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Autor: Revista Gestión *

El bicentenario de la independencia nacional es una oportunidad para reflexionar sobre el desempeño de la economía del país, pues como lo señala Juan Montalvo, “la historia es la enseñanza del porvenir, ignorar los tiempos pasados es no ser aptos para los venideros”. La historia muestra que el crecimiento del Ecuador ha estado cargado de desigualdades, dependencia comercial (antes del cacao y hoy del petróleo), inestabilidad institucional y rezagos coloniales que han beneficiado a las minorías hegemónicas. ¿Es muy diferente del escenario actual?

PERIODO COLONIAL Y SU ESTRUCTURA ECONÓMICA

En el libro Desarrollo, Vaivenes y Desigualdad de Luis Bértola y José Antonio Ocampo, se explica que la estructura productiva del país ha sido diversa desde inicios de la Colonia. Destaca la plantación tropical en la Costa y la prevalencia de la hacienda -con fuerte presencia indígena- en la Sierra. Así, la agricultura adquiere un papel económico fundamental y se consolida en el último siglo de la dominación española. 

Los suelos serranos se destinan a la cría de ganado y al cultivo de productos necesarios para el consumo interno como cereales y tubérculos; el Austro se centra en la producción de cascarilla, y los suelos de la Costa, aunque poco aprovechados, tenían importantes cultivos de tabaco y cacao, alcanzando un notable desarrollo en las últimas décadas de la Colonia. Así consta en el texto El Poder Político en el Ecuador de Osvaldo Hurtado.

En el mismo texto se indica que, entre principios del siglo XVIII y 1821 se sextuplicó la producción de cacao, y entre 1788 y 1820 se duplicaron sus ventas al exterior, que a fines del período colonial representaron hasta tres cuartas partes de las exportaciones. No obstante, este crecimiento de divisas para la Real Audiencia no significó un mayor nivel de vida para los ciudadanos, ya que las obras públicas estuvieron representadas por la construcción de ciudades, conventos e iglesias. La magnitud de estas obras en Quito y en otras ciudades de la Sierra permite apreciar el volumen de mano de obra que se destinó para su edificación y la importancia que tuvieron en épocas coloniales. 

LA INDEPENDENCIA TRAJO LIBERTAD Y DESARROLLO… PARA POCOS

Liberados del poder de la metrópoli española comenzó el proceso independentista, donde los indígenas tuvieron un papel pasivo pues fue una revolución meramente criolla. Los herederos de los colonizadores a través de la República acentuaron su poder y explotaron más a la población nativa.

La población total creció por encima de la media de la región entre 1820 y 1870, con un 1,38% de crecimiento anual en comparación con el 1,28% de Latinoamérica en general (Gráfico 1), pero se desaceleró entre 1870 y 1930, llegando a ser menor que el promedio latinoamericano, 1,04% de crecimiento anual frente a 1,72%, respectivamente.

Gráfico 1

Población de Ecuador (1820-1930)

De acuerdo con Alberto Acosta en su libro Breve Historia Económica del Ecuador, así como España aprovechó mecanismos e instituciones prehispánicas para asentar su gobierno, a partir de la Independencia las oligarquías criollas supieron aprovechar mecanismos coloniales para garantizar su dominio. A su vez, la agitación militar, producto de las guerras independentistas, afectó a todas las actividades económicas que se sometieron a las necesidades de la guerra. Los soldados, de uno y otro bando, establecían contribuciones forzosas, saqueaban poblaciones, requisaban bienes y animales y redujeron al mínimo las actividades productivas.

De esta manera, se destinó al ejército hasta 74% del presupuesto, y a la burocracia y al pago de la deuda pública una cuarta parte. Mientras que en obra pública y educación se emplearon cantidades irrisorias que representaron el 2% de los gastos del Estado. 

No existían bancos ni mercados de capital que favorezcan el desarrollo comercial e industrial; en consecuencia, hicieron falta mecanismos para posicionar al sector privado como dinamizador de la economía. A su vez, el Estado tampoco tuvo un papel protagónico en la creación de condiciones para desarrollar la economía, sino que se afianzó la estructura extractivista que benefició únicamente a las élites.

Con la constitución de la República, en 1830, desaparecieron los restos de la industria obrajera en la Sierra, al verse desplazada la producción textil por los productos introducidos a raíz de la libertad de comercio promovida por los líderes independentistas. De esta manera, la mayor fuente de riqueza siguió siendo, y con más fuerza, la agricultura que constituyó, además, la más importante fuente de empleo. En 1832, el 75% de los varones adultos vivían de la tierra y la pesca, el 15% de las artes y oficios, el 7% del comercio, el 2% de las profesiones y servicios y el 1% de la industria (Gráfico 2). 

Gráfico 2

Distribución del empleo en 1832

Adicionalmente, de los 80 tipos de artículos que en 1892 se enviaban al extranjero, casi su totalidad eran materias primas provenientes de la actividad agropecuaria.

