Un viaje incómodo

El hashtag #ConoceAlPapaConTuPlata fue tendencia en Twitter cuando se conoció del viaje de la vicepresidenta María Alejandra Muñoz a Europa. Quizá lo que más llamó la atención es que en sus casi cuatro meses en el cargo, Muñoz ha pasado desapercibida. Y ese bajo perfil hubiera sido destacable si no fuera porque poco tiempo después anuncia un periplo completamente innecesario. ¿Estaba el país en condiciones de costear un viaje de estas características en medio de una crisis económica sin parangón?

Podría verse el tema de forma completamente benévola, apegada a la versión oficial del Gobierno, que dice que la visita tuvo como fin buscar mecanismos de cooperación para aligerar la carga de enfermedades pediátricas catastróficas, disminuir la desnutrición crónica infantil y mejorar la educación para adolescentes que carecen de familia. Todos estos temas relevantes para el país, sin duda, ¿pero es necesario que la segunda mandataria viaje para resolverlos cuando existen embajadores y otros canales diplomáticos más acertados?

Lo que molesta es que el Gobierno muestra una vez más que no sabe definir sus prioridades. Mientras cientos de médicos esperan ser contratados en el marco de la Ley Humanitaria, mientras otros miles de servidores públicos esperan sus sueldos y mientras la crisis sanitaria vuelve a preocupar, la administración pública prefiere destinar recursos a un viaje que, a todas luces, parece irrelevante y se vuelve un capricho personal.

Esa idea de austeridad que ha querido implantar el Gobierno se queda sin piso cuando de la nada aparece un viaje de este calibre, que se ve aún más innecesario cuando la agenda incluyó una parada en El Vaticano. Es claro que Muñoz no podría acceder a una audiencia con el Papa Francisco si no fuera funcionaria de Estado y ese tiempo se le agota, al menos en este mandato, pues le restan apenas seis meses para figurar como segunda mandataria.

Pero el tema va más allá de las creencias, se trata de lo que siempre se ha tratado en el país: aprovecharse del poder para obtener beneficios personales. Podría sonar exagerado, claro que sí, pero si trasladamos esa máxima a cualquier situación de corrupción nos damos de frente con la realidad. Odebrecht, caso Sobornos, negociados en el IESS… (solo por nombrar los más recientes) tienen detrás lo mismo: sacar ventaja del poder para beneficiarse.

No se puede minimizar el hecho porque bajo ese paraguas ocurren otros actos de corrupción que empiezan viéndose como minucias y luego se vuelven una bola de nieve. Lo extraño es que la vicepresidenta, en medio de los valores que predica, no vea la falta que comete.

Puede que a Muñoz le tenga sin cuidado las críticas, sobre todo porque está a puertas de finalizar sus funciones, pero a los ciudadanos sí debería importarnos estos comportamientos, incluso para abrir un debate más profundo sobre la real necesidad del cargo de Vicepresidente. Quizás hacia allá debe apuntar la conversación, una conversación en la que debemos recordar que la esposa del César no solo debe ser, sino también parecer.