Las recientes elecciones presidenciales en Ecuador han revelado un fenómeno electoral fascinante: el candidato Daniel Noboa ha logrado consolidar un apoyo significativo tanto en los sectores más pudientes como en los más vulnerables de la sociedad ecuatoriana, dibujando lo que los analistas han identificado como un patrón parabólico en la distribución del voto. Este comportamiento electoral, que a primera vista podría parecer contradictorio, representa una dinámica sociopolítica compleja que merece un análisis detallado. En un país caracterizado históricamente por profundas divisiones regionales y socioeconómicas, esta convergencia de los extremos plantea interrogantes fundamentales sobre las motivaciones del electorado y las estrategias de campaña que han resultado efectivas en el actual contexto ecuatoriano.
Según Carlos Larrea, investigador y docente de la Universidad Andina Simón Bolívar, en entrevista para GESTIÓN, “el apoyo a Noboa sube con el nivel de vida, es decir, que son las áreas más ricas del país, como el valle de Tumbaco, las que más voto presentan por Noboa”. Sin embargo, lo verdaderamente interesante es que “en el estrato más pobre de la población, Noboa también tiene un apoyo”, mientras que su respaldo es notablemente más bajo “en las áreas más bien rurales de clase media baja o clase popular, pero no las más pobres del país”.
EL FENÓMENO DE LA PARÁBOLA ELECTORAL: DATOS Y EVIDENCIAS
El análisis geográfico y estadístico del voto en Ecuador revela claramente este fenómeno parabólico en el apoyo a Daniel Noboa. Los datos electorales, desagregados a nivel parroquial y cruzados con indicadores socioeconómicos, muestran una tendencia inequívoca: Noboa obtiene sus mejores resultados tanto en las parroquias con mayor índice de desarrollo social como en aquellas con los índices más bajos, mientras que su desempeño es comparativamente más débil en los sectores intermedios (Gráfico 1).
Gráfico 1
Votos por Daniel Noboa según provincia
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Como se observa en el mapa de votación por parroquias, las zonas con mayor apoyo a Noboa (representadas en tonos más oscuros) se concentran en las principales ciudades del país, particularmente en Quito, Guayaquil, Cuenca, y en la región de la Sierra sur, así como en determinadas zonas de la Amazonía y, muy notablemente, en la provincia de Tungurahua, que se convirtió en un bastión fundamental para su candidatura. Los resultados en las principales ciudades del Ecuador confirman esta tendencia (Gráfico 2).
Gráfico 2
Resultados de las principales ciudades del Ecuador
Resultados de las principales ciudades del Ecuador:
Quito: Luisa González 31,55%, Daniel Noboa 56,65%, Leonidas Iza 4,78%
Guayaquil: Luisa González 42,95%, Daniel Noboa 48,89%, Leonidas Iza 0,64%
Cuenca: Luisa González 35,75%, Daniel Noboa 49,18%, Leonidas Iza 5,52%
Según Larrea, “Noboa tiene un apoyo predominantemente urbano. En la provincia de Pichincha, él obtiene una mayoría muy sólida solamente en la ciudad de Quito, entendida como área urbana, incluyendo el valle de Tumbaco. En el resto de la provincia es mucho más débil”. Esta concentración del voto en áreas urbanas es coherente con la estrategia de campaña implementada por el candidato, basada fundamentalmente en redes sociales y enfocada en los centros urbanos, sin un discurso diferenciado para las zonas rurales.
FACTORES SOCIOPOLÍTICOS: MÁS ALLÁ DE LA POLARIZACIÓN TRADICIONAL
¿Qué explica esta coincidencia en el comportamiento electoral de sectores socioeconómicos tan dispares? Una primera aproximación requiere entender que este fenómeno representa una ruptura con los patrones históricos de votación en Ecuador, donde tradicionalmente la geografía electoral había estado determinada por divisiones regionales (Sierra-Costa) y por lealtades políticas basadas en la clase social.
Larrea señala que “el apoyo al correísmo se configura claramente desde la segunda vuelta electoral en el año 2006 y es más o menos consistente”, pues históricamente ha estado “ubicado en sectores medios bajos rurales o de pequeñas ciudades de la costa, principalmente de las provincias de Manabí y Los Ríos”. Esta consistencia histórica contrasta con el patrón más complejo que muestra el apoyo a Noboa.
La crisis multidimensional que atraviesa Ecuador ha reconfigurado estas lealtades tradicionales. En particular, la inseguridad y la violencia derivadas del auge del narcotráfico han afectado la percepción ciudadana sobre la eficacia del gobierno actual. Según Larrea, “todas las encuestas de opinión que se hicieron antes de las elecciones nos muestran que el problema de la seguridad se constituye en el más importante en la opinión pública, sea la crisis económica o el empleo que siempre han sido importantes, están en segundo lugar o en segundo o tercer lugar, pero lo más importante, lo que más les preocupa a los ecuatorianos es detener la violencia y eso configuró el resultado”.