La escasa industria nacional y el acceso marcadamente cíclico a los mercados de capitales, también contribuye a explicar la alta volatilidad de la región, que es en sí misma una amenaza para el desarrollo económico. Entre el 30% y el 40% de los ingresos del Estado provenían del impuesto a la aduana, muy sujeto a la suerte del comercio exterior y en gran parte dependiente de la exportación de un producto: el cacao, cuyos precios eran impuestos por los importadores. 

Se puede evidenciar que las cifras de las exportaciones totales crecieron en gran magnitud desde 1870 hasta 1925, impulsadas por la apertura comercial que generó la independencia y la demanda creciente por parte de los países desarrollados.

Gráfico 3

Exportaciones totales 1870-1925

¿CÓMO SE VIVÍA EN LAS CIUDADES 200 AÑOS ATRÁS?

Carrión & Erazo Espinosa señalan en su estudio La forma urbana de Quito: una historia de centros y periferias que la relación urbana estaba supeditada a las clases dominantes mediante mecanismos de apropiación del suelo urbano de calidad, los cuales se vieron altamente condicionados por el despojo y el reparto heredados de un rango social colonial, con fuerte influencia de la Iglesia Católica, distribuyendo el espacio en función de sus intereses y jerarquía. 

Kingman complementa esta visión en su libro Quito 1860-1940 Higienismo, ornato y policía, indicando que los constantes abusos cometidos por los grupos dominantes contra el sector indígena y campesino, así como el ejercicio de la presión económica por parte del sistema de mercado, se sumaban a la dominación en el ámbito espacial/territorial y perpetuaban dinámicas socioeconómicas de exclusión y subordinación.

Concluidas las guerras de la Independencia, y dando por terminada la Colonia, se produjo una profunda crisis demográfica fortalecida por las pestes y desastres naturales, la cual afectó con mayor intensidad a los centros urbanos del país.

Particularmente, en el caso de Quito, los flujos de mercancías, población y capital modelaban una ciudad difusa donde la simbiosis entre las dinámicas urbanas y rurales conformaban una misma estructura histórica y social. Es decir, no existía una hegemonía urbana y no se puede entender a la ciudad y al campo como procesos separados. Los límites entre la ciudad y el campo no eran demarcados de modo suficientemente claro en los planos y descripciones que se hacían de Quito. 

Como la mayor parte de la población se autoabastece de alimentos, el comercio interno se limita al intercambio agrícola regional y al de telas para uso de indios y mestizos. El hecho de que muchas haciendas hayan sido además centros fabriles indica que la industria colonial no fue urbana, ya que las ciudades ecuatorianas no fueron ciudades de productores sino de consumidores.

Es importante remarcar el contexto económico del país como un condicionante en la lógica de organización espacial, donde surgen y se consolidan las urbes de Quito y Guayaquil en un modelo bicéfalo, como polos de desarrollo y acumulación comercial. Es decir, las dinámicas urbanas de ambas ciudades son un resultado de, entre otras cosas, la relación entre la plantación costeña y la hacienda serrana, es así como el crecimiento y la integración del mercado se constituyeron sobre la base de la acumulación de las rentas territoriales tanto agrícolas como urbanas. 

En definitiva, aunque es complejo resumir más de 200 años de historia económica cabe destacar los siguientes factores: 

  • Una dependencia del mercado internacional debido a la primacía de productos primarios.
  • Escaso consumo interno y subordinación de clases que parte desde la Colonia y que no cambió sustancialmente con la Independencia

Así, las condiciones para el desarrollo de la población y el incremento en sus niveles de vida se vieron limitados por los vaivenes coyunturales mundiales y no fueron apoyados por las instituciones estatales ni por un sector privado dinamizador. 

En la actualidad, este panorama, si bien ha sido modificado por la irrupción del petróleo como principal producto exportador, no ha visto un cambio sustancial en su estructura productiva, pues 75% de las exportaciones siguen siendo commodities, y el Ecuador vive sujeto a shocks externos por las caídas en los precios de las materias primas. A su vez, el Estado no ha logrado empujar una verdadera dinamización económica, y el sector privado sigue estando muy lejos, tanto en volumen como en calidad de producción, de los países desarrollados.

Justamente, uno de los grandes problemas que estanca al país en el subdesarrollo es el descontinuo de los planes de desarrollo. La historia ecuatoriana ha demostrado la inestabilidad del enfoque de las políticas públicas con cada cambio de Gobierno desde tiempos inmemoriales. Esto no le permite al país establecer políticas a largo plazo ya que un plan de desarrollo requiere del trabajo permanente y la ideología bloquea ese proceso.

Más allá de la tendencia ideológica deben estar los objetivos de largo plazo: sostenibilidad fiscal, calidad de vida digna, empleo, productividad y desarrollo. Pero para lograrlo es necesario modificar la estructura de la sociedad, continuar con los procesos anteriores que sean beneficiosos para el país y sus habitantes y establecer políticas permanentes que cumplan su cometido.

(*) Jorge Pérez, analista económico Revista Gestión.

 

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Last modified on 2022-06-03

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