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Autor: Gabriela Castillo *

El conflicto armado en ese país obligó a que 711 de ecuatorianos —sobre todo universitarios— regresaran al país bajo garantías que la administración de Guillermo Lasso incumplió. En algunos casos, los estudiantes nunca lograron ingresar al sistema de educación pública y en otros, los cupos ofrecidos no encajaban con la carrera, la ciudad de residencia, la vocación o, incluso, las posibilidades económicas, lo que empujó a muchos a regresar a un país en guerra.

Viernes 4 de marzo de 2022.  “Bienvenido a casa”, “Te esperamos”, “Te extrañamos”, “Te queremos en tu hogar…”. Así rezaban los rótulos de los familiares que esperaban ansiosos al primero de los tres vuelos humanitarios que dispuso el Gobierno para evacuar a ecuatorianos que radicaban en Ucrania. El avión arribó al aeropuerto de Tababela, en Quito. Abrazos, besos, pero sobre todo lágrimas, fueron la tónica.

Daniel Castillo, de 23 años, fue uno de los ecuatorianos que viajó en ese vuelo, que pudo tomar luego de huir de la zona de guerra en Ucrania, que empezó a ser bombardeada por Rusia el 24 de febrero. Daniel junto con su hermano, Jaime, de 22, vivían en Kiev, la capital ucraniana. Allí perseguían su sueño de volverse aviadores. “Mi madre vio una publicidad en Facebook de estudiar aviación en Ucrania. Averiguamos, vimos los requisitos, las facilidades y quedamos convencidos de ir allá”, recuerda.

Ellos son dos de los ecuatorianos víctimas de un conflicto ajeno en Ucrania, un país que lleva más de un año y medio en guerra con Rusia. El conflicto armado obligó a que 711 de ecuatorianos, sobre todo universitarios que estaban radicados en ese territorio, regresaran al país bajo promesas y garantías que la administración de Guillermo Lasso incumplió. 

Precisamente, esta investigación revela que hubo universitarios que nunca lograron ingresar al sistema de educación pública. En algunos casos, los cupos ofrecidos no encajaban con la ciudad de residencia, la vocación o, incluso, las posibilidades económicas, mientras que en otros casos la oferta académica nacional no ofrecía a los chicos las mismas carreras que estudiaban en Europa, lo que empujó a muchos a regresar a Ucrania. 

Pero no solo eso, aunque el Gobierno se comprometió en ese momento a presentar recursos legales por las irregularidades en la migración de los estudiantes, todo quedó en nada. Únicamente la Fiscalía inició una investigación de oficio que aún se encuentra en etapa pre-procesal y, por lo tanto, es reservada.

Los hermanos Castillo atestiguaron bombardeos, disparos y explosiones, vieron cómo la gente tenía que esconderse en búnkeres, departamentos y museos para proteger su vida y recuerdan que prepararon una mochila de seguridad para emprender la salida de ese país, un propósito que les tomó alrededor de dos semanas.

Daniel sintió que fue más tiempo: “Para mí fue una espera muy larga. Cuando regresé a Ecuador, me deprimí full. La pasé mal, muy mal durante dos o tres meses. Hay personas a las que no les afectó, a mí sí me hizo daño. Lo mejor fue ir a terapia con el psicólogo”. 

Los jóvenes buscaron opciones para salir por otra ruta que no fuera Polonia, ubicada en Europa Central, a 944 kilómetros al este de Ucrania, ya que esa vía estaba saturada. Marcharon entonces por Eslovaquia, en donde tomaron contacto con las autoridades de la Cancillería ecuatoriana. Daniel y Jaime fueron los primeros en abordar el vuelo humanitario. Desde ahí volaron a Hungría, después a Polonia, donde recogieron a más compatriotas, hasta aterrizar en Ecuador.  

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Compatriotas que radicaban en territorio ucraniano se reunieron con Luis Vayas, viceministro de Relaciones Exteriores, antes de emprender el viaje de retorno a Ecuador. | Foto: Cancillería

Al llegar, tenían sentimientos encontrados. Por un lado, el alivio de estar sanos y salvos, pero por otro, estaban llenos de incertidumbre. “No sabíamos qué iba a ser de nosotros. Dejamos atrás nuestras vidas, nuestros sueños”, relata Daniel.

