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Autor: BBVA *

Las personas no siempre realizan elecciones de una manera racional y la economía no es una excepción. La psicología financiera es la parcela de la psicología que estudia nuestro comportamiento a la hora de tomar decisiones financieras, teniendo en cuenta las emociones, la influencia del contexto y los sesgos cognitivos que intervienen en el proceso. Conocida también como Behavioral Finance (o finanzas conductuales), sus enseñanzas son fundamentales para cuidar la salud financiera y planificar el futuro.

La economía y la psicología se necesitan mutuamente para explicar cómo funciona el cerebro a la hora de tomar decisiones económicas. “Sin la economía, la psicología carece de estructura analítica y de propósito, sobre todo a la hora de describir las decisiones diarias. Sin la psicología, a la economía le faltan consistencia externa e intuición… Juntas nos permiten comprender muy bien qué y cómo piensan, eligen y deciden las personas de carne y hueso de una manera que ninguna disciplina académica ha conseguido explicar por sí sola”, afirma Michelle Baddeley, del Institute for Choice de la Universidad South Australia, en este artículo publicado en OpenMind, la comunidad de conocimiento de BBVA.

Patricia Suárez, presidenta de la Asociación de Usuarios Financieros de España (ASUFIN), explica el origen de los conceptos ligados a lo que hoy llamamos psicología financiera: “La behavioral finance —o finanzas del comportamiento— es un concepto de los años 70 que comenzaron a estudiar los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky, y desarrollaron posteriormente los economistas Robert Shiller y Richard Thaler, que ganaron el premio Nobel de Economía”.

Esta forma de estudiar la economía teniendo en cuenta las enseñanzas de la psicología — más conocida en la actualidad como Economía del Comportamiento o Economía Conductual—, no es nueva. El propio Adam Smith describió en su obra “Teoría de los sentimientos morales” (1759) cómo las emociones sociales intervienen en nuestras interacciones con quienes nos rodean.

Pero a partir del siglo XIX, los economistas se fueron alejando del estudio del comportamiento y basaron sus investigaciones en la idea de que las personas saben lo que quieren, usan la información disponible para conseguir sus objetivos y comprenden los riesgos y beneficios de sus decisiones financieras. En definitiva, que la toma de decisiones económicas es algo racional. Sin embargo, los descubrimientos de la psicología y la neurología han demostrado que esto no es así y que a menudo utilizamos incorrectamente la información disponible y no comprendemos bien los riesgos que asumimos.

LA PSICOLOGÍA FINANCIERA, DETERMINANTE EN LA GESTIÓN EMPRESARIAL

La psicología económica “tiene como objetivo estudiar cómo la economía, los grandes índices macroeconómicos, influyen sobre el comportamiento social de la gente y cómo la conducta social influye sobre los grandes índices económicos”, afirma Ismael Quintanilla, ex director de la Unidad de investigación de Psicología Económica y del Consumidor de la Universidad de Valencia.

Las decisiones económicas se guían, en gran parte, por lo que se conoce como el sentimiento económico, añade Suárez: “Influye lo que podemos considerar el estado de ánimo general, que lo crean los indicadores macro y microeconómicos, pero también factores de índole emocional, como el estado de las economías domésticas”. La suma de millones de pequeñas decisiones personales y familiares impactan, a la postre, en la economía en general.

El experto de la universidad valenciana subraya la importancia de esta interacción con la situación económica global : “La economía me influye y yo influyo sobre la economía”. Es un modelo de carácter retroalimentado que impacta de lleno en la toma de decisiones de los empresarios. Aquí la psicología económica tiene siempre algo que decir: tanto si se trata de hacer contrataciones, abrir operaciones en nuevos mercados o trazar planes de ajuste.

La psicología influye tanto en la toma de importantes decisiones de gestión de las empresas, como en las que tienen que ver con los pequeños gastos personales y el ahorro. Quintanilla explica que valores como el rendimiento y el desempeño laboral eficiente, que vienen determinados por variables de corte psicológico, tanto a escala individual como colectiva, tienen una repercusión económica en la empresa. “La contabilidad y todo lo que ocurre en finanzas tiene una fuerte impronta psicológica”, añade. De ahí que la psicología financiera sea determinante a la hora de llevar una empresa.