Esta nueva realidad ha generado un contexto en el que los electores, independientemente de su estrato socioeconómico, buscan alternativas que prometan soluciones efectivas al problema de la inseguridad. Larrea explica que “las regiones más afectadas por la violencia, primero la costa y segundo la frontera norte” son precisamente donde Noboa no ganó, lo que muestra una “coincidencia muy clara de tipo geográfico”.
Este análisis sugiere que “los resultados negativos de la política de seguridad de Noboa influyeron fuertemente en el empate técnico en el que quedaron los resultados en la primera vuelta”.
Adicionalmente, la crisis económica post-pandemia ha agudizado la precariedad laboral y ha reducido las oportunidades tanto para los sectores más vulnerables como para las clases medias. En este contexto, el discurso de Noboa, centrado en la reactivación económica, la generación de empleo y la seguridad, ha logrado conectar con las preocupaciones más inmediatas de amplios sectores de la población, trascendiendo las divisiones de clase tradicionales, a pesar de no tener resultados notorios durante su tiempo en el poder.
ESTRATEGIAS DE COMUNICACIÓN Y DISCURSO: CONECTANDO CON MÚLTIPLES AUDIENCIAS
Uno de los factores clave que explica el éxito de Noboa en sectores socioeconómicos tan diversos ha sido su estrategia de comunicación y la construcción de un discurso que, si bien no está explícitamente diferenciado para distintas audiencias, ha logrado resonar con preocupaciones transversales a parte de la sociedad ecuatoriana.
La campaña de Noboa se caracterizó por un uso intensivo de las redes sociales. “Noboa hace su campaña a través de las redes sociales, principalmente, no tiene un discurso diferenciado para el campo, de ahí que obtiene una votación eminentemente urbana”, analiza Larrea. Sin embargo, esta estrategia aparentemente limitada a lo urbano también logró permear en zonas rurales específicas, particularmente en aquellas más afectadas por la pobreza extrema.
Asimismo, Larrea destaca que hay dos estrategias de campaña de Noboa: “Creo que hizo básicamente una campaña digital” y, a diferencia de su contrincante, “no pudo recorrer el país porque tuvo problemas políticos con su vicepresidenta, y por ende no podía alejarse por mucho tiempo de Carondelet”.
Esta estrategia digital, señala Larrea, puede explicar “en gran parte también cierto éxito que tuvo en la mayoría de las ciudades”. “En casi todas las elecciones las estrategias de campaña actualmente se basan en las redes sociales y en los medios de comunicación más que en un recorrido pueblo por pueblo del país”, explica.
Sin embargo, no encuentra en la campaña que hizo Daniel Noboa rasgos particulares que pueden dar una explicación demasiado evidente de este apoyo fuerte que obtuvo en la sierra central.
Esta aparente falta de un discurso diferenciado podría ser, paradójicamente, parte de su éxito, al presentarse como una alternativa de cambio sin compromisos específicos que pudieran alienar a determinados sectores.
LA CRISIS DE SEGURIDAD COMO FACTOR DETERMINANTE
La crisis de seguridad que atraviesa Ecuador ha jugado un papel fundamental en la reconfiguración de las tradicionales lealtades políticas basadas en clase social o región. El aumento exponencial de la violencia, particularmente en zonas específicas del país, ha generado un contexto en el que la seguridad se ha convertido en la principal preocupación del electorado, por encima incluso de consideraciones económicas o ideológicas.
La violencia en Ecuador explotó desde más o menos 2022-2023, pues hasta 2018 el Ecuador era un país relativamente pacífico, “una especie de isla de paz”. Sin embargo, con la expansión del narcotráfico, la situación cambió dramáticamente.
Este cambio ha tenido profundas implicaciones electorales. Larrea explica que “la gente que en su cotidianidad percibe la violencia, obviamente la rechaza, porque crea una sensación de enorme de inseguridad e inestabilidad”.
En este contexto, el gobierno actual ha sido percibido como ineficaz en su respuesta a la violencia: “Los mismos datos oficiales nos decían que la tasa de asesinatos por cada 100.000 habitantes no ha cambiado significativamente y en los últimos meses incluso ha aumentado”. Esta percepción de fracaso en la política de seguridad ha sido determinante en la configuración del voto (Gráfico 3).
Gráfico 3
Homicidios intencionados cometidos por cada 100.000 habitantes en Ecuador
La distribución geográfica de la violencia también explica patrones de voto específicos. Larrea señala que “las regiones más afectadas por la violencia” son la Costa seguido de la frontera norte porque la droga viene de los departamentos de Nariño y Putumayo en Colombia que son fronterizos con Esmeraldas y con Sucumbíos, una zona donde ganó González.