En enero de 2022, el Ministerio de Relaciones Exteriores ya había ejecutado un plan para identificar cuántos compatriotas radicaban en ambos países. Esto, tras el anuncio del presidente ruso, Vladimir Putin, de atacar territorio ucraniano. Juan Carlos Holguín y el viceministro Luis Vayas informaron que alrededor de 2.000 ecuatorianos se encontraban en los territorios en conflicto: 1.300 en Rusia y 700 en Ucrania.

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En redes sociales, los ecuatorianos que regresaron al país difundieron imágenes de su trayecto, en los vuelos humanitarios. | Foto: Twitter

Tras el inicio de la guerra, la Cancillería conformó un equipo de 200 funcionarios y un comité de crisis y para la repatriación se trabajó con la Cruz Roja. 

Solo en los tres primeros días del ataque identificaron a 200 compatriotas que salieron desde Ucrania hasta Polonia; 23 a Eslovaquia; ocho a Hungría; cinco a Moldavia, y dos a Rumania. Simultáneamente, en Quito, la Cancillería mantenía reuniones con los padres de los jóvenes, quienes exigían al Gobierno actuar y traer de vuelta a sus hijos. 

Finalmente, la comitiva trajo a 711 ecuatorianos procedentes de Ucrania, más compatriotas de los que se registraron al inicio de la comitiva. En tres vuelos humanitarios y varios vuelos comerciales se logró evacuar a los compatriotas; también se trasladaron a 88 mascotas.

Solo los vuelos humanitarios lograron transportar a 639 personas; el resto (72 pasajeros) regresó a través de vuelos comerciales. El primer vuelo humanitario arribó el viernes 4 de marzo, con 246 pasajeros. El segundo, el sábado 5 de marzo con 203 pasajeros. Y el tercero, el lunes 14 de marzo, con 190 pasajeros. 

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Instante del traslado de compatriotas hacia Ecuador, por gestión del Ministerio de Relaciones Exteriores. | Foto: Cancillería

El Gobierno no difundió el dato exacto de cuántos compatriotas decidieron permanecer en Ucrania y en países vecinos, pero sí informó que solicitó a quienes optaron por quedarse, firmen una carta de descargo asumiendo la responsabilidad y el riesgo. 

Durante una conferencia de prensa ofrecida el 2 de marzo de 2022, Holguín garantizó a los estudiantes y sus familias que no perderían el progreso académico alcanzado y anunció que trabajarían con la Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (Senescyt) en un plan de contingencia para atender cada caso.

“Se ha desplegado un plan, en conjunto con la Senescyt y la Unesco, para crear de inmediato todas las políticas públicas de inserción a partir de la llegada de los estudiantes, para que tengan esas oportunidades que no tuvieron y que les hicieron salir”, reiteró.  

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El canciller Juan Carlos Holguín lideró varias mesas para articular acciones en beneficio de los compatriotas en Ecuador. | Foto: Cancillería

El entonces titular de la Senescyt, Alejandro Ribadeneira, respaldó lo dicho por el canciller y anunció que se elaboraría un plan de contingencia para recibir a los estudiantes en las universidades ecuatorianas.

“Hemos diseñado un plan de contingencia que permita la inserción de los jóvenes que estaban en Ucrania al sistema de educación superior del país. Estamos afinando el plan a nivel macro, pero es necesario contar con toda la información por parte de los chicos, como la universidad, la carrera y el semestre al que llegaron. Esto nos permitirá tener alternativas que permitan esa inserción, que está garantizada”, expresó en declaraciones al portal Primicias.

Pero eso no ocurrió. 

VIAJES DUDOSOS Y DENUNCIAS EN EL AIRE

Mientras duró la crisis, el excanciller Holguín —quien se negó a dar su versión para este reportaje— dijo en repetidas ocasiones que existían empresas que ofertaban paquetes estudiantiles para llegar a Ucrania. “Hay intermediarios que tenían como negocio llevar a ecuatorianos a estudiar a Ucrania y a trabajar de manera ilegal”, expresó en rueda de prensa ofrecida en 2022. 

