Mónica Rentería, directora de Marketing y Desarrollo de Negocios en Cobis, explica que el modelo de banca abierta es una oportunidad para que los clientes accedan a servicios personalizados y más ágiles, lo que al final hace más sencilla la vida a las personas. La apertura de la banca, que implica compartir información con terceros, plantea desafíos, entre ellos, una mayor educación financiera y tecnológica, dijo Rentería a GESTIÓN. La especialista será una de las expositoras de la sexta edición de Asobanca Future Forums, un espacio de diálogo y capacitación que realizará hoy la Asociación de Bancos Privados (Asobanca).
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¿Cómo definiría al Open Banking? ¿Para qué sirve?
Open Banking se refiere a la apertura de la banca. La premisa es que la banca puede compartir con terceras empresas los datos que tiene de sus clientes, con su consentimiento, para que estas puedan ofrecer mejores productos y servicios que se ajusten a las necesidades de la gente. Estos terceros pueden ser aplicaciones de e-commerce, mensajería u otras, que buscan ofrecer a los clientes productos y servicios adicionales a los financieros. Con esto se busca facilitar los medios de pago, el acceso a crédito y financiamiento, para que los clientes tengamos consolidada nuestra información financiera y la podamos usar y controlar.
Para que esto suceda, los bancos intercambian datos de los clientes con nuevas entidades y aplicaciones a través de distintos mecanismos tecnológicos. Entre los mecanismos tecnológicos más usados hoy están las famosas APIS (Application Programming Interfaces) que en español significa: interfaz de programación de aplicaciones, y no es más que una forma de comunicación entre dos sistemas o aplicaciones que se usan para recopilar y compartir información de transacciones.
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Cuéntenos algunos ejemplos prácticos que muestren la utilidad del Open Banking
Por ejemplo, si me quiero comprar un auto, ya no tengo que reunir los papeles para el crédito y llevarlos al banco para que vean si me aprueban o no el crédito, luego comunicarme con el concesionario y que finalmente se concrete el pago. Todo eso hoy se hace de manera más ágil gracias a la banca abierta, la información se comparte.
Nosotros en Cobis estamos trabajando con una entidad financiera pequeña que está implementando un e-commerce en donde las empresas familiares de sus clientes pueden vender sus productos usando los medios de pago de la misma entidad financiera. Y en México trabajamos también con un banco con el que se comparte información con las tiendas de los barrios y se da crédito y microcrédito a los clientes en estos canales.
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La confidencialidad de los datos de los clientes genera mucho recelo, ¿cómo avanzar con una mayor implementación de Open Banking si todavía existen estos cuestionamientos sobre el uso de los datos?
Desde hace tiempo ya se había generado la discusión, pero ahora mucho más por la pandemia, que ha acelerado la digitalización. Hoy las personas nos preguntamos constantemente sobre temas importantes como el uso y la protección de nuestros datos. ¿De quiénes son los datos al final y qué pasa si yo no quiero que mis datos se compartan con cualquiera?
Creo que el acuerdo general es que los usuarios de la banca deben tener el control sobre sus datos y decidir a quién proporcionarle su información. Al final, lo que debemos hacer es poner al cliente en el centro, es el cliente el que tiene que dar la autorización para que el banco comparta su información con un tercero. Pero esto es un ideal y hoy las cosas todavía están un poco lejos de ser así. El problema es que los clientes a veces no nos damos cuenta de qué compartimos o qué autorizamos, porque no estamos educados financieramente, ni tecnológicamente.
Debido a que la industria financiera ya es altamente regulada, este tema se volvió también un problema normativo, por eso hoy hablamos de leyes y modelos que han adoptado varios países para normar a fintechs, para normar la protección de datos y para normar la seguridad que debe existir sobre las aplicaciones y los datos.
En la práctica, los bancos ya están teniendo varios casos de uso de Open Banking y a veces ni siquiera somos conscientes de que ya hemos autorizado a usar nuestros datos. Personalmente, creo que la pandemia se encargó de acelerar la implementación de Open Banking y ahora más bien hace falta que la regulación se acelere.
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En 2020 se duplicaron los ciberataques y las entidades financieras fueron de los principales blancos. ¿Cómo ha afectado esto al Open Banking?
Las entidades que manejan dinero siempre serán las que enfrentan más riesgos de este tipo. Siempre habrá robos, la ciberseguridad es un tema latente y por ello las inversiones en esta área siempre se tendrán que hacer y ser una prioridad. Si bien la tecnología presta herramientas a delincuentes, esta también evoluciona y se desarrolla al servicio de los bancos, para hacer frente a estos ataques.
En las diferentes capas del ecosistema, los actores se han esforzado por generar medidas de protección. Por ejemplo, los proveedores de infraestructura de la nube trabajan fuertemente en tecnologías de seguridad para proteger la data. En tanto, las aplicaciones bancarias también trabajan para garantizar que estas manejan la información de forma segura, que no estén propensas a hackers.
Pero otro desafío está en las personas; los clientes también debemos estar bien informados para cuidar nuestros datos y saber a quién le damos nuestra información cuando hacemos clic en una página.
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¿Cree que han existido desafíos que han retrasado la adopción de este mecanismo en los países de la región?
Existen varios desafíos todavía. Primero, es necesario generar más confianza en el sistema bancario y en la tecnología; también es urgente comprender las diferencias entre el cliente que iba a la oficina y el cliente de hoy, que prefiere lo digital. Por otro lado, una mayor educación financiera es clave en la ciudadanía. Los países en donde más se ha avanzado en Open Banking son los países en donde hay más avances digitales, como EE.UU. y China. En Ecuador, por la pandemia, nos hemos volcado más a lo digital, pero si no hubiéramos enfrentado esto, quizás nos hubiera tomado 10 años más tener disponibles los trámites online que se habilitaron por el covid-19.
En el país hoy en día se realizan muchísimas más transacciones digitales tras la pandemia, e incluso ahora ya tenemos una Ley de Protección de Datos, que no es perfecta, pero existe. Lo importante a destacar es que en el país ya hay casos exitosos de Open Banking y no se ha requerido una regulación específica para ello.
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¿Qué países o regiones están a la vanguardia en este tema? ¿Cuál ha sido su fortaleza?
Si hablamos de regulación, México, Brasil, Colombia y Chile están a la vanguardia. En Latinoamérica, México es el país más avanzado en el tema con una regulación concreta sobre Open Banking, estipulada en la Ley Fintech de marzo de 2020, en donde se establece que fintechs y bancos deben compartir la información en beneficio de los usuarios, convirtiendo al país azteca en el único a nivel mundial que establece este intercambio bidireccional y no solo de fintechs a bancos.
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¿Qué nuevos retos afronta el Open Banking ahora que hay mucha más digitalización por la pandemia?
Creo que hay que trabajar en cuatro grandes aspectos. Primero, en estrategias y modelos de negocio pensando siempre en clientes digitales, exigentes e informados. Segundo, en regulaciones y modelos adecuados para impulsar transacciones confiables, seguras y de fácil acceso. Tercero, se debe trabajar en un cambio cultural que implica más educación financiera, comportamientos seguros, acceso a nuevas tecnologías, entre otros aspectos. Y finalmente, se debe trabajar en la tecnología que habilita Open Banking en aspectos como arquitecturas, uso de nubes públicas y privadas, ciberseguridad, entre otros.
(*) Periodista
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Last modified on 2021-10-06