Un estudio desarrollado en las cuencas hidrográficas de los ríos Napo y Pastaza, incluidos los ríos Aguarico, Cuyabeno y Bobonaza, revela patrones de acumulación de metales pesados provenientes de la minería, la agricultura, la explotación petrolera y otras actividades industriales.
La investigación analizó la concentración de 11 metales en 360 peces de 58 especies. Los resultados revelaron que 53 ejemplares de 15 especies exhibieron concentraciones de aluminio, arsénico, cadmio y mercurio que superaron los estándares recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El panorama de los ecosistemas de agua dulce no es alentador. Desde 1970 se han perdido el 84 % de las poblaciones de las especies que habitan en ellos. Varios peces de importancia comercial ya están en peligro de extinción y buena parte de las comunidades que dependen de la pesca continental están viendo en riesgo su seguridad alimentaria. La creciente extracción industrial y artesanal de recursos naturales en la cuenca del Amazonas ha sido foco de preocupación ambiental a nivel global, ya que es el hogar de la mayor cantidad de peces de agua dulce, con alrededor de 2500 especies descritas.
Un estudio realizado en la Amazonía ecuatoriana, y publicado en enero de 2024 en la revista Science of the Total Environment, aborda los problemas ambientales de la contaminación por metales pesados provenientes de vertidos mineros, agrícolas, petroquímicos e industriales. La extensa investigación analizó 11 metales (aluminio, arsénico, cadmio, cromo, cobre, helio, manganeso, níquel, plomo, zinc y mercurio) en 360 peces de 58 especies a lo largo de las cuencas de los ríos Napo y Pastaza, incluidos los ríos Aguarico, Cuyabeno y Bobonaza. Los resultados revelaron que 53 ejemplares de 15 especies exhibieron concentraciones de metales pesados que superaron los estándares recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Se encontraron niveles elevados de aluminio, arsénico, cadmio y mercurio.
La investigación reveló tendencias preocupantes, como la biomagnificación de mercurio —mayor acumulación del metal a medida que se sube en la cadena trófica— dentro de las poblaciones de peces de la cuenca del Pastaza. En otras palabras, el último depredador tendrá niveles de mercurio más elevados que el primer pez. Así mismo, encontraron que mientras más pequeños son los peces, hay un mayor contenido de metales en sus cuerpos.
Las cuencas seleccionadas para el estudio son representativas de diversas actividades antropogénicas que se pueden encontrar cerca de los ríos y las pesquerías de la Amazonía ecuatoriana.
“Desde hace bastantes años hay presencia de explotación petrolera, y en años recientes también ha avanzado mucho la explotación minera, tanto legal como ilegal. En el caso de la explotación petrolera, hay una historia de derrames y de aguas de formación [fluidos presentes en la explotación de petróleo y gas], por lo que queríamos evaluar, a través de la presencia de metales pesados, si hay efectos de esos derrames en los ecosistemas acuáticos,”, dice Gabriela Echevarría, integrante del Grupo de Investigación en Biodiversidad, Medio Ambiente y Salud (BIOMAS) de la Universidad de Las Américas en Ecuador, y autora principal del artículo.
Río Pastaza, Ecuador. Foto: F Delventhal – Wikimedia Commons.
LA PREOCUPACIÓN POR EL MERCURIO
Echevarría afirma que encontraron índices elevados de ingesta diaria de metales pesados, principalmente mercurio, en ciertos ejemplares. Según la publicación, algunos de ellos son el bagre dorado (Brachyplatystoma rousseauxxi), que presentó una concentración de 0.77 partes por millón (ppm) de mercurio por kilogramo; la curbinata (Plagioscion squamosissimus) con una concentración promedio de 0.38 ppm y el manguruyú (Zungaro zungaro) con un promedio de 0.14 ppm. Estas especies tenían concentraciones por encima de los límites establecidos por la OMS para este elemento químico (0.0012–0.0017 ppm).
“Esto es preocupante porque estas especies son importantes para la pesca comercial y para la pesca de subsistencia”, destaca Echevarría.
Los investigadores realizaron pescas en julio de 2021 y en abril de 2022. El estudio resalta que las concentraciones de metales pesados en los peces difieren mucho entre los dos momentos. “Las concentraciones más altas de 10 de los 11 elementos examinados (todos excepto el mercurio) se observaron en julio de 2021, cuando los niveles de agua eran inusualmente bajos. Los mecanismos responsables de este patrón pueden estar relacionados con temperaturas más altas del agua, que aceleran las tasas metabólicas de los peces y aumentan la ingesta y absorción de metales pesados”, indica el documento.
Blanca Ríos-Touma, líder del grupo BIOMAS y coautora del artículo, menciona que siempre se asume que los peces que están arriba de la cadena trófica son los que más concentración de metales tienen, pero que en este estudio descubrieron que hay especies no piscívoras —aquellas que se alimentan principalmente de peces— que también tienen unas concentraciones altas. “A nivel general nuestros datos no son tan alarmantes porque no es que encontramos metales en absolutamente todos los peces de nuestra muestra, sino en cerca del 25 % de las especies. Además, fueron algunos individuos concretos los que sobrepasaron los límites recomendados por la OMS”, dice.
La investigadora considera que es importante que estos hallazgos se complementen con estudios de carácter etnográfico, para saber cuál es el consumo real semanal de niños, de mujeres y hombres, porque no se tiene una mirada completa del asunto. “Este es sólo un primer paso”, afirma.
