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Autor: Francisca Jaramillo *

Desde que se inició la cuarentena en Quito, la cantidad de residuos ha aumentado de manera alarmante. Antes del 16 de marzo, los quiteños enviaban diariamente al relleno sanitario de El Inga entre 2.000 y 2.100 toneladas; esta cifra -que ya era alarmante- desnudaba una evidente falta de políticas ambientales coherentes por parte de las autoridades locales y una falta de compromiso de los ciudadanos que permitieran una transición a modelos de basura cero, como ya se ha evidenciado en otros países y ciudades del Ecuador (EMASEO EP, 2018).

La pandemia puso en evidencia estas falencias, ya que en tan solo 70 días se incrementó drásticamente la generación de residuos, llegando a producir 800 toneladas diarias más de basura, cantidad que puede imaginarse como el espacio que ocuparían 27 ballenas jorobadas. Esta es una imagen alarmante, pero es más inquietante pensar en el tamaño de 94 ballenas en volumen de basura, que es la cantidad que se entierra todos los días en el relleno sanitario de El Inga, al oriente de Quito.

A este relleno sanitario le restan 99 días de funcionamiento, según se indicó en la sesión virtual 067 del Concejo Metropolitano, donde se hicieron varias denuncias respecto a la contaminación ambiental causada por los lixiviados (líquidos que se forman luego de pasar o “percolarse” a través de un sólido), los cuales estaban siendo enviados sin tratamiento previo al río Inga.

También se puso en evidencia el conflicto socioambiental con la comunidad donde se encuentra el relleno, pues no se han cumplido con los convenios establecidos y lo más grave es que el Municipio, en pleno siglo XXI, sigue planteando como primera opción enterrar la basura y no tiene un plan de acción oportuno para cambiar esta realidad a la que se le suman los hábitos de consumo de los quiteños, que han superado 25% la media mundial, que es de 1,8 hectáreas.

LOS HOGARES GENERAN MÁS BASURA QUE LOS COMERCIOS

Durante este tiempo de cuarentena, el problema de la basura en Quito se ha agudizado por la compra de productos a domicilio, donde las fundas, envolturas y plásticos de un solo uso son una constante. Además, muchas familias intentan abastecerse por varias semanas e incrementan la compra de productos perecibles que terminan en el basurero; a esto se suman los guantes y mascarillas que todos los días son desechados.

Este incremento en la generación de residuos pone en evidencia que los mayores generadores de basura en la ciudad son los hogares y no los establecimientos comerciales, como se creía. Esto se debe a que los establecimientos tienen que cumplir varias regulaciones, entre estas, tener una correcta separación de residuos y que estos sean enviados a gestores ambientales, los cuales se encargan de convertirlo en materia prima para crear otro producto.

La mayoría de los hogares no separa sus residuos, todo se pone en la misma bolsa y termina en el contenedor más cercano. Adicionalmente, desde la declaratoria de emergencia sanitaria, los más de 2.000 recicladores de base han suspendido sus actividades, por ende, todo lo que se genera se entierra pese a que la mayor parte se puede reciclar, como el vidrio, cartón, papel y plástico.

ALTERNATIVAS A LA VISTA

Una excelente alternativa para evitar que más residuos terminen enterrados en El Inga es la transformación de residuos orgánicos. Estos representan 61% de los residuos totales generados por los hogares. Los residuos orgánicos son nobles para transformarse ya que no necesitan grandes cantidades de recursos.

La correcta separación en condiciones apropiadas permite que se transformen y se obtenga tierra negra que puede ser utilizada en los jardines y parques. Estas acciones tan simples pueden contribuir en la reducción de 14% a la emisión de gases de efecto invernadero y en una disminución de 467.565 toneladas al año en el botadero, lo cual representa 74 veces un Estadio Olímpico Atahualpa.

La combinación de medidas de clasificación de residuos y el cambiar los hábitos de consumo, como rechazar envolturas o utilizar fundas para cada producto, son medidas inmediatas que pueden tomar los ciudadanos para minimizar la generación de residuos y de plásticos de un solo uso. Acciones de minutos pueden evitar que basura que se va a demorar cientos de años en desaparecer llegue a los botaderos y produzca gases de efecto invernadero, lixiviados, entre otros contaminantes, dañando ecosistemas y alterando la calidad de vida de las poblaciones que habitan la Tierra.

Es momento de analizar las compras, de tomar responsabilidad sobre la generación de basura y su disposición final. Existen diversas iniciativas que buscan recuperar residuos, como Biocompost o Reciveci. Estas iniciativas de economía circular tienen un gran impacto económico, social y ambiental, que podrían tomar más fuerza junto a políticas que permitan la recuperación de residuos, y por fin, se evite la arcaica práctica de enterrar los residuos y continuar degradando los suelos del DMQ.

(*) Fundadora de Biocompost.

 

 

 

 

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Last modified on 2020-08-19

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