Esta investigación comprobó que efectivamente es así e identificó que no importa de qué ciudad o provincia provenga el estudiante, todos los universitarios consultados acudieron a la misma empresa: el Programa Universitario Europeo (Puelat). 

Las oficinas funcionan en el sector de El Batán (norte de Quito) y si un ecuatoriano trata de llegar al país europeo a través de esta operadora, debe solicitar una cita con un equipo de la organización. A través de la cita, el operador explica en qué consiste el programa de estudios por cada carrera y entrega información escrita de los valores del servicio. 

El costo total para el primer año es de USD 3.700, que incluyen gestión de ingreso y dos pensiones semestrales, además de servicios generales de asesoramiento sobre el contrato estudiantil. Los trámites se inician con la cancelación de un primer abono de USD 720. 

Para el viaje, se debe pagar USD 1.200. El costo no incluye rubros como seguro, chequeo médico, boleto aéreo o gastos generados por transferir al exterior. Tampoco contempla la residencia universitaria, por la que se cancela USD 56 mensuales y que es uno de los aspectos que más quejas despierta entre los estudiantes. 

Uno de los exaplicantes, que prefirió mantener la reserva, aseguró que las habitaciones de las residencias son muy pequeñas y que meses después dejó el programa “porque no tenía el acompañamiento que le habían ofrecido”. Otro estudiante coincidió con ese criterio. También le llamó la atención el espacio reducido de los dormitorios, así como una plaga de cucarachas.

“El problema de las cucarachas es brutal. Eso fue algo que detesté. Y las autoridades se hacían de la vista gorda. La cocina siempre estaba llena de cucarachas, especialmente en la noche”. 

El mismo inconveniente vivió un alumno que llegó a Vinnitsa, una ciudad del centro-oeste de Ucrania, situada a orillas del Bug Meridional. El alumno aseguró que fue incómodo vivir en las residencias, no solo por la infestación de insectos, sino por la falta de higiene en las instalaciones, cuando estudiaba en la Universidad Técnica Nacional. “La ducha no estaba en óptimas condiciones, no tenía drenaje. Y si tenías más electrodomésticos te cobraban más”. 

El joven también aseguró que para evitar que los alumnos se cambien a otras universidades, el campus les retenía un certificado de residencia denominado “posvidka”. Sin ese papel, no se podían mover por el país. “Era como un impedimento para movilizarse por Ucrania ya que a veces en los trenes revisan pasaportes o posvidkas para ver que no sean migrantes ilegales.

«Sin ese documento pueden detenerte hasta averiguar si eres legal o no”, comenta. 

Sin embargo, Oleg Nishelskji, representante de Puelat, explicó a este equipo periodístico que no han llegado quejas hasta la organización sobre esas situaciones: “Siempre ha habido transparencia porque nosotros tenemos la información directa de parte de la universidad”. 

Asimismo, aseguró que las residencias cumplen con todos los requerimientos tanto sanitarios como de Bomberos. Y advirtió que, en caso que se suscite algún problema por plagas, los estudiantes deben informar a las autoridades, para que se conforme una comisión que solucione el problema: “No nos ha llegado ningún comentario o solicitud, porque en caso de tener alguna queja, se procedería de forma correspondiente”. 

Sobre los casos de retención de los posvidka, Nishelskji señaló que las universidades no tienen derecho a proceder de esa forma y que incluso el documento no llega a manos de la institución educativa, pues el estudiante es el único responsable de acercarse a Migración, que es el organismo que permite tener la estancia legal en el país. “Ese documento es de recepción personal, es el estudiante quien pone su firma”, anota.

Nishelskji añade que el posvidka equivale a una cédula de ciudadanía que se necesita para cualquier trámite. Por eso, en caso de que un ciudadano no presente el documento, “se lo llevan detenido hasta por seis horas para verificar su identidad”. 

