Dos años después del inicio de la pandemia, 2022 comienza con algunas señales esperanzadoras de recuperación económica luego de la peor caída en más de un siglo. Pero las cicatrices de la crisis aún están a la vista en América Latina y el Caribe. Borrarlas llevará tiempo y esfuerzo.
Aumentaron la pobreza y la desigualdad. El empleo se recuperó solo parcialmente. Y debido al enorme esfuerzo hecho para mitigar los impactos de la pandemia sobre los sectores más vulnerables, los Estados agotaron sus reservas fiscales y crecieron el endeudamiento y los desequilibrios macroeconómicos.
La recuperación avanza, es cierto. Las últimas estimaciones indican que el PIB regional creció en 2021 un 6,7%, por encima de los cálculos previos. Pero en el camino hacia adelante hay importantes desafíos. El mayor reto será afianzar la recuperación y lograr que el crecimiento beneficie a quienes más lo necesitan.
Para alcanzar ese objetivo será primordial persistir en la vacunación contra el coronavirus. La región alcanzó un promedio superior al 70% de la población con al menos una dosis y de 60% con vacunación completa, aunque con grandes variaciones entre países: 95% en Chile y 85% en Argentina recibieron dos dosis; menos de 1% tiene el esquema completo en Haití. Es crucial garantizar la distribución de las vacunas a toda la población y desterrar las dudas sobre su efectividad. Las cifras de infectados por Ómicron son contundentes: entre 60% y 80% de los hospitalizados no habían sido vacunados.
CUATRO CLAVES
Pero hay además cuatro áreas que demandarán importantes esfuerzos y que, con las políticas correctas, pueden dar un impulso decisivo al crecimiento sostenible de la región.
En primer lugar, es urgente crear las condiciones para que las firmas mejoren su productividad e impulsen la creación de empleo. Un sector privado dinámico, integrado globalmente y que opera en un contexto de negocios favorable a la inversión puede generar oportunidades para muchos. Para ello, es clave impulsar la innovación y la competencia, así como eliminar las barreras que impiden el desarrollo de las firmas.
Para ello la digitalización es crucial. El Banco Mundial impulsa su potencial transformador con proyectos de conectividad en el Caribe y América Central, así como en países como Argentina, Colombia, Bolivia y Perú, donde además de promover la innovación tecnológica es imprescindible estimular la inclusión digital. En Guatemala, por ejemplo, apoyamos el desarrollo de tecnología digital útil para mejorar el acceso al mercado de mujeres que son pequeñas productoras agropecuarias.
Segundo, el nivel de endeudamiento es cada vez más un motivo de preocupación y debe ser abordado. Creció más de 10 puntos en la pandemia, a 75,4% del PIB de la región. Es una cifra muy alta y en el 2022 será importante empezar la tarea de reducirla. Debemos pensar en cómo reducir la brecha entre ingresos y gastos públicos, haciendo un uso más eficiente de los recursos, eliminando gastos innecesarios y aumentando los ingresos con impacto progresivo.
En tercer lugar, es urgente revertir las desastrosas pérdidas educativas que provocó la pandemia. En las simulaciones más optimistas estas pérdidas podrían provocar una caída de al menos 10% en los ingresos anuales futuros de los estudiantes de hoy. Más aún, casi la mitad de los estudiantes en la región no asisten todavía a clases presenciales por el cierre de escuelas. Es crucial recuperar el terreno perdido. En México, Brasil, Colombia, Ecuador, Uruguay, Haití y El Salvador, entre otros países, apoyamos programas dirigidos a revertir las pérdidas educativas y fortalecer la capacidad institucional.
Por último, el cambio climático conduce a una catástrofe inexorable si no actuamos ya. La región tiene ahora la oportunidad de alinear su economía con la protección y el manejo sustentable del medio ambiente. Una recuperación más verde puede crear empleos y contribuir a un futuro más próspero, resiliente e inclusivo. Los jóvenes reclaman políticas más ecológicas, el uso de energías renovables, sistemas de transporte con bajas emisiones de carbono, el control de la deforestación y una mejor gestión de la biodiversidad.
Es una agenda amplia y ambiciosa pero necesaria, y desde el Banco Mundial estamos ayudando. En la región amazónica estamos integrando el desarrollo económico con la conservación. Apoyamos la descarbonización del transporte y la energía en Costa Rica, Colombia y República Dominicana, el desarrollo de hidrógeno verde en Chile, el desarrollo urbano resiliente en países de Centroamérica y la agricultura climáticamente inteligente en Uruguay. En el Caribe trabajamos con los gobiernos para minimizar los impactos fiscales de desastres causados por el cambio climático.
La gran tarea del 2022 será consolidar la recuperación económica de la región y sentar las bases de un crecimiento más incluyente y verde. La crisis ha dejado secuelas, pero también abrió nuevas oportunidades. Lo importante será aprovecharlas.