¿Podrán las criptomonedas reemplazar al dólar, al euro o a otras monedas? ¿Serán independientes de los bancos centrales? ¿Podrán llegar a ser más confiables que las monedas nacionales? ¿Podrán evitar la inflación? ¿Serán aceptadas por el comercio mundial?
En el año 2009 apareció Bitcoin, la primera criptomoneda. Un año después su valor era de menos de $ 1. En diciembre de 2017 su cotización llegó a $ 19.499 y en el último mes ha fluctuado entre $ 8.826,38 y $ 6.748,49 (datos al 12 de junio de 2018)[1].
Muchas personas han hecho grandes ganancias y otras han perdido dinero con la especulación de Bitcoin. En los últimos años han aparecido innumerables criptomonedas. Son más de mil las que hay hasta ahora y seguramente seguirán apareciendo nuevas. Las cien más grandes tienen una capitalización de mercado de $ 700 mil millones.
La cotización de estas criptomonedas es muy volátil y permite hacer grandes ganancias estimulando la aparición de nuevas monedas por todo el mundo. Los bancos y casas de valores han abierto portales para transar con ellas. Asimismo, se han diseñado billeteras electrónicas que permiten guardar e intercambiar estas monedas.
Bitcoin nació con el afán de ser una moneda de aceptación mundial, independiente de los bancos centrales y de la tiranía de la inflación.
Dinero, monedas y criptomonedas
Intentaremos dar respuesta a las preguntas con que iniciamos este artículo analizando las características de una moneda. Comencemos por diferenciar los conceptos de moneda y dinero[2]. Imaginemos un mundo donde solo existe el trueque, no hay monedas, los bienes se intercambian mediante una comparación de valor. Dos zapatos por un abrigo de piel. Cuatro bueyes por una hectárea de terreno cultivable. El dinero representa esa relación de intercambio: 2 zapatos por 1 abrigo. El dinero asigna un número, un valor, a las cosas para poder intercambiarlas. El dinero es algo abstracto, es una relación, es una asignación de valor. El dinero existe en nuestras inteligencias, pero no hay moneda aún, estamos imaginando un mundo en el que solo hay trueque como medio de intercambio.
Foto: Freepik.
Como es lógico suponer, el hombre inventa la moneda para facilitar el intercambio. Un abrigo vale una moneda de oro y esa moneda la puedo cambiar por dos zapatos. La moneda es la expresión física del dinero.
En un momento de la historia se usaron las monedas de oro y plata, era una forma de dar confiabilidad a la moneda. El oro tenía y tiene valor por sí mismo. Usamos objetos de oro por su calidad y durabilidad. Se podían vender los bueyes y recibir monedas de oro porque estas conservaban el valor y más adelante se podían cambiar por una hectárea de terreno. Esas monedas podían ser independientes de su emisor, de quien las acuñaba. Tenían valor propio, el del oro. Se podían pesar si se desconfiaba de la cantidad de oro que decían tener.
La moneda es un gran invento que facilita el intercambio y libera del trueque. Pero debe ser confiable, debe dar seguridad al que la tiene de que puede cambiarla por bienes. La moneda debe mantener su valor en el tiempo.
Más adelante aparece el papel moneda. Marco Polo menciona que se usaba en la China en el siglo IX. En Europa se comienzan a usar en el siglo XVII. El papel moneda, a diferencia del oro, no tiene valor por sí mismo, su valor radica en la confianza que genera el emisor de ese papel en el entorno económico en que circula. Hoy en día recibimos dólares o euros porque confiamos en que otras personas los recibirán a cambio de bienes. Cuando el emisor de un papel moneda es irresponsable y lo produce en exceso, la moneda pierde valor y las personas tratan de deshacerse rápido de él comprando bienes o pasando a otras monedas más confiables.
Esta breve historia de la moneda nos permite deducir algunas de sus características:
- Se inventó para facilitar el intercambio.
- Las personas deben confiar en ella. Esa confianza es la que le da valor.
- La confianza en la moneda se basa en la confianza en el agente emisor.
- Es un depósito de valor.
- La moneda debe tener un valor estable en el tiempo porque sirve como unidad de cuenta.
- Si cambia bruscamente de valor no es útil para el intercambio de bienes.[3]
Hoy usamos monedas nacionales con circulación restringida al ámbito local y también tenemos monedas de uso internacional. Confiamos en el FED —Federal Reserve System— de Estados Unidos y en la fortaleza económica de ese país y por eso usamos el dólar. Confiamos en el Banco Central Europeo y por eso usamos el euro. Pero…
¿Podemos confiar en las criptomonedas?
Es muy difícil falsificarlas gracias a los algoritmos de encriptación de la plataforma sobre la que están diseñadas y al proceso de datos descentralizado que las caracteriza. La emisión de criptomonedas es un proceso conocido como “minería” y consiste en poner a disposición de esa plataforma tecnológica el poder de cómputo del que disponen los mineros, con el fin de procesar y verificar las transacciones que se llevan a cabo, manteniendo así un registro histórico invulnerable. Es un proceso que requiere de computadores de mucha capacidad que procesan datos de manera distribuida y que demandan un gran consumo de electricidad.