De su lado, Arturo Griffin, cónsul de Ucrania en Ecuador, admite que sí tienen conocimiento de estos casos, pero aclara que las agencias son entidades privadas sobre las que no tienen “ninguna posibilidad de control”. 

El excanciller Holguín, durante una presentación ante el Pleno de la Asamblea, aseguró que en la Fiscalía reposan denuncias de varias personas. Señaló que algunos estudiantes pagaron hasta USD 8.000 para ir a Ucrania, y que no contaban con documentos de las universidades donde se encontraban.

“Hemos estado en continúa comunicación con nuestros compatriotas en Ucrania, a fin de brindarles opciones de traslado interno y hacia el exterior”, señaló en su ponencia. 

Sin embargo, Marcelo Hurtado, director de Protección del Ministerio de Relaciones Exteriores, reconoce que desde la entidad no se activó ninguna denuncia por, precisamente, tratarse de un tema privado. “Cada persona que se sienta afectada, debe interponer una denuncia, una demanda ante la Fiscalía o ante la Función Judicial competente para que sean ellos los que aperturen estos casos”. 

El Departamento de Comunicación de la Fiscalía General confirmó que sí se inició una investigación de oficio al respecto. A través de un correo electrónico se consultó bajo qué figura legal se realiza la investigación y cuál ha sido su curso tras un año y medio de los hechos.

La Fiscalía respondió que, por el momento, “no es factible atender la solicitud por tratarse de una investigación que permanece en fase pre-procesal”, por lo que la información es reservada, de conformidad con el artículo 584 del Código Orgánico Integral Penal (COIP). 

“Las actuaciones de la Fiscalía (…) se mantendrán en reserva, sin perjuicio del derecho de la víctima y de las personas a las cuales se investiga y de sus abogados a tener acceso inmediato, efectivo y suficiente a las investigaciones, cuando lo soliciten”, indicó la institución. 

Hurtado recomendó a los ciudadanos que se encuentren no solo en Ucrania, sino en cualquier otro país, mantenerse en contacto con los cuerpos diplomáticos ecuatorianos y advirtió cuidar sus pasaportes. “Siempre se les ha pedido a los ciudadanos que nunca entreguen sus papeles. Es el único documento que les puede amparar en el exterior”. 

LA REINSERCIÓN QUE NO FUE 

El 25 de febrero de 2022, la Senescyt activó el “Plan de Contingencia para la Inserción a la Educación Superior”.  Entre marzo y mayo, se inscribieron 310 personas que cumplían con los requisitos, como ser migrante retornado, lo que les daba beneficios de acción afirmativa acorde a la Ley de Movilidad Humana. 

Valeria Espinoza, delegada de la Senescyt, lideró la presentación del plan en presencia de los universitarios retornados y el 10 de marzo anunció que todos podrían acceder a una beca para terminar sus estudios o empezar una nueva carrera. Además, el  24 de marzo, ante la Comisión de Relaciones Internacionales y Movilidad Humana de la Asamblea Nacional, aseguró que no se tomaría exámenes a los alumnos, que se evaluaría cada caso de forma individual y que se estudiaría la entrega de becas.

“Desarrollamos un proyecto de inversión que financiará la iniciativa y hemos trabajado en respuesta a la necesidad de los jóvenes ecuatorianos”, enfatizó. 

Pero en la práctica, la situación fue mucho más complicada. Tal como lo reconoce María Alejandra Yépez, subsecretaria de Fortalecimiento de Talento Humano de la Senescyt. La funcionaria explicó que debieron clasificar a los retornados por especialidad, nivel de instrucción y hacer un cruce de información entre 25 y 30 universidades, para lo que se usaron cuatro mecanismos. 

El primer mecanismo, para los profesionales graduados que requerían registrar su título. En ese punto, asesoraron a 60 solicitantes, orientándolos para validar su documentación. 

El segundo y tercer mecanismo estaban orientados a aquellos que no culminaban sus estudios. Hubo 203 jóvenes registrados. Fueron agrupados por carreras —medicina, ingeniería, pilotos, etc.— para coordinar con las universidades públicas y privadas, según su capacidad operativa. Asignaron cupos a 172 estudiantes que ingresaron en 18 universidades, entre públicas y privadas.

