus homólogos masculinos de sentir el burnout, de sentir mayor presión para trabajar más horas, como si fuera necesario estar siempre disponible. Las mujeres son 1,5 veces más propensas a pensar acerca de recortar horas de su trabajo o dejarlo completamente a raíz del COVID-19 que sus contrapartes masculinos, y casi 3 de cada 4 mujeres citan el burnout como principal motivo. Estos resultados no solo son alarmantes en términos de igualdad de género sino también en cuanto a la salud femenina.
¿Cómo podemos las empleadas femeninas tomar las riendas y ayudar a revertir estos patrones tan nocivos? ¿Y qué pueden hacer las empresas y los empleadores para ayudar?
¿Cómo podemos asumir nuestro propio liderazgo para revertir los patrones?
Antes de reflexionar sobre cómo revertir los patrones, necesitamos ser conscientes de lo que son.
En primer lugar, necesitamos deshacernos de la imagen de nuestras empleadas femeninas como supermujeres. En nuestra sociedad, la idea de ser un “ganador” se asocia a un mayor desempeño. El síndrome de la “abeja trabajadora” se asocia a la mujer y es una expectativa perfeccionista que no ayuda en nada.
En segundo lugar, cada uno de nosotros necesita un equilibrio saludable entre la vida personal y profesional y saber que nuestro bienestar está en nuestras propias manos.
En tercer lugar, se debería valorar más que nunca los beneficios de practicar deportes y de realizar otras actividades físicas, especialmente durante esta segunda cuarentena, cuando el trastorno afectivo estacional (TAE) es más prevalente a raíz de la falta de luz. Los deportes y las actividades físicas son esenciales para nuestro bienestar psicológico. Cuando nos movemos, activamos nuestros músculos y cuando un músculo se contrae, libera proteínas llamadas miosinas. Las miosinas liberadas por el ejercicio son claves para el desarrollo celular, incluyendo el de las neuronas en el cerebro y sus circuitos.
Esto mejora la neuroplasticidad, algo esencial para nuestras habilidades cognitivas. En estos momentos tan difíciles, cuando el ánimo es bajo a causa del clima, la cuarentena, las dificultades personales, la ansiedad, la depresión, la hipersomnia, la fatiga crónica e inclusive el burnout, los deportes y las actividades físicas pueden ayudarnos a seguir adelante.
¿Cómo las empresas pueden proteger a sus empleadas del burnout?
Ya hay muchos artículos que analizan cómo las organizaciones pueden tomar un enfoque proactivo para ayudar a preservar la salud mental y física de sus empleados. Me gustaría destacar la inversión en entrenamiento y desarrollo, que considero es crucial.
Los empleadores son responsables de proveer y mantener un ambiente de trabajo seguro y saludable, libre de discriminación, acoso y estrés. A la hora de concientizar acerca del fenómeno del burnout y sus síntomas y consecuencias, es fundamental ayudar a identificar a los empleados que están teniendo dificultades. Lo ideal es la autodetección y que las personas se sintieran lo suficientemente contenidas como para dar voz de alarma ellos mismos. Desafortunadamente, muchos estudios revelan que quienes sufren no suelen percibir su propio sufrimiento, por lo que sus jefes y compañeros de trabajo necesitan tomar medidas para identificar y ayudar a estas personas en riesgo.
La inteligencia emocional es fundamental en el mundo de negocios actual, y aun así solamente se premia la racionalidad y el desempeño. La capacidad de mostrar interés por otros, de tener empatía, de hacer las preguntas correctas y ofrecer ayuda debería ser igual de importante, especialmente en estos tiempos complicados.
Recientemente, encontré una hermosa definición de gestión: “para gestionar necesitas amar a las personas y mostrar interés por ellas. El verdadero líder es el que crece cuando ayuda a otros a crecer”. Esto lo dice todo.
(*) Profesora de Recursos Humanos en Audencia.
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Last modified on 2021-01-04