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Autor: The Conversation *

En estos días de pandemia en los que las relaciones sociales han cambiado, se ha establecido el debate sobre cómo salvar la Navidad, cómo mantener nuestras costumbres sociales y contactos familiares. Pero aún no hemos sido capaces de transmitir a la ciudadanía que nuestras acciones y comportamientos durante estas fiestas se traducirán en la evolución de la curva de ingresados y fallecidos en enero, como ya ha sucedido en EEUU tras el Día de Acción de Gracias.

Si a la clásica cuesta de enero, originada por los excesos de gasto en estas fechas, no queremos sumar una cuesta en la presión asistencial, debemos de pasar estas fiestas con una palabra en la mente: prevención.

La llegada de las vacunas, la herramienta más eficaz para prevenir las enfermedades infecciosas, apenas está comenzando en estos últimos días de 2020, solo en algunos países y aplicadas a grupos concretos de la población, aunque es previsible que su distribución aumente a lo largo del año 2021. Hasta entonces, y pensando en la Navidad, debemos seguir tomando medidas preventivas.

Pueden distinguirse dos ámbitos en el ejercicio de la prevención: el de la responsabilidad de los individuos, tanto en su escala individual como en la ciudadana, y el de responsabilidad institucional.

Para pedir responsabilidad por parte de la ciudadanía en el cumplimiento de las medidas preventivas, debemos asegurarnos de que se realiza una adecuada comunicación que permita comprender estas medidas, cómo funcionan y cuál es su utilidad. En el caso de las enfermedades infecciosas del tracto respiratorio, como la COVID-19, como primer objetivo de prevención hay que evitar los contagios entre la población, es decir, la transmisión de unas personas a otras.

Sabemos por la ciencia que las partículas del virus SARS-CoV-2 son expulsadas por las personas infectadas a través de las diminutas gotas de saliva que se emiten al estornudar o al hablar, gritar, cantar. Es importante saber que las gotículas más pesadas caen más rápidamente y a menor distancia, depositándose en los objetos cercanos, mientras que las más pequeñas, denominadas aerosoles, permanecen más tiempo flotando en el aire y pueden llegar más lejos.

Las medidas de prevención que dependen de nuestra actuación individual o colectiva como ciudadanos comprenden mecanismos físicos (como las mascarillas) y químicos (como son los compuestos desinfectantes): son medidas conductuales, no farmacológicas.

 

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MEDIDAS INDIVIDUALES (PROTÉGETE): LA REGLA DE LAS TRES EMES

En primer lugar, la distancia social. Mantener una separación prudencial (distancia de seguridad) con respecto a las personas que nos rodean evitará que lleguen a nosotros los aerosoles y gotículas que contienen virus.

En segundo lugar, el uso de mascarilla, que hace que, en caso de que dichas gotitas lleguen hasta nosotros, encuentren una barrera que dificulte su entrada a través de nuestra nariz o boca cuando respiramos.

Distancia social y mascarilla son también medidas de prevención colectiva. Porque llevar mascarilla evita la excreción de gotas respiratorias, lo que, junto con el mantenimiento de la distancia de seguridad, reduce el riesgo de contagiar a otras personas.

Como tercera medida de precaución no debemos olvidar la higiene. Los agentes desinfectantes y el jabón destruyen los virus de las superficies y de nuestras manos, nuestro medio de relacionarnos con los objetos que nos rodean y que pueden transportar el virus de las superficies y objetos a nuestra boca, nariz y ojos cuando nos tocamos. Por eso es tan importante cuidar la higiene de las manos, lavándolas frecuente y correctamente con agua y jabón, o utilizando gel hidroalcohólico.

En resumen: frenar al virus mediante la regla de las tres M: (mascarilla, metros de distancia, y manos). Todo ello, con grandes dosis de P de Precaución y R de Responsabilidad, para protegernos y contribuir a proteger a los demás.

Pero, además, este compromiso individual es una medida colectiva, una responsabilidad tanto de la ciudadanía (evitando las aglomeraciones) como de los responsables de espacios y locales públicos que deben velar por que se mantengan aforos reducidos en espacios bien ventilados. Y, finalmente, también es responsabilidad de las instituciones y poderes públicos encargados de establecer la normativa adecuada y de velar por su cumplimiento.

Como individuos somos responsables de tratar de reducir, en la medida de lo posible, nuestra movilidad, nuestro círculo (burbuja) de contactos, así como de que nuestros encuentros se realicen en espacios abiertos o bien ventilados.

La utilidad preventiva de estas medidas requiere de la consiguiente aplicación de los valores de empatía, solidaridad, generosidad y compromiso.