Estos factores han sido determinantes en la ruptura de patrones tradicionales de votación y explican, en parte, la peculiar geografía electoral que observamos en el apoyo a los distintos candidatos.
ALTERNATIVA O CONTINUIDAD: FENÓMENOS ELECTORALES Y DESAFÍOS DE GOBERNABILIDAD
El fenómeno observado en Ecuador no es único en el contexto global. Se podrían establecer paralelismos con el voto a Trump en Estados Unidos o a Milei en Argentina, caracterizándolos como ejemplos de “voto protesta”.
“Estamos en un cambio generacional muy grande, en un cambio de larga duración a nivel mundial. Hay una emergencia enorme de la extrema derecha. Y los casos más destacados en nuestro continente son Trump y Milei, que fue una gran sorpresa, y algunos años antes pero en la misma línea, Bolsonaro en Brasil”.
Profundizando en esta comparación, Larrea explica que la gente vota por Milei y por Trump no porque conozca sus programas, sino porque está sumamente cansada de años enteros en los cuales las políticas económicas norteamericanas no han favorecido a los grandes sectores de las clases medias urbanas. Este descontento generalizado lleva a los votantes a buscar alternativas disruptivas.
Aplicando este análisis al caso ecuatoriano, Larrea concluye que el voto de Noboa no es un voto racional, sino un voto de protesta. “La gente dice, bueno, tengo que escoger entre la continuidad y una alternativa. Si a mí me ha ido muy mal por la continuidad, yo prefiero votar por una alternativa, sea la que sea”.
Estos paralelos son particularmente relevantes para entender la paradoja del apoyo a Noboa. En todos estos casos, se observa una convergencia de sectores socioeconómicos diversos bajo el paraguas de un discurso que promete cambio y soluciones a problemas percibidos como urgentes, trascendiendo las divisiones tradicionales de clase.
Sin embargo, esta peculiar base de apoyo plantea desafíos significativos para la gobernabilidad. Al respecto, Larrea es pesimista sobre las perspectivas futuras: “Yo personalmente soy bastante pesimista sobre las posibilidades de que puedan tener cualquiera de las dos candidaturas para realmente tratar de resolver los problemas del país”.
Pues a todo lo anterior se suma la crisis económica de larga duración que ha enfrentado el país y que comenzó en 2014 con la caída de los precios del petróleo.
Frente a estos desafíos estructurales, Larrea no ve propuestas sólidas de ninguno de los candidatos: “No hay un proyecto económico alternativo. Tanto Luisa como Noboa piensan apoyar su programa económico, si es que lo tienen, en una expansión de las actividades extractivas, básicamente el petróleo y minería, y ninguna de esas dos posibilidades puede conducir realmente a una reactivación de la economía”.
En este contexto, el próximo gobierno enfrentará condiciones muy adversas, pues el próximo presidente va a encontrar un país con menos recursos petroleros y un crecimiento exponencial de la violencia, condiciones que podrían llevar a “una pérdida de la institucionalidad del Estado” ya que “ambos gobiernos tienen una propuesta autoritaria”.
Su pronóstico es sombrío: “Yo creo que el Ecuador en los próximos cuatro años, cualquiera que sea el candidato que gane en la segunda vuelta, va a enfrentar un retroceso económico y social sumamente grave”.
Esta convergencia de los extremos socioeconómicos representa tanto una oportunidad como un desafío. Por un lado, ofrece la posibilidad de construir políticas públicas que trasciendan las divisiones de clase y atiendan problemas transversales como la seguridad y el empleo. Por otro, plantea el reto de satisfacer expectativas potencialmente contradictorias y mantener la cohesión de una base de apoyo heterogénea.
El próximo presidente enfrentará circunstancias extremadamente difíciles, con una economía en contracción, una creciente violencia y sin propuestas claras para abordar estos problemas estructurales. La paradoja del apoyo a Noboa desde sectores tan diversos refleja un fenómeno más amplio de descontento con el statu quo y búsqueda de alternativas, similar a lo ocurrido con Trump en Estados Unidos o Milei en Argentina. Este “voto de protesta” no se basa necesariamente en una adhesión racional a propuestas específicas, sino en un rechazo a las condiciones actuales y una apuesta por el cambio, “sea el que sea”.
El Ecuador se suma a una tendencia global de reconfiguraciones electorales donde las divisiones tradicionales basadas en clase social o ideología ceden terreno ante preocupaciones inmediatas como la seguridad, la estabilidad económica y la efectividad gubernamental. Comprender estas dinámicas resulta fundamental no solo para interpretar los resultados electorales actuales, sino también para anticipar los desafíos que enfrentará el próximo gobierno en términos de gobernabilidad y legitimidad.
(*) Elaborado por economista Liz Ortiz, analista económica Revista Gestión.
Last modified on 2025-03-17