Hasta este momento lo único claro del proceso electoral es que es el más caótico de la historia democrática nacional. Nunca se ha presenciado un desbarajuste institucional como el de ahora. Lo último: el infantil desliz de imprimir las papeletas presidenciales con el logo equivocado de una de las listas de los candidatos presidenciales.
¿Cuánto costará ese “mínimo” error? Más de 500 mil dólares, que tendrán que sacarse del presupuesto de las elecciones y que, a la final, lo terminaremos pagando todos. ¿Pero cómo algo así pudo haber ocurrido? Se asume que antes de imprimir se hacen pruebas de diseño, de color… un proceso mínimo de logística debe cumplirse. Por eso hasta queda la duda de si estas cosas, incluso, se hacen a propósito.
Por ahora solo se ha identificado a los mandos medios responsables, a quienes supuestamente se separó del organismo electoral, pero el tema tendrá cola, claro que sí. Se advierte desde ya que la Contraloría deberá examinar lo ocurrido para determinar a los responsables políticos y ejecutivos de tan bochornoso error que a la vez se vuelve inentendible.
Faltan días para los comicios y las autoridades actúan como si faltaran años. No hay sentido de la urgencia, del compromiso ni del buen trabajo institucional.
Todos estos detalles solo dejan una mala sensación de todo el proceso. Esta inédita situación de inseguridad y falta de certezas pone en riesgo la legitimidad de las elecciones del 7 de febrero, pues este cúmulo de acciones que hacen dudar de los próximos pasos del Consejo Nacional Electoral, inquietan a la ciudadanía respecto a todo el ciclo, lo que incluye los resultados finales.
Por eso se esperaría que el escenario después de los comicios sea peor que el actual y más difícil de sobrellevar. Debemos estar preparados para la lluvia de reclamos y recursos que presentarán los candidatos que aleguen sentirse perjudicados.
Cuando las cosas no se hacen bien desde el inicio, con orden y logística adecuada y con honestidad de por medio, no se puede esperar una respuesta favorable. El mayor problema es que esta desconfianza institucional, la más severa en décadas, dejará secuelas que solo dañarán aún más la democracia del país, y eso es algo inevitable.
Last modified on 2021-01-20