Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson reciben el Nobel de Economía de 2024. ¿Su mérito? Haber contribuido a la economía en materia de instituciones y desarrollo. Los galardonados plantean que, con la irrupción de la inteligencia artificial, nos encontramos ante una encrucijada social y proponen un camino para afrontarla.
LAS IDEAS DE LOS PREMIADOS
Estos economistas defienden la necesidad de desarrollar instituciones sociales inclusivas. Argumentan que solo así prosperan las naciones.
¿A qué se refieren con instituciones inclusivas? A instituciones que buscan el beneficio de todos los ciudadanos. Es decir, instituciones que no han sido creadas por una pequeña élite para satisfacer sus propios intereses, sino que distribuyen los beneficios de cualquier avance social entre todos los ciudadanos.
Si bien esta tesis ha tenido una amplia acogida en el mundo académico, también ha suscitado críticas. La politóloga Yuen Yuen Ang ha manifestado sus dudas sobre la validez empírica del trabajo de los laureados. Afirma que su teoría no tiene validez general y, por tanto, no puede extrapolarse a países no democráticos como China.
Por otra parte, los premiados defienden la importancia de la participación ciudadana y de que todos, empresas, administraciones y comunidades deban de contribuir a la creación de las nuevas instituciones que configurarán un futuro en el que la IA estará presente de manera determinante.
REEQUILIBRIO SOCIAL EN TORNO A LA IA
Con estos argumentos, Acemoglu y Johnson han analizado en su libro Poder y progreso (2023) la encrucijada que se abre con la irrupción de la inteligencia artificial y su integración en la vida social.
Los autores plantean que, como ya ocurrió antes, esta tecnología disruptiva va a cambiar profundamente la configuración de la sociedad y, más que preocupados por los posibles superrobots que pueda generar, temen los desequilibrios sociales y de poder que puedan producirse según cómo se regule e integre la IA.
Además, afirman que, aunque la inteligencia artificial pueda ser una fuente de beneficios, esto no significa que vayan a ser distribuidos de manera equitativa. El excesivo poder que ejercen las empresas creadoras y desarrolladoras de estas tecnologías puede llevar a una gran desigualdad, que puede cobrar especial relevancia en los mercados laborales.
VOZ CIUDADANA
De ahí la importancia de dar voz a los ciudadanos a la hora de diseñar el marco institucional que integrará la IA en nuestras vidas. Es indispensable que se configuren unas instituciones inclusivas. De esta forma, los costes y beneficios de la IA serán compartidos y soportados por todos los grupos sociales y no disfrutados exclusivamente por una élite a costa de los trabajadores.
En la entrevista concedida a la UNESCO tras el anuncio del premio, Acemoglu subraya la importancia de que los ciudadanos de los países democráticos tengan una voz en el devenir institucional de la IA. Pues, como él mismo dice: “Los ciudadanos tenemos más poder del que a veces pensamos”.