Suárez, por su parte, señala que tanto en una empresa como en una familia las decisiones siguen la misma lógica: “Crecimiento, emprendimiento de nuevos proyectos e inversión en adquirir nuevas capacidades”.

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LA IMPORTANCIA DE LOS SESGOS MENTALES EN LA INVERSIÓN

Uno de los campos donde más evidente es la influencia de la psicología financiera es en el terreno de la inversión. Al igual que en otras áreas de la economía, tradicionalmente se ha tratado de explicar el comportamiento de los mercados financieros partiendo de la premisa de que los agentes que lo componen son racionales. Sin embargo, muchas decisiones financieras son emocionales y pueden estar influidas por sentimientos como la ansiedad, el miedo a la pérdida, el exceso de optimismo o un estado de sobreexcitación.

En su obra “Thinking, Fast and Slow”, Daniel Kahneman identifica dos formas de pensamiento: el sistema rápido, que funciona de forma automática y casi inconsciente y, en consecuencia, requiere muy poca energía a nuestro cerebro; y el pensamiento lento, que se ocupa de actividades mentales, como el cálculo complejo, que requieren mayor esfuerzo. “Nuestro cerebro es más inteligente a cámara lenta, pero a menudo nos guiamos por percepciones y por emociones más que por el conocimiento y el pensamiento deliberado”, explica Nuria Pesquera, responsable de Behavioral Economics de BBVA.

El sistema de pensamiento rápido —explica la responsable de economía conductual en BBVA— toma decisiones utilizando sesgos cognitivos y atajos mentales que a menudo pueden llevarnos a cometer errores.

Los sesgos cognitivos nacen de la necesidad que tenemos las personas de emitir juicios inmediatos para responder rápidamente ante determinados estímulos o situaciones. Por su parte, los atajos mentales (también llamados heurística) nos llevan a tomar decisiones sin tener en cuenta toda la información disponible o necesaria: sin darnos cuenta tomamos una pequeña parte de la información y asumimos que sabemos todo lo necesario. “De esta manera, a menudo, tomamos decisiones equivocadas, decidimos a ojo”, explica Pesquera.

En el caso de la inversión, algunos de los sesgos cognitivos más comunes, según la guía de la Comisión Nacional del Mercado de Valores español (CNMV), son:

Exceso de confianza. Es la tendencia a sobreestimar o exagerar la capacidad de una persona para realizar con éxito una tarea determinada. Los errores más comunes que provoca están relacionados con la infravaloración de los riesgos, no diversificar y realizar demasiadas operaciones.

Ilusión de control. Hace referencia a la tendencia de los individuos a pensar que tienen la capacidad de influir en situaciones sobre las que, en realidad, no tienen ninguna incidencia. Este sesgo puede llevar a que se asuma un nivel de riesgo superior al adecuado.

Confirmación. Consiste en interpretar la información recibida o buscar informaciones nuevas que corroboren las ideas previas y fijarnos más en aquello que nos lleva a confirmar nuestras creencias. Este error lleva a las personas a dejar de recopilar información cuando la evidencia reunida hasta el momento confirma las opiniones o los prejuicios que les gustaría que fueran ciertos.

Anclaje. Es la predisposición a dar más peso a la información obtenida en primer lugar que a una información nueva que la contradice. Al invertir es habitual tomar como referencia el precio pasado de una acción para determinar su potencial de revalorización futuro. Pero una cotización pasada no tiene por qué ser indicador de potencial de revalorización futura

Aversión a las pérdidas. BBVA Asset Management explica que este sesgo es “la tendencia que tenemos las personas a tener más en cuenta una pérdida que una ganancia de la misma magnitud”. La principal consecuencia de este sesgo es que el inversor tiende a adoptar un perfil excesivamente conservador para evitar pérdidas, lo que le lleva a incurrir en un coste de oportunidad y en la posibilidad de no alcanzar sus objetivos. Por ejemplo, invirtiendo su dinero en cuentas corrientes, depósitos o incluso en fondos de inversión excesivamente conservadores para el horizonte temporal de su inversión.

Falacia del coste hundido. Es el sesgo que lleva a mantener una inversión que ha generado o está generando pérdidas ante el temor a perder lo que ya se ha invertido.

Sesgo de autoridad. Es la tendencia a sobreestimar las opiniones de determinadas personas por el mero hecho de ser quienes son y sin someterlas a un enjuiciamiento previo.

 

Last modified on 2024-03-29

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