¿Cómo deberá ser la o el próximo presidente de la República? Quizás esta es la pregunta más ambiciosa de los últimos días. En medio de una descomposición del sistema político se cierne un nuevo proceso electoral sobre el cual ya aparecen los primeros nombres que ambicionan llegar a la primera magistratura. Unos nuevos, otros viejos, pero ya suman varios. ¿Será que entre Lucio Gutiérrez, Guillermo Lasso, César Montúfar, Gustavo Larrea, Isidro Romero, Fernando Balda, Guillermo Celi, Álvaro Noboa y Abdalá Bucaram reúnen al menos las condiciones primarias que necesita un nuevo mandatario? Con primarias nos referimos a probidad y honorabilidad, dos cualidades que actualmente escasean.
Esos son los nueve primeros nombres que suenan para la papeleta electoral de 2021, a lo que seguramente se sumarán otros más. Es que en el Ecuador es impensable no tener, al menos, 10 candidatos a la Presidencia. Es casi una tradición, una tradición ilógica, claro. Al listado seguramente se sumará el exvicepresidente Otto Sonnenholzner, además del candidato ‘oficial’ socialcristiano y el postulante de Pachakutik, y resta ver a quién finalmente pondrá el correísmo.
¿Pero con qué necesita contar el candidato que quiera llegar a la Presidencia? En términos prácticos, tiene que contemplar, al menos, las siguientes aristas:
- Una visión pragmática de la economía que siente a la mesa a los sectores productivos y sociales, sin demonizar a ninguno de los dos, pues ha quedado más que demostrado que los excesos no conducen a buen puerto. El objetivo del nuevo líder del país deberá ser, en primer lugar, transparentar las cuentas en su totalidad y saber comunicarlas para así encontrar vías reales de reactivación económica. La realidad fiscal del país no es sencilla y, si de por sí alguien llegara a la Presidencia a sabiendas de ello, debe saber a lo que se atiene para enfrentarlo de la mejor manera.
- Una posición política apegada a un modelo de confluencia de pensamientos. El desencanto ciudadano por los partidos políticos tradicionales es potente, sobre todo por la corrupción que han dejado como estela en el camino. El candidato que aspire a la primera magistratura deberá componer un proyecto nacional que abarque distintas visiones, que se haga eco de las principales necesidades de los ciudadanos y que tenga como eje de trabajo la recomposición social y la lucha contra la corrupción.
- La inclusión de las mujeres en todas sus áreas y un plan político en el que el tema del género sea transversal. Ya dice mucho que todos los precandidatos sean hombres, por lo que se esperaría que, al menos, en sus planes tome relevancia el eje de género y que la participación política de las mujeres sea evidente y permanente.
- Un candidato que ofrezca gobernar desde sus principios y convicciones. Quizá este es el punto más complicado, sobre todo complicado a la hora de cumplir. Si bien todos afirman durante la campaña que gobernarán apegados a la moral, a la justicia y al bien común, las deudas políticas muchas veces impiden esa promesa. Las alianzas que se tejen para llegar a la Presidencia y los favores que se reciben en el camino, siempre llegan a ser cobrados y allí es cuando el ofrecimiento de gobernar sin ceder a la corrupción o al reparto flaquea.
Al menos estos cuatro postulados deberán tomar en cuenta los aspirantes; esto ocurrirá siempre y cuando se dejen guiar y escuchen las demandas ciudadanas. El riesgo está en que caigan en lo de siempre: en sentirse ganadores porque sus asesores los adulan o en creer que tienen más votos porque tienen más seguidores en Twitter. Esperamos que la estrategia política esta vez sea distinta.
LA INMADUREZ NOS PASA FACTURA
La inmadurez no pasa y nos seguirá pasando factura. En un país tan pequeño es demencial que existan tantos aspirantes a la Presidencia, pero el peso del ego y la arrogancia nos hacen una vez más testigos de que los intereses nacionales son secundarios. Todos dicen apoyar un proyecto común, siempre y cuando el capitán de ese proyecto sea “yo”. Nadie depone sus posturas por un bien mayor, dejando así más espacio para que tendencias como el correísmo agranden su lugar entre el electorado.
La división partidaria y política no favorece a nadie, pero es algo que terminamos de entender. Como ciudadanía, sería ejemplar exigir mejores candidatos, a la altura del momento histórico que vivimos, y que no será nada fácil de administrar en los próximos años.
Last modified on 2020-08-14