Finalmente, 108 estudiantes aceptaron y fueron distribuidos en nueve universidades. Entre ellas, Universidad Central del Ecuador (UCE), Técnica del Norte, Técnica de Manabí, Técnica de Ambato, Escuela Superior Politécnica de Chimborazo (Espoch), Universidad Tecnológica Equinoccial (UTE) y Universidad de los Hemisferios. 

A decir de Yépez, este mecanismo fue el más complicado porque había que identificar la ubicación del estudiante, su nivel de formación y concatenar con las universidades, ya que el plan no obligaba a que las instituciones reciban a los chicos.

“La Constitución nos dice que las universidades son autónomas, tienen autonomía responsable y adicionalmente para un proceso de admisión tiene que pasar por las diferentes etapas que dicta la norma para el acceso…”, explica.

Finalmente, el cuarto mecanismo estaba enfocado en los jóvenes que iniciaron el primer semestre de su carrera y para quienes estaban en el curso de idiomas. Para estudiar en Ucrania, los extranjeros tienen que seguir de forma obligatoria clases de ucraniano durante un año antes de iniciar cualquier especialidad. En este mecanismo se registraron 64 estudiantes.

Ellos debían rendir el examen Transformar sobre 1.000 puntos, una prueba que evaluaba aptitudes (lógica, numérica, verbal y abstracta) y que se aplicaba al general de los aspirantes a la universidad pública. Este examen les daba apenas 20 puntos adicionales. Solo 37 personas optaron por este mecanismo.

Es decir, 310 personas se inscribieron al plan de contingencia. De ese número, 275 se beneficiaron con las opciones que ofreció la Senescyt; el resto prefirió no acogerse.

 

Yépez asegura que desde la Senescyt se da seguimiento a cada caso, pero no es lo que dicen los estudiantes que quedaron a la deriva.

ESTUDIANTES CON CARRERAS A MEDIAS

Además de las trabas burocráticas, uno de los principales problemas a los que se enfrentaron los retornados fue la escasa oferta académica y especializada del Ecuador. En el país existen 1.730 carreras en 57 institutos y 31 universidades públicas.

A pesar de esta nutrida lista, no hay especialidades para todos. Según datos de la Senescyt, 41 estudiantes retornados no tuvieron cupo en la universidad pública porque lo que estudiaban no se imparte en el país. Así ocurre en especialidades como aviación. 

Ese fue el caso de los hermanos Castillo.

Jaime estudiaba en la Universidad Nacional de Aviación, en Kiev. Sus padres lo enviaron a ese país en octubre de 2019 porque los costos eran más asequibles. Mientras vivió allí, invirtieron USD 7.000 (incluyendo vivienda, estudios, alimentación, etc.). Por la carrera pagaban USD 3.000 por semestre, mientras que en Ecuador las escuelas privadas cobran alrededor de USD 4.000, sin ser universidades.

En otros países de Europa, como Francia o Alemania, la especialidad cuesta alrededor de USD 10.000, sin tomar en cuenta vivienda ni alimentación.  

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Jaime y Daniel cuando estudiaban Aviación en Ucrania. La guerra interrumpió sus sueños de culminar sus carreras. | Foto: Jaime Castillo (Cortesía)

Jaime tenía previsto instalarse, por lo menos, cinco años. El primero para el idioma, y los cuatro restantes para la especialidad. Recibía materias como Meteorología, Ética en Aviación, Mecánica, Física, Matemática… Su vida académica era muy buena hasta que se vio obligado a retornar al país: “Aterricé en Ecuador y luego en la realidad. ¿Qué haría con mi carrera? ¿Qué pasaría con la inversión de mis padres? Sentí  mucha incertidumbre”, reconoce. 

Entonces, y sin más puertas por abrir, se resignó a dejar la aviación, al menos por ahora. Aplicó a una beca y hoy cursa el tercer semestre (de cinco) de una tecnología en Emergencias Médicas en el Instituto de la Cruz Roja Ecuatoriana. Aunque por ahora es lo que tiene a mano, no pierde su objetivo mayor: “Voy a aplicar los conocimientos para reunir dinero y después volver a Ucrania a continuar con mi carrera”. 