Foto: Freepik.
Desde este punto de vista las criptomonedas parecen seguras, no se pueden falsificar y tienen una cantidad límite de emisión según sea su diseño. Esto último podría evitar la inflación monetaria. Además, son monedas que no dependen de un país ni de un banco central. Estas son las características principales que motivaron la aparición de Bitcoin: evitar la manipulación de la moneda por parte de los bancos centrales.
En la actualidad las criptomonedas acumulan valor por sí mismas, las personas quieren tenerlas porque piensan que seguirán subiendo de precio, aunque el Bitcoin ya demostró que su valor es muy cambiante[4]. Una moneda de valor volátil no es deseable para el comercio habitual por el riesgo que implica. Las criptomonedas no están asociadas a una zona económica, circulan por todo el mundo y no dependen del desempeño económico de un país en particular.
Para que puedan ser usadas en el comercio cotidiano y masivo debería desaparecer la especulación sobre su valor y es probable que eso ocurra con el paso de los años. Por ahora son utilizadas como apuestas de casino. La gente las compra para poder venderlas más adelante con fuertes ganancias.
El futuro de las criptomonedas
¿Hay futuro para ellas? Como todo en esta vida, aún no está escrito. Quizás algún país se proponga usar criptomonedas emitiéndolas a través del banco central y dándoles la confianza de un emisor conocido. Pero ya no sería una moneda independiente de los gobiernos y protegida de la inflación. Además, habría que buscar la forma de abaratar los costos de minar monedas y no parece que ese proceso sea sustentable en el tiempo por el inmenso costo de consumo de electricidad.
Foto: Freepik.
La criptomoneda podría ser la moneda que reemplace al papel moneda. Pero es necesario que las personas las acepten para el comercio cotidiano y eso depende, en última instancia, de la confianza en el ente emisor. Quizás los bancos centrales tomen ese rol. Incluso se podría pensar en una criptomoneda de aceptación mundial, pero seguramente tendría que existir una autoridad monetaria mundial que respalde esa moneda.
Evitar la inflación siempre ha dependido de la responsabilidad de los reyes, emperadores, presidentes y bancos centrales. Las criptomonedas pretenden frenar la inflación poniendo un límite a la emisión. Bitcoin tiene su límite en 21 millones. Pero las economías crecen y se debe emitir nueva moneda para no frenar el crecimiento con deflación. Es un arte que pocas autoridades monetarias dominan. La criptomoneda no tiene la solución si pone un límite a la emisión.
Por el momento, las personas confían más en el papel moneda. Las actuales criptomonedas subsisten gracias al papel moneda. Los inversores compran para hacer ganancias y luego venden para volver a la seguridad del dólar[5].
Un último comentario: las criptomonedas requieren el acceso universal a internet. El papel moneda se puede usar donde no hay internet ni energía eléctrica.
* Profesor de Dirección Financiera del IDE Business School, Ecuador. Tiene el grado de MBA Magíster en Dirección de Empresas por el IDE Business School. E Ingeniero Comercial con mención en Administración de Empresas y Contador Auditor por la Universidad Católica de Chile. Ha ocupado los cargos de Gerente de Administración y Finanzas de Forestal Diguillín de Los Ángeles, Chile, y Gerente de Mönckeberg y Cía. Auditores Consultores de Santiago de Chile. Actualmente es Director Financiero y miembro del Consejo Directivo del IDE Business School y es profesor de Dirección Financiera y Antropología Aplicada a la Empresa en esta institución.
[1] http://www.eleconomista.es/cruce/BTCUSD
[2] Filosofía del Dinero, Vittorio Mathieu, capítulo V.
[3] www.economist.com/news/finance-and-economics/21731827-getting-out-such-illiquid-asset-can-be-harder-getting-bitcoins
[4] https://www.economist.com/blogs/buttonwood/2017/12/crypto-through-tulips
[5] https://www.economist.com/blogs/buttonwood/2018/01/tales-crypto-1
Revista Gestión no se responsabiliza por las opiniones ni comentarios publicados por sus colaboradores en este espacio, quienes son los responsables del contenido difundido. Si va a hacer uso de este artículo, por favor cite la fuente original.
Encuentre contenido relacionado en nuestro archivo histórico:
Empresas y bancos pueden ser víctimas de la deflación
Telecomunicaciones y servicios financieros, los sectores con menos confianza en Ecuador
El veto a la Ley de Fomento Productivo pone en duda el plazo del equilibrio fiscal
Solo cuatro de 10 trabajadores tienen un empleo adecuado en el país
Manufactura y servicios aportan más a la producción de las empresas
Last modified on 2018-08-02