El bagre dorado (Brachyplatystoma rousseauxxi), registró mercurio por encima de los niveles permitidos por la OMS. Foto: Paul Donahue, algunos derechos reservados (CC BY-NC).
El artículo científico menciona que se esperaban menores impactos ambientales negativos en la porción ecuatoriana de la cuenca del río Pastaza, pero se registraron concentraciones altas de aluminio, arsénico, cadmio, cromo, cobre, hierro, mercurio y plomo. Las concentraciones más altas de mercurio, uno de los elementos que más les preocupa a los científicos, se produjeron en los lagos de las llanuras aluviales, que son epicentros de acumulación y toxicidad de metales pesados, debido a que tienen condiciones favorables para las bacterias anaeróbicas y una mayor concentración de metales lixiviados naturalmente.
Sin embargo, las actividades antrópicas estarían influyendo en los niveles elevados de los metales pesados. Por ejemplo, un denso grupo de pozos petroleros en Perú, situados aproximadamente a 80 kilómetros (km) río abajo de los sitios de muestreo, tienen al menos cuatro puntos de descarga que liberan aguas residuales petroquímicas en la cuenca del río Pastaza, que comúnmente contienen niveles elevados de plomo, cadmio y cromo.
Otras fuentes potenciales aguas arriba abarcan la ciudad ecuatoriana de El Puyo que tiene una población de 37 600 habitantes y se ubica aproximadamente a 200 km de los sitios de muestreo, así como un grupo de fábricas textiles altamente contaminantes en Pelileo-Tungurahua, ubicadas a unos 300 km de distancia. Los investigadores mencionan que las minas de oro artesanales, ubicadas a más de 350 km río arriba de los sitios de muestreo, también pueden contribuir a la carga de metales pesados.
Contrario a la hipótesis inicial que tenían los investigadores, al analizar integralmente a los peces migratorios de larga distancia, estos no mostraron una elevación notable de metales pesados y la migración no surgió como un factor significativo que explicara la concentración de mercurio. Sin embargo, resaltan que un solo espécimen grande de bagre dorado exhibió la concentración más alta de este metal entre los 360 ejemplares que fueron capturados y analizados. “Esta especie de importancia económica se ha observado consistentemente con concentraciones elevadas de mercurio en toda la cuenca del Amazonas, alineándose con una tendencia más amplia en la que otros grandes bagres migratorios acumulan altos niveles de mercurio”, se lee en el artículo.
La curbinata (Plagioscion squamosissimus) registró mercurio por encima de los niveles permitidos por la OMS. Foto: Dominick Porcelli, algunos derechos reservados (CC BY-NC).
ESTUDIAR LA CONCENTRACIÓN DE METALES PESADOS EN EL HUMANO
El estudio publicado en la revista Science of the Total Environment es, hasta el momento, el más completo sobre metales pesados en peces de agua dulce en Ecuador. Jonathan Valdiviezo, coautor del artículo e investigador del Instituto Nacional de Biodiversidad de Ecuador (Inabio), cuenta que se seleccionaron 22 sitios en los ríos Napo, Pastaza, Aguarico, Cuyabeno y Bobonaza.
Dependiendo de las características de cada río, variaron las artes de pesca utilizadas para capturar a los peces. Usaron anzuelos, trasmallos, atarrayas, redes de arrastre y hasta electropesca de uso científico, con voltajes bajos y sólo con el fin de aturdir a los peces.
“Cuando fuimos a pescar, también consultamos con la gente de zona cuáles eran las especies que ellos más consumían y en qué tallas. De esta manera seleccionamos los peces de los cuales tomamos las muestras para hacer los análisis de metales pesados”, cuenta Gabriela Echevarría.
Una vez escogidos los especímenes, se sacrificaban en una mezcla de clavos de olor y posteriormente se medían y pesaban. Se tomaba una muestra de tejido muscular y el resto del pez era conservado en formol.
Finalmente, todas las muestras fueron llevadas a Quito y analizadas en laboratorio para detectar la presencia de los metales pesados y tener una idea de la dieta que llevaban los peces.
El manguruyú (Zungaro zungaro) registró registró mercurio por encima de los niveles permitidos por la OMS. Foto: Santiago Sierra-Paz, algunos derechos reservados (CC BY-NC).
Echevarría comenta que todavía están levantando información para poder ofrecer recomendaciones. “Lo que nosotros encontramos es que sí hay una biomagnificación de mercurio en peces depredadores de tallas grandes, pero también observamos que, en otras especies que son detritívoras [que se alimentan de los desperdicios y restos orgánicos de otros peces] y de menor tamaño, hay concentraciones más altas de otros metales como cadmio o arsénico”.
La autora principal del artículo destaca que el mercurio suele estar más asociado a la minería, pero que el cadmio y el arsénico están más relacionados con la explotación petrolera. También insiste en que estos metales, cuando superan los límites de recomendación de la OMS y cuando su exposición es a largo plazo, pueden tener fuertes efectos negativos en la salud humana.
El equipo de investigadores ya trabaja en una segunda fase del estudio, en la que quieren determinar cómo están los niveles de estos metales en las personas que viven en el área de influencia de los puntos muestreados y que se alimentan de los peces.
“Lo que sí podemos sugerir en este momento es que las comunidades deben tener precaución con la frecuencia de consumo de los peces más grandes”, concluye Echevarría.