Una situación similar vivió su hermano Daniel, quien también estudiaba Aviación desde inicios de 2019. Iba ya por el sexto semestre. Le faltaban apenas 12 meses para culminar la carrera. Sus padres invirtieron alrededor de USD 10.000 en vivienda y estudios.

A diferencia de Jaime, él sí buscó una alternativa para continuar esa especialidad. Está sacando una licenciatura para piloto comercial en la Escuela Ecuatoriana de Aviación, en Latacunga (Cotopaxi). En ello ha invertido, hasta el momento, USD 7.000 por la primera etapa. Le falta un año. 

“He llegado hasta aquí gracias al apoyo de mis padres. Ellos siempre han tenido la idea de que mis hermanos y yo estudiemos lo que queramos. Para mis padres, lo importante es que culminemos nuestros estudios…”, reflexiona. 

Otro caso es el de Diego Moncayo, de 22 años, quien tampoco pudo continuar con la carrera que eligió. Viajó a Ucrania en 2020 con la intención de estudiar Psicología, en la Universidad Estatal Médica Zaporizhia, pero luego se radicó en Kiev e ingresó a la Universidad Estatal para seguir Filología, que se enfoca en el estudio del lenguaje, la palabra y la expresión lingüística.

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El vicecanciller Luis Vayas, junto a Diego Moncayo, uno de los últimos retornados a Ecuador. | Foto: Cancillería 

Cuando regresó a Ecuador, se registró en el plan del Gobierno, pero el sistema se equivocó y, en lugar de Filología, lo ubicó en Filosofía, quedando fuera del programa. 

Su madre, Janneth Mendoza, cuenta que ahora Diego estudia Lingüística en la Universidad Católica, con sus propios recursos. “Le pusimos en la Universidad Católica; pagamos sacando una deuda. Ya hemos vivido situaciones muy duras con Diego. Y como están las cosas, la guerra se va de largo”, asegura la madre.  

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Diego fue rescatado cerca de las zonas de combate, en una comitiva con la Cruz Roja y el Ministerio de Relaciones Exteriores. | Foto: Cancillería.

En la actualidad, Diego habla español, inglés, ucraniano y ruso. El semestre en la Católica cuesta USD 3.000, mientras que en Ucrania pagaban alrededor de USD 950. “A mi hijo le ha costado mucho quedarse en Ecuador. Siente que vive un retroceso”, expresa Mendoza.  

A esto se suma que la mayoría de jóvenes tuvo que revalidar materias. Así lo explica el presidente de la Asociación de Padres de Hijos Retornados de Ucrania, Vantroy Jiménez, quien detalla que esto representó una pérdida de inversión para todos.

“Los padres invirtieron mucho dinero con la ilusión de que sus hijos se preparen para encontrar un mejor futuro en un país del exterior. Y luego tuvieron que volver a invertir más dinero para que se instalen en Ecuador, lo que arruinó sus planes y el de sus hijos”, dijo.

 

UCRANIA, A PESAR DE TODO

Stalin Jiménez, de 25 años, cursaba el tercer año de Medicina en la Universidad Estatal Médica Zaporizhia, a unos 550 kilómetros al sureste de Kiev. La carrera tiene una duración de cuatro años y Stalin confió en que iba a recibir ayuda de la Senescyt, especialmente porque le faltaba apenas un año para culminar sus estudios. Mientras su caso se resolvía, el joven realizó prácticas en el Centro de Salud de Mariano Acosta, en Ibarra. 

Pasaron siete meses y la Senescyt le dio un cupo para la Universidad de Chimborazo, pero no de forma directa. Antes del ingreso debía rendir pruebas, con la posibilidad de que lo ubiquen en un nivel inferior, cuando ese no fue el ofrecimiento inicial.