Los métodos de prevención en el ámbito de la responsabilidad individual son también dependientes de que tales acciones nos sean facilitadas (disponibilidad de geles o mascarillas en comercios, señalización de aforos, transparencia informativa, disposiciones claras). Se necesita un principio de cooperación entre individuos e instituciones.

MEDIDAS DE SALUD PÚBLICA

Sin embargo, desde el ámbito de la salud pública, las responsabilidades se trasladan en esencia a las instituciones.

En el terreno clínico, las pruebas diagnósticas suponen una herramienta fundamental para el control de la expansión de la enfermedad. En la actualidad, gracias a la velocidad con la que la ciencia se ha volcado en la caracterización de este coronavirus, disponemos de herramientas diferentes en su aplicación e idoneidad para el diagnóstico, que pueden ayudar al establecimiento de medidas sanitarias efectivas para controlar la pandemia.

Estas incluyen tanto test, como herramientas más novedosas de seguimiento, como el análisis de movilidad (Big Data) o la detección del SARS-CoV-2 en aguas residuales, que podrían dar una indicación de aquellas zonas urbanas en las que la infección se está expandiendo, momentos de baja infección, o si las medidas aplicadas son efectivas en momentos de elevado contagio.

De los métodos actuales de detección del SARS-CoV-2 nos centraremos en aquellos que detectan la presencia directa del virus (PCR y test de antígenos), ya que los test de anticuerpos, aunque de utilidad para conocer el porcentaje de población que ya ha pasado la enfermedad, no sirven como herramienta diagnóstica y por ello siguen planteando serias dudas como estrategia preventiva.

 

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La PCR, que detecta la presencia del ARN del virus, es la herramienta más sensible y específica, por lo que se trata de la prueba de referencia. Pero se trata de una prueba cara, que requiere de personal cualificado, y cuyo resultado no se obtiene hasta varias horas o días después de recogida la muestra.

Los test de antígenos, que detectan proteínas de la superficie del virus, tienen una especificidad similar a la de la PCR, pero su sensibilidad es mucho menor, lo que aumenta la probabilidad de falsos negativos. Este último aspecto es de vital importancia cuando se pretende utilizar para cribados masivos, ya que las personas asintomáticas, pero contagiosas, podrían obtener un resultado negativo, lo que supone un riesgo de dispersión de la enfermedad, acentuado por la falsa sensación de seguridad en estos falsos negativos. Se ha señalado recientemente, quizás bajo la influencia de los resultados en la Comunidad de Madrid, todavía pendientes de constatación temporal real, que estos test “están cambiando la pandemia”.

Pensando en las próximas Navidades (unas fiestas familiares en las que la movilidad y la cercanía a nuestros seres queridos, incluidos nuestros mayores, aumenta), se hace necesaria la correcta utilización de estos test como herramienta de prevención, para evitar tener que lamentar una tercera ola de ingresos hospitalarios y muertes que acompañe a la cuesta de enero.

Se ha propuesto el uso de test de antígenos en farmacias e incluso en casa (autotesteo) en una suerte de intento de prevenir basado en un juego de azar, cual guerra de barcos en papel, testando ciudadanos sin criterio, esperanzados en oír “tocado” en vez del más probable “agua”.

Estos instrumentos para el diagnóstico solo serán útiles si se realizan con un criterio racional, científico, y que venga acompañado de un seguimiento de los resultados que permita realizar un rastreo eficaz de los contactos, solo posible con un aumento del personal dedicado a estas tareas y con el establecimiento de comunicación obligatoria de los resultados.

RIESGOS (O RETOS) Y VALORES

La sociedad del riesgo cero no existe. Así pues, la respuesta a la incertidumbre y al miedo que genera la pandemia de COVID-19 dependerá de nuestra comprensión de la naturaleza y magnitud de los riesgos, retos y desafíos a los que nos enfrentamos. De reconocer la necesidad de una respuesta individual y colectiva basada en los valores de responsabilidad, empatía, solidaridad y generosidad; de compromiso, individual y colectivo.

Y a estos valores apelamos para que desde las administraciones se pongan las medidas y medios necesarios para evitar la temida tercera ola en enero, pero sobre todo para que cada uno de nosotros entendamos la necesidad de mantener unas medidas de precaución y prudencia cuando disfrutemos de estas fiestas con nuestros allegados, para no tener que llorar ninguna pérdida en enero.

(*) Este tema fue publicado originalmente en: https://theconversation.com/covid-19-como-disfrutar-las-navidades-sin-sufrir-las-consecuencias-en-enero-151993.

 

 

 

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Last modified on 2020-12-18

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