En 2004, los economistas Raghuram Rajan y Luigi Zingales publicaron Saving capitalism from capitalists, un libro que fue toda una premonición. En él, los autores señalaban la urgente necesidad de replantear el capitalismo para salvarlo de la especulación y el poder de los opulentos capitalistas del mundo financiero.
Michael Douglas en la escena de “Wall Street” (1987) en la que defiende la codicia. Fuente: 20th Century Home Entertainment, YouTube.
Los autores señalaban cómo el capitalismo de casino –del que ya hablaba en 1986 la economista británica Susane Strange–, basado en la especulación en los mercados y liderado por “superestrellas financieras” (bancos y fondos de inversión), estaba rompiendo con la capacidad sistémica del capital para crear y distribuir riqueza mediante la producción y el intercambio.
DIGITALES Y PODEROSOS
Casi 40 años después de la advertencia de Strange y dos décadas más tarde de las de Rajan y Zingales, el capitalismo sigue sin ser salvado. Pero las protagonistas de hoy no son las “superestrellas financieras”: las riendas del poder económico global están ahora en manos de las “superestrellas digitales”, que acumulan un poder de mercado inaudito en la historia del capitalismo, con graves consecuencias para el emprendimiento, la innovación, el crecimiento económico y la movilidad y el bienestar social.
En una contribución anterior ya señalé cómo los recientes avances en inteligencia artificial parecen encaminarnos a un capitalismo asimétrico, en el que la digitalización y el poder de mercado podrían generar todo tipo de discriminaciones y desigualdades sociales.
PENSAMIENTO HUMANO Y RACIONAL
La última oleada digital ha posicionado a la inteligencia artificial y las plataformas digitales como tecnologías de utilidad general –que tienen el potencial de provocar grandes cambios en el sistema económico pero también sociales–. Además, ha impulsado la aparición de nuevas fuentes de valor:
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De predicción: a partir de la recopilación de datos, se pueden predecir muchos comportamientos económicos.
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De circulación: la posibilidad de digitalizar todo tipo de usos de datos, tareas, bienes y servicios eleva a la frontera de posibilidades de intercambio a unas cuotas nunca vistas.
La gobernanza de esta gran transición digital no está funcionando. Insertada en el capitalismo globalizado, no está siendo capaz de reducir la polarización, las desigualdades económicas o el deterioro del medioambiente.
El enfoque tradicional, basado en la racionalidad de las decisiones económicas, no explica los fundamentos, el comportamiento y los resultados de la vida económica digital. El homo economicus, que solo toma decisiones económicas racionales, pierde su sitio con la digitalización.
Gran cantidad de investigaciones exponen la inconsistencia explicativa de la toma únicamente racional, aislada, privada y egoísta de decisiones económicas, y más en el contexto digital. Los humanos somos seres sociales e intercambiamos cosas, en especial digitalmente, por motivaciones y objetivos que van mucho más allá de los típicamente contemplados por la economía neoclásica y sus propósitos “lúgubres”. No hay robots tomando decisiones económicas, ni individuos solamente racionales que evalúan constantemente y que sólo deciden según criterios de optimización, sin vínculos éticos, sociales o humanísticos.
UN NUEVO HOMBE (DIGITAL)
Ha llegado la hora de incorporar al homo digitalis para comprender, analizar y gestionar mejor la economía y la sociedad digital de mercado. Un homo capaz de crear nueva vida, que piensa, siente, es consciente e interacciona socialmente y con la naturaleza. Y digitalis porque se distingue de otras fases evolutivas del sapiens, en que puede concebir y desarrollar tantas nuevas vidas en digital, tantos avatares como quiera.
El homo digitalis es el resultado de la aparición de una nueva dimensión vital, ni física ni social, pero humana. A la realidad objetiva de la naturaleza y a la realidad imaginada de las organizaciones, naciones y religiones, se añade una nueva, la virtual, donde se pueden reproducir tanto la realidad objetiva natural como la social.
El homo digitalis amplía los preceptos egoístas, aislados y racionales del homo economicus e incorpora el bienestar social y la sostenibilidad medioambiental entre sus objetivos.
Con su aparición, se consolida la idea del transhumanismo, que busca mejorar las capacidades humanas mediante la tecnología. A su vez surge una nueva norma, más igualitaria, basada en la identidad acceso-plataforma-colaboración en lugar de propiedad-empresa-mérito.
La capacidad de actuación de las personas en esta nueva realidad, artificial, inteligente, digital y virtual, será lo que distinga al homo digitalis.