“Quedamos en un compromiso. Lo único que querían era hacer ver a la ciudadanía que el Gobierno estaba preocupado, pero no era así. A nuestros hijos les ofrecieron un ingreso a la universidad y nos ofrecieron ayuda psicológica, pero ninguna de esos ofrecimientos se realizó”, condenó su padre, Vantroy Jiménez.

Por eso, Stalin prefirió regresar a Ucrania, pero no solo por los estudios, sino por la posibilidad de trabajar a medio tiempo. Antes de la guerra, laboraba en un call center en Kiev donde ganaba USD 600 mensuales. Aunque su deseo es retornar al Ecuador, será con el título en mano: “Cuando sea médico, podré encontrar más oportunidades. Uno de mis objetivos es ejercer en Ecuador”, dice Stalin. 

¿Pero cómo entender que a pesar de la estela violencia que deja la guerra, los jóvenes quieran volver a Ucrania? Hasta el 3 de agosto de este año, el Departamento de Crímenes de Guerra de la Fiscalía General de Ucrania estimó que unos 10.749 civiles murieron y otros 15.599 resultaron heridos desde que las fuerzas militares rusas invadieron distintas regiones. 

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Ciudadana ucraniana camina cerca de una zona atacada por las Fuerzas Armadas de Rusia, a pocos kilómetros de Kiev. | Foto: Pixabay

La principal razón es que no lograron una efectiva reinserción académica, tal como les planteó el Gobierno. Incluso dicen que los bombardeos no les causan tanto temor como la inseguridad que se vive en Ecuador: “La inseguridad aquí es terrible. Es triste saber que un país en guerra puede ser más seguro que tu país que, relativamente, no está en guerra. Aquí (Ecuador) hay más posibilidad de que te roben el celular antes de que allá te caiga una bomba”, reflexiona Cristobal Charvet, retornado y becario beneficiario por Senescyt, quien está culminando su carrera en la Universidad Técnica Equinoccial (UTE). 

Datos de la Policía Nacional dan cuenta de que entre enero y julio de 2023 se han registrado 3.568 asesinatos a nivel nacional. La cifra representa un aumento del 58% en muertes respecto al 2022. El año pasado, la tasa de homicidios fue de 20 por cada 100.000 habitantes, ahora se ubica en 25 con tendencia en ascenso. A ese ritmo, el año cerraría con 40 homicidios por cada 100.000 habitantes, convirtiéndose en el país más violento de la región. 

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Agentes de Policía, durante el levantamiento de indicios balísticos en un caso de asesinato en la ciudad de Quevedo (Babahoyo). | Foto: Ministerio de Gobierno.

¿Por qué se van?: la realidad de los cupos universitarios en Ecuador

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La capital ucraniana se destaca por su infraestructura clásica e histórica. Ecuatorianos coincidieron que están atraídos por esa nación y su cultura. Foto: Jaime Castillo (Cortesía)

Lograr un cupo para la universidad en Ecuador aún es complejo, sobre todo cuando el sistema da mejores oportunidades a quienes logran mejor puntaje en el examen de admisión, lo que resta posibilidades de acceso y disminuye la oferta académica para aquellos con rendimiento inferior.

Esto provoca que muchos estudiantes no encuentren cupo durante uno o varios ciclos lectivos. Según datos recogidos por el medio Primicias, para el segundo período académico de 2022, hubo 265.000 estudiantes inscritos para rendir el examen de acceso a las universidades, pero se ofertaron apenas 125.000 plazas, lo que significa que 140.000 estudiantes se quedaron sin ingresar al sistema de educación superior. 

Emilia Salomé Aragallín, de 19 años, universitaria retornada, vio de cerca cómo algunos familiares y amigos del colegio rindieron los exámenes para ingresar a una universidad pública, pero se quedaron sin cupo para el año lectivo al que aplicaron. Aunque ella siempre quiso estudiar en el extranjero, la situación de sus compañeras la impulsó aún más. Una de ellas, dice, quiso estudiar una carrera de ingeniería y, a pesar de haber alcanzado el puntaje, se quedó sin cupo. 

