El 6 de febrero del 2020, la agencia internacional Moody’s rebajó la calificación de riesgo de la deuda ecuatoriana de B3 a Caa1 y cambió su desenvolvimiento de estable a negativo. A día seguido, el Ministerio de Economía y Finanzas estimó esta calificación como prematura y anticipada. Permítase imaginar un minuto si estos dos actores estuvieran en un programa de debate televiso, por ahora muy de moda, ¿quién ganaría?, ¿usted, a quién le creería? Ciertamente, en economía no prevalece quien más grita, sino quien mejor argumenta y acompaña sus puntos de vista con estadísticas.
Para este año, los pronósticos económicos muestran un claro estancamiento con señales de recesión. Las cifras del Fondo Monetario Internacional (FMI) estiman un crecimiento de 0,5%. El déficit fiscal ascenderá a $ 3,4 mil millones de dólares. La deuda pública supera el 50% del PIB. El riesgo país está en los 1.033 puntos. Las tasas de interés comerciales, hipotecarias y productivas han sido cada vez más altas en dolarización. El desempleo está en el 4,9% y el subempleo en el 55%. La confianza empresarial y del consumidor no llegan a los 50 puntos. La inversión pública sigue decreciendo y la privada no aumenta. Estos son los resultados de un modelo económico carente de visión, lento y reactivo.
El Gobierno Nacional sigue perdiendo margen de maniobra para cambiar y aprobar reformas estructurales urgentes. Dichas reformas son vitales para fortalecer el hada de la confianza. El empresario invertirá al ver que el Estado hace un esfuerzo para optimizar sus gastos, reducir sus expectativas de financiamiento futuro y presionar a que se reduzcan las tasas de interés; de igual manera, los consumidores, al percibir un Estado que se estrecha, tienen más incentivos para consumir y endeudarse a largo plazo porque no habrá aumento de impuestos que financien el alto gasto público.
Es precisamente el ajuste estructural la decisión que el Gobierno viene posponiendo desde que inició su gestión para poner las finanzas públicas en orden, y que los mercados financieros internacionales y organismos multilaterales concluyen como la principal razón para que aumente el riesgo de pago de la deuda.
Pero esto no queda ahí, las agencias calificadoras juegan un papel crucial a la hora de dictaminar el riesgo de un bono, puesto que al establecer la deuda soberana del Ecuador como bonos basura, estos adoptaron la escala de papel especulativo, y se los considera en muy mala posición de liquidez con un riesgo crediticio elevado. Es aquí cuando activamente participan los fondos de cobertura (Hedge Funds) que incrementan sus beneficios a niveles inimaginables, al especular apostando en contra (short) para cubrir el riesgo sistémico de los papeles de una economía como la ecuatoriana, que muestra señales de estancamiento económico.
De lo expuesto, es claro que el Ecuador se metió en un juego que no conoce, con normas que no saber utilizar a favor, con rivales mucho más poderosos y árbitros en contra. En estas condiciones, la solución es replantear la estrategia para enfrentar un año que será recesivo. La gran variable que debemos atender es el riesgo país porque es la manera cómo nos califican a nivel internacional los multilaterales, las empresas, los bancos de inversión, los mercados financieros y de este indicador va a depender el futuro financiamiento del sector público y privado. Internamente es imperante solucionar el tema de la consolidación fiscal, para ir cerrando el déficit como señal clara de austeridad frente al sector empresarial y trabajador – consumidor.
(*) Economista, inversionista y analista económico.
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Last modified on 2020-02-26