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El Gobierno de Brasil descarta de forma tajante construir un campo de refugiados en el estado fronterizo de Roraima (norte) para acoger a miles de venezolanos que cruzan la frontera desde hace meses, dijo a Sputnik la subjefa de Articulación y Control de la Casa Civil, Natália Marcassa, encargada de gestionar la inmigración desde el país vecino.

"Esa no es la idea del Gobierno, queremos interiorizar a las personas que quieran, que se integren en la economía y la cultura brasileña, y que los albergues sean para los que quieren estar más cerca de la frontera; no vamos a restringir el derecho de circulación de nadie", aseguró Marcassa.

El proceso de "interiorización", como se le llama al plan de realojamiento, está siendo llevado adelante por el Gobierno brasileño junto con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y es totalmente voluntario; las autoridades localizan ciudades con plazas vacantes en albergues públicos y después sugieren a los venezolanos viajar a esos destinos.

Datos de la Policía Federal indican que unos 50.000 venezolanos ingresaron a Brasil por la frontera de Roraima entre 2015 y febrero de este año, y la mayoría de ellos (alrededor de 40.000) permanecen en la capital de ese estado, Boa Vista, donde viven en condiciones muy precarias.

Los albergues municipales están sobrepasados, y mucha gente duerme en las calles, lo que llevó a las autoridades locales a pedir ayuda al Gobierno de Michel Temer, que de momento optó por distribuir a los venezolanos que así lo quieran en otros estados del país.

La construcción de un campo de refugiados fue solicitada a Temer por varios diputados a finales de enero, y en marzo insistió en la idea el legislador ultraderechista Jair Bolsonaro (segundo en las encuestas para las elecciones de octubre).

Bolsonaro fue desautorizado por el senador Romero Jucá, que representa a Roraima y es dirigente del gobernante Partido del Movimiento Democrático Brasileño y uno de los hombres más próximos al presidente.

Jucá alegó que lo más importante era hacer un control sanitario exhaustivo, dado que muchos venezolanos llegan a Brasil enfermos y sin vacunas.

Marcassa explicó que la apuesta del Gobierno es intentar que funcione el programa de "interiorización" para decidir si construye más albergues o no.

Por el momento han salido de Roraima rumbo a otros estados casi 300 inmigrantes.

En cuanto a albergues hay cuatro generales, con alrededor de 1.300 personas y uno para 600 indígenas de la etnia warao, uno de los pueblos más antiguos del Delta del Orinoco venezolano.

La portavoz gubernamental también remarcó que el Gobierno sigue de cerca la situación en Boa Vista, que en los últimos meses ha registrado casos de xenofobia contra venezolanos.

En febrero un hombre arrojó un artefacto explosivo y prendió fuego a una casa donde vivían 31 venezolanos, y en marzo, en la localidad de Mucajaía (sur de Roraima), una turba de brasileños expulsó a venezolanos de un edificio ocupado y quemaron sus pertenencias.

Para Marcassa se trata de hechos aislados que no tienen por qué agravarse, aunque subrayó que el Gobierno está controlando de cerca la situación para evitar brotes violentos.

La gran mayoría de los venezolanos que llegan solicitan residencia temporal, que se tramita rápidamente y permite trabajar y alquilar una vivienda.

Inicialmente muchos solicitaban ser acogidos como refugiados, pero el trámite puede demorar hasta dos años y suele terminar con rechazo si el solicitante no logra probar persecución por motivos de raza, religión, nacionalidad, grupo social específico u opinión política.

De los 50.000 que ingresaron entre 2015 y febrero de este año, 38.000 pidieron instalarse en Brasil, ya sea mediante residencia temporal o refugio, según datos de la Policía Federal. (Sputnik)

Last modified on 2018-04-10

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