Emilia no quiso pasar por esa situación y optó por viajar a Ucrania con apoyo de sus padres. Ella cumplió los 17 años cuando llegó a ese país. Estaba cursando el primer año de idiomas y luego tenía planeado iniciar su carrera de Medicina en la Universidad Estatal Médica Zaporizhia.

“En Ecuador es bien sabido que no hay cupo para muchos chicos por más que saques un puntaje alto. La universidad pública no abastece la cantidad de estudiantes y es injusto que una nota defina si puedes ingresar o no a una carrera. La educación debería ser para todos y tener el derecho de elegir qué estudiar”, dice. 

Tras su regreso, Emilia permaneció en Ecuador durante dos meses. En ese tiempo, ella y su familia realizaron trámites para estudiar la carrera en la Universidad de Buenos Aires (UBA), en Argentina. Ahora estudia allí el propedeútico, antes de comenzar formalmente la carrera. 

Pero, ¿por qué escogen Ucrania? A pesar de que se trata de un país distante, con un idioma complejo y una cultura radicalmente diferente, los ecuatorianos lo ven como una alternativa viable para estudiar. Vantroy Jiménez reconoce precisamente que la diferente cultura es lo que lo motivó a apoyar a su hijo Stalin para ir a ese país: “Mi hijo decidió ir a Ucrania por el tema cultural. Él quería irse lo más lejos posible”. 

En cambio, Joselyn Mero eligió esa nación para estudiar Medicina por recomendaciones de otras personas. Su tío la convenció de realizar el viaje. Le explicó que podía llegar allá sin la necesidad de lidiar con los trámites y las evaluaciones para ingresar a la universidad pública, a pesar de que llegar a ese país no es tarea sencilla.

Para sacar la visa, el consulado se encuentra en Lima, Perú, fuera de otros trámites como la solicitud de estudios superiores, oficio de aceptación académica a la universidad, permisos de estudios ante el gobierno de ese país y otros documentos. 

La joven entendió que tenía que aprender un idioma nuevo y conocer a gente con distintas costumbres, pero eso no la desmotivó: “Puse en primer lugar a mi carrera y en segundo lugar la idea de experimentar algo que tal vez mis papás no pudieron vivir”, explica. 

Y aunque luego de regresar de Europa, la Senescyt le ofreció un cupo en la  Escuela Superior Politécnica de Chimborazo (Espoch), en Riobamba (provincia de Chimborazo), para continuar sus estudios también en Medicina, la distancia de su natal Ibarra complicaba el panorama.

Fue ahí que decidió volver a Ucrania, pues le resultaba más económico regresar al país en donde le faltan pocos años para terminar su carrera: “Si me iba a Riobamba, tenía que gastar dinero en departamento y en electrodomésticos. Me resultaba más barato regresar a Ucrania”. 

El mismo criterio comparte Daniel Castillo, quien si bien actualmente estudia en Ecuador, no descarta la posibilidad de regresar a la nación europea, pues dice que se enamoró de ese país, “me encantó”.

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Jaime Castillo (foto) y su hermano coincidieron en señalar como fascinante a  la cultura ucraniana y al entorno de ese país. Ellos desean, en algún momento, regresar. | Foto: Cortesía

Durante el retorno de los compatriotas, se identificó que Ecuador era el país con mayor número de ciudadanos latinos en territorio ucraniano, incluso mayor que México. Cifras proporcionadas por la Unidad de Gestión de Administración de la Información Migratoria del Ministerio del Interior reflejan que, entre el 1 de enero de 2019 y el 28 de febrero de 2023, un total de 998 compatriotas viajó a Ucrania.   

Marcelo Hurtado, director de Protección del Ministerio de Relaciones Exteriores, no conoce cuántos estudiantes radicaban ahí. Mencionó que había gente que residía y trabajaba formalmente, pero la mayoría de compatriotas era estudiante.

Según Senescyt, ninguno de los alumnos tiene beca universitaria en esa nación. 

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Este reportaje se realizó gracias al programa de becas de la Red de Periodismo de Investigación, un proyecto de la Fundación Periodistas Sin Cadenas. También puede leerse en el portal digital Periodismo Público.

 

Last modified on 2023-09-11

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