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Autor: Carlos Felipe Jaramillo *

Es prácticamente imposible prever el futuro. Es dinámico y cambiante, y está atado a un sinnúmero de imponderables. ¿Quién hubiera podido anticipar, por ejemplo, que una pandemia irrumpiría para trastocar nuestros planes individuales y nuestros sueños colectivos?

No podemos prever todo lo que vendrá, pero podemos soñar el futuro que queremos y tomar medidas para ir en esa dirección. Y ese es el desafío más importante que tiene por delante la región de América Latina y el Caribe: construir su futuro con una visión de largo plazo para aprovechar al máximo las oportunidades y, llegado el caso, sortear mejor nuevas crisis.

En otras palabras, nuestros países tienen ante sí la posibilidad de resurgir del coronavirus con un nuevo paradigma de crecimiento que evite errores del pasado y aprenda de los éxitos de otras latitudes. De ello dependerá el progreso colectivo, la creación de puestos de trabajo y la posibilidad de sacar a millones de familias de la pobreza.

Esto requerirá entre otras cosas que las economías latinoamericanas peguen un salto de calidad en su productividad y no se refugien en esquemas cerrados. El proteccionismo puede ser un recurso tentador, sobre todo en tiempos de incertidumbre. Pero es una vía muerta para la inversión, la innovación y el dinamismo productivo, condiciones necesarias para salir del ritmo letárgico de crecimiento en que ha estado sumida la región.

Estamos aún en la emergencia por la pandemia del Covid-19 y lidiar con esa realidad y sus enormes costos sociales y económicos es la prioridad más inmediata. Nuestros gobiernos están enfocando allí sus mayores energías y, como socio estratégico de largo plazo, el Banco Mundial está comprometido en ayudar a potenciar ese esfuerzo con recursos y asesoramiento técnico. Solo en América Latina hemos volcado ya alrededor de 2.000 millones de dólares bajo distintas modalidades, que han beneficiado a 19 países.

El diagnóstico es sin duda negativo. Según las previsiones contenidas en nuestro reciente informe Perspectiva Económicas Globales (GEP, por sus siglas en inglés), de junio de 2020, la pandemia de Covid-19 provocará este año una caída del PIB regional de 7,2%, una cifra sin paralelos en el último siglo. América Latina y el Caribe será la región más castigada y la consecuencia directa será menos empleo y más pobreza.

Pero superaremos la crisis actual y debemos hacerlo sobre la base de una utopía realizable. Es urgente definir ese rumbo. La pasada fue una década perdida en términos económicos, con un crecimiento promedio del producto per cápita de apenas el 0,56%. No debemos permitir que esto se repita.

 

IDENTIFICAR OPORTUNIDADES Y APROVECHARLAS

Repensar el futuro significa revisar las políticas del pasado, hacer las correcciones necesarias y redirigir las energías hacia un nuevo patrón de crecimiento, más dinámico, que beneficie a todos y sobre todo a los menos favorecidos. Es hora de que Latinoamérica construya su propio modelo de éxito.

Nuestra región debe apostar a crear capital humano como política de largo plazo, una condición necesaria para ganar en productividad y sumar a los sectores más vulnerables al mundo del trabajo. Ese futuro requiere adoptar modelos nuevos de educación y entrenamiento, aprendiendo de las innovaciones que se han ensayado durante la pandemia, mediante técnicas digitales y otros métodos de educación a distancia. Necesitamos que nuestros trabajadores adquieran las habilidades que va a requerir un mercado laboral cada vez más impulsado por la tecnología.

El Banco Mundial colabora de muchas maneras para alcanzar este objetivo, por ejemplo con programas de inclusión educativa como el aprobado en marzo pasado para Perú, enfocado en potenciar los sistemas de desarrollo profesional y la educación en la primera infancia. Proyectos similares dirigidos a crear capital humano a través de la educación fueron aprobados también este año para Honduras y El Salvador, por 30 millones y 250 millones de dólares, respectivamente.

Además, Latinoamérica debe profundizar el uso de tecnologías digitales que han producido buenos resultados durante la pandemia y proporcionar el acceso a quienes todavía no lo tienen. Quienes han gozado de buenos servicios de banda ancha, han podido trabajar desde sus hogares, mantener a sus hijos en programas de educación a distancia, hacer consultas médicas y usar pagos digitales y otros servicios financieros. Lamentablemente, cerca de la mitad de la población de la región no goza de suscripción móvil a banda ancha y solo el 46% tiene conexión fija. Hay que corregir este rezago que está acentuando desigualdades.

En esta área, el Banco Mundial aprobó el mes pasado una iniciativa de fomento a la economía digital en un grupo de países del Caribe por 94 millones de dólares. Se trata de un proyecto innovador -el primero de su tipo en la zona-, que redundará en una mejor conectividad, servicios públicos y financieros en línea, y programas de entrenamiento para empresas e individuos, a fin de contar con una fuerza laboral preparada para los desafíos del futuro. Toda América Latina enfrenta este reto.

Pero para lograr una mayor productividad los gobiernos de la región deben además crear un clima propicio para la inversión, con más espacio para los nuevos emprendedores y las nuevas ideas, y eliminar las barreras que durante demasiado tiempo han limitado la competencia y quitado dinamismo a las economías. Las empresas más competitivas son aquellas que están más integradas al mercado global y es necesario que una nueva generación de empresas de la región sepa aprovechar las oportunidades que se van a abrir en el mundo post pandemia.

Más aún, la salida de la crisis actual debe ser sobre una base de sustentabilidad medioambiental, con programas de estímulo que contemplen la generación de empleo, el crecimiento y el acceso a mercados con cuidado de la rica biodiversidad de nuestra región. Las inversiones en sectores económicos como la agricultura, la pesca, la explotación forestal o la construcción de infraestructura de riego y sanitaria pueden expandir rápidamente la demanda de trabajo y mejorar la resiliencia frente a sequías, inundaciones y otros fenómenos ligados al clima que afectan sobre todo a los más pobres.  

En definitiva, repensar el futuro de América Latina significa identificar nuevas oportunidades y aprovecharlas. La pandemia ha sido enormemente destructiva y llevará algún tiempo superar sus consecuencias. Pero podemos y debemos convertir esa destrucción que hoy padecemos en una oportunidad creativa. Con las reformas apropiadas, la crisis puede llevar a una nueva senda de crecimiento que genere empleos, reduzca la pobreza y solucione los rezagos de la región. Ese es el desafío y este es el momento de actuar.

Los invito a que sigamos conversando sobre este y otros temas con la etiqueta #Repensarelfuturo o a través de mi cuenta de Twitter @CF_Jaramillo

 

(*) Vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe

 

 

 

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Last modified on 2020-07-09

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