Un domingo al mediodía es un momento de mucho movimiento en la superturística Baños de Agua Santa (centro andino del país) y su zona de influencia. Por eso, el aluvión del 16 de junio provocó tantas muertes y mucha destrucción.
Las causas hay que buscarlas siempre río arriba, donde las montañas fueron privadas de árboles y los sistemas perdieron el equilibrio. La deforestación cobró su factura en esta zona que, desde hace poco, forma parte del Corredor Ecológico Llanganates Sangay (CELS), un área especial de conservación.
Baños de Agua Santa es un caso clave: con una población de 20.000 habitantes, en un feriado puede albergar unos 50.000 visitantes, que llegan por turismo religioso, diversión, aventura, relajamiento o contacto con la naturaleza. De pronto, esta población que se abre paso entre las corrientes furiosas del Pastaza y las flamas del volcán Tungurahua, demanda una cantidad inusitada de recursos.
La mayoría de la alimentación llega desde la cercana Ambato, por un criterio de precios. Por ello, los productores locales tienen que forzar a sus terrenos para cosechar lo que pueda competir, y ello se logra con agroquímicos y con más frontera agrícola: menos árboles, ríos más contaminados. Y les aleja de lo deseable: agricultura ecológica.
El 93% de los baneños se dedica al turismo, según la vocera de la Cámara de Turismo, Yadira Escobar, quien revela que existe una desconexión entre las diferentes actividades económicas y el ámbito público. “Formalmente no sabemos que estamos usando al corredor ni tampoco si le hacemos algún daño con las actividades humanas que se desarrollan dentro del mismo”.
Hay una tendencia a privilegiar el turismo masivo y barato. A pesar de ser una de la zonas con mayor biodiversidad del Ecuador y relevante en el mundo, se inauguran parques temáticos que hablan de dinosaurios y no de osos de anteojos.
Es clave, entonces, la posición de las autoridades locales. Tres prefectos (Morona Santiago, Pastaza y Tungurahua) auspiciaron la creación del CELS. Esperan, ahora, la aprobación consensuada de un plan de manejo para mejorar la calidad de las acciones.
Isaías Quinatoa, director de Gestión y Calidad Ambiental del GAD de Tungurahua, sin embargo, afirma que “ahorita mismo la WWF se encuentra desarrollando un plan de manejo y obviamente dentro de ese plan de manejo sin fondos obviamente no vamos a poder hacer nada”. WWF informa que se está trabajando para crear “condiciones habilitantes” para desarrollar mejores competencias de los actores.
Arriba en la cordillera, los pobladores de Patate también empujan la frontera agrícola. Se apoyan en la obra pública. Una carretera indispensable para servir a una población se convierte, con casi absoluta seguridad, en un polo de deforestación.
Pero, además, “existe una presión muy fuerte de la minería ilegal que ya está casi apoderada de ciertas zonas de (la provincia de) Napo y de Palora, donde sí está una problemática que no se está visibilizando mucho, pero que preocupa a las comunidades locales que están buscando formas de frenar el avance de estas actividades al tratar de declarar áreas de conservación en sus territorios ancestrales”, afirma Juan Pablo Reyes, de Ecominga.
Lo que pase en las alturas de la Cordillera Real de los Andes afecta directamente a la cuenca amazónica, como consta en los efectos de la crecida de Río Verde, hay una conexión de causa-efecto inevitable.
Desde 2018, el Estado ha creado cuatro nuevas áreas protegidas, mientras que a nivel comunitario, de gobiernos locales y de iniciativas privadas se crearon 16. Es difícil imaginar que haya 285 especies de herpetología en un área más pequeña que Londres.
Esta realidad es cotidiana para Edwin Tivi, shuar, productor de pitahaya, padre de cuatro hijos. Cree que “…el Estado y el mundo debería ayudar a los amazónicos a que hagamos agricultura que sea menos productiva, o sea menos rentable, menos presión a nuestro ecosistema y ser competitivos, que pueda tener ingresos suficientes”.
Lo confirma Roberto Ulloa, director técnico de Conservación International: “No vemos claro todavía un esquema de gestión y de manejo de estos problemas como para evitar justamente que los corredores o que las áreas protegidas tengan menos influencias negativas en ese sentido”.
Una de las personas que más cerca y por más tiempo ha estado cerca del CELS es Tarcisio Granizo, hoy director de WWF en el Ecuador: “El ser humano las puede conectar, y la idea es buscar una forma de desarrollo, un modelo de desarