Por siglos, el deseo de viajar en el tiempo ha sido un tema recurrente entre muchos escritores de ciencia-ficción. Sin embargo, los avances científicos de los últimos 50 años han transformado estas fantasías en posibilidades cuantificables. A inicios del 2019, el mundo fue testigo de un avance significativo en la comprensión del espacio-tiempo: por primera, un agujero negro (o el rastro de este) fue fotografiado. Cuatro años antes se había detectado experimentalmente las ondas gravitacionales, una de las últimas predicciones de la teoría de la relatividad general de Einstein. Desde entonces, los agujeros negros han dejado de ser un objeto exótico, que solo existía en la mente de los científicos, para convertirse en un objeto de estudio de la física experimental.
La primera solución de agujero negro de las ecuaciones de Einstein fue descubierta en 1915 por el físico y matemático Karl Schwarzschild. Han pasado alrededor de 100 años hasta que tales objetos se han medido con certeza científica. Esto nos lleva a pensar que otras soluciones de las ecuaciones de Einstein podrían tener, en un futuro relativamente cercano, un desarrollo similar.
Las soluciones a las ecuaciones de Einstein son numerosas, y todas ellas de alguna manera u otra, buscan demostrar la viabilidad teórica de los agujeros negro, así como su demostración matemática. Una de tantas soluciones es la solución correspondiente a un agujero de gusano. Estos agujeros se conciben como túneles que conectan dos regiones lejanas del espacio-tiempo. Link del artículo: https://iopscience.iop.org/article/10.1088/1361-6382/abcf86
Last modified on 2021-01-11