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Autor: Wilson Araque Jaramillo *

La mayoría de seres humanos hemos vivido en carne propia que, a partir del 17 de marzo para el caso ecuatoriano, tuvimos que confinarnos obligatoriamente en las casas para detener el ritmo de contagio del COVID-19 y, así, evitar que colapse el sistema de salud de los territorios locales. Pero claro, esa situación de emergencia condujo a que, para evitar que las actividades económicas y educativas se paralicen totalmente, se optó, también, por un teletrabajo de emergencia y no por el debidamente planificado que es el que recomienda el manual de las buenas prácticas administrativas.

En definitiva, lo que se hizo fue llevar el trabajo a la casa, invadiendo así -por culpa de un enemigo invisible- lo más sagrado que hasta ese momento las personas cuidaban como su espacio para la vida privada -dedicado a la familia y el descanso-, tan necesario desde la óptica complementaria a lo laboral, para la buena salud física y mental de los seres humanos; mezclándose de forma no programada -en términos de tiempo y espacio- lo laboral, personal y familiar del trabajador.

¿CÓMO EVALUAR LA SATISFACCIÓN LABORAL EN EL TELETRABAJO?

Tras ocho meses de pandemia es en ese escenario en el que se vienen desarrollando las actividades laborales que, al unísono, comparten el mismo lugar físico con aquellas vinculadas a la educación de los hijos, las tareas domésticas y los momentos de descanso y recreación. De ahí que, pensando sistémicamente, luego de los largos meses de aprendizaje pandémico en donde, según el Ministerio del Trabajo hasta septiembre 2020 casi medio millón de personas están teletrabajando, es necesario que se monitoree de forma permanente la satisfacción laboral de los teletrabajadores, eso sí, sobre la premisa de que las labores se vienen realizando con el carácter de emergentes y obligadas por una pandemia que no estaba en el radar de la sociedad mundial. 

Exigiendo para ello un análisis con enfoque multi y, sobre todo, intercausal, en donde muchas variables nuevas no tendrán que ver con los ámbitos laborales tradicionales que antes de la pandemia eran evaluados. Un ejemplo de ello -que se acabó de resaltar- son las condiciones del espacio físico de la vivienda del trabajador que, en las circunstancias actuales, de la noche a la mañana, adquirió el carácter de multiuso.   

Ante esa nueva realidad, imagínese a familias que habitan espacios reducidos que, por la tendencia de la habitabilidad en la realidad pre COVID-19, era lo que los constructores ofrecían: espacio reducido para dar cabida a más hogares, y por el menor precio del área comprada, se volvía atractivo para los compradores que nunca imaginaron que ese lugar iba a ser usado con las personas adentro 24/7 (24 horas y 7 días de la semana) y no como antes que, con horarios rutinarios, la gente desayunaba, salía a los trabajos y escuelas, regresaba en la tarde, cenaba algo, dormía y, nuevamente, empezaba la rutina al siguiente día. Los fines de semana, incluso, salían de paseo; de ahí, la necesidad de mayor espacio no era prioritaria.

LA INTEGRIDAD FÍSICA Y EMOCIONAL DE LOS TRABAJADORES ES PRIORIDAD

Pero ahora las cosas cambiaron, surgiendo la necesidad estratégica de considerar variables diferentes al clima laboral antiguo -anterior a la pandemia- que deben ser abordadas de forma integrada por los departamentos de recursos humanos de las organizaciones que siguen total o parcialmente teletrabajando.

Este abordaje de priorización pro-incremento de la satisfacción humana y organizacional en el mundo del trabajo deberá ser incluido en todos los ámbitos del funcionamiento de la organización y, así, preservar la integridad física y emocional de sus trabajadores, a quienes se los necesitará en perfectas condiciones para cuando las cosas mejoren y la organización regrese a un modelo de funcionamiento que, como es obvio, no será el mismo al de antes y quizá, más bien, combine -ahora sí de forma planificada y estructurada- el trabajo remoto con el presencial.

Otra variable también a considerar -que antes era muy poco enfatizaba- es el estado situacional de las relaciones intrafamiliares más cercanas del trabajador, ya que la convivencia 24/7, según estadísticas del Ecuador y de otros países del mundo, ha disparado el número de casos de violencia intrafamiliar física, sicológica e incluso sexual.

Por lo tanto, conocer lo que sucede con el trabajador y su entorno de familia más cercano se vuelve representativo a la hora de perfilar, como parte de un diagnóstico situacional integrado, las condiciones en que una organización viene llevando a cabo el teletrabajo ya que al estar bien con el primer frente de respaldo -la familia-, el trabajador, además de tener mayores fuerzas para enfrentar épocas de alta incertidumbre como las de pandemia, también evitará desviar su atención y energía a situaciones distintas a sus funciones laborales y que, por evitar la pérdida de su puesto de trabajo, lo disimule. Este esfuerzo, a la postre, le podría pasar factura no solo al desempeño laboral sino a su estado de salud física y mental que, como decían las abuelas, “es el tesoro más grande que tiene el ser humano, pues con salud todo se puede y se consigue”.

Incluyendo más variables -por ello lo de multi e intercausal del análisis del teletrabajo con el ingrediente de pandemia- se debe considerar también la convivencia que el trabajador está teniendo con los vecinos. Pues muchas veces, tener unos buenos vecinos es una lotería que, tangibilizándola, tiene mucho que ver con el comportamiento empático de estos; es decir, que cuando realizan sus actividades siempre piensen que lo que van a hacer no afecte a la tranquilidad del resto de familias con las que conviven comunitariamente en el barrio, condominio o cualquier otra forma de organización en la que habitan.   

¿CUÁNTO PESA EL MIEDO Y EL PESIMISMO EN EL TELETRABAJO?

Finalmente, a pesar de que se podrían seguir enumerando más variables explicativas del desarrollo del teletrabajo en medio de una pandemia, es importante no concluir sin antes resaltar dos variables finales que se visibilizaron, cuando entre mayo y junio el Observatorio de la PyME de la Universidad Andina Simón Bolívar-Sede Ecuador aplicó un cuestionario a la población en general con la cual mantiene contacto permanente.

La una tiene relación con el pesimismo respecto a salir fácilmente de la crisis socioeconómica que países como Ecuador venía acumulando desde años anteriores y, la otra variable, tiene que ver con el miedo marcado a la posibilidad de contagio. Estas dos variables -pesimismo y miedo-, como es de esperarse, también influyen en el estado de ánimo del trabajador, ya que su actividad laboral no la hace en una cápsula de cristal, sino en la vida real en donde, más aún, en momentos pandémicos, está inmerso en un mundo complejo lleno de variables comportamentales e interrelaciones que, para salir adelante, requiere de estrategias, tácticas y acciones pensadas y compartidas entre los trabajadores y empleadores.        

 

(*) Director del Área Académica de Gestión, Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador.

 

 

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Last modified on 2020-11-18

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