Imagínese que va de compras por el supermercado y se acerca a por un paquete de sal. Tiene a su disposición diferentes marcas y elige la que a usted más le convence, pero seguirá siendo sal. Independientemente de la que compre, la utilizará para lo mismo, ¿verdad? Pues eso mismo pasa con los medicamentos de marca y los genéricos.
Hermanos gemelos que se conocieron 10 años más tarde
Ambos son como dos hermanos gemelos que se conocieron 10 años después de haber nacido. Mientras que uno llevaba ya una década disfrutando del mundo, el otro se había quedado sin salir de casa. El primero, el de marca, vino al mundo después de que las investigaciones llamadas ensayos preclínicos y clínicos verificaran que era eficaz y seguro. Y claro, esto cuesta mucho dinero.
Por eso existe el concepto de patente, que los protege durante un tiempo para que nadie más pueda imitarlos. Esta protección la procura la Ley 29/2006 de Garantías y Uso Racional de los Medicamentos y Productos Sanitarios. Se trata de una norma de exclusividad de datos que asegura que el medicamento de marca va a estar como mínimo 10 años sin poder ser imitado.
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Se autoriza la comercialización del fármaco original por la agencia correspondiente.
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A los ocho años se permite realizar la solicitud para registrar medicamentos genéricos.
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A los 10 años puede lanzarse el genérico al mercado.
Excepcionalmente puede ocurrir que solo se pueda comercializar el fármaco genérico cuando el de marca lleve 11 años disponible. El año extra es el (+1) que aparece en el título del gráfico. Solo se amplía si durante sus 8 primeros años en el mercado el medicamento de marca obtiene una autorización para tratar más enfermedades.
Por qué debemos fiarnos de los medicamentos genéricos
Ahora imagínese que un día entra en una farmacia para pedir su medicación de siempre y la caja es distinta. Claramente va a decirle al farmacéutico o farmacéutica que no esta tomando eso. En la mayoría de los casos le estarán ofreciendo el genérico en vez del de marca, el que llevaba usando toda la vida.
Pues bien, no debe mostrar ningún recelo ante el cambio, por las siguientes razones:
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El genérico contiene los mismos principios activos, lo que nos hace efecto terapéutico.
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Tiene la misma forma farmacéutica: comprimido, inyectable, pomada…
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Ha pasado los mismos controles de calidad que los medicamentos de marca.
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Y lo mejor de todo: a diferencia de lo que la gente cree, es muy seguro para nuestra salud. Porque el fármaco original lleva ya 10 años en el mercado como mínimo, es decir, ha sido sometido a muchísimos estudios para detectar si causa alguna reacción adversa grave.
Pero ¿cómo distinguimos unos de otros?
Los genéricos llevan en su embalaje las siglas EFG (Equivalente Farmacéutico Genérico). La única diferencia que presentarán con los de marca será el color o la forma, pero es lo mismo.
Más caro no es sinónimo de mejor
Seguramente habrá escuchado o comprobado que los medicamentos genéricos son más baratos. Con todo lo que ya sabemos, tiene toda la lógica del mundo, ¿no?
Volviendo a la comparación del principio, si solo existiera una marca de sal, los responsables de la marca le pondrían el precio que quisieran porque sería un producto exclusivo. Pero ¿qué pasaría si otra empresa se pusiera a fabricar el condimento? Pues que si antes el paquete costaba 100 € y, de repente, existe la opción de comprar uno de marca blanca por 10 €, la decisión parece clara.
Los medicamentos genéricos cuestan menos porque no reflejan los costes de toda la investigación del medicamento, ya que la empresa que lo desarrolló ha demostrado que es seguro. Por eso pueden bajar el precio de venta, lo que beneficia al Sistema Nacional de Salud.
En suma: no hay que desconfiar del hermano gemelo que salió al mundo 10 años más tarde. Porque ambos, el original y la copia, son estupendos y salvan la vida de muchas personas.
Last modified on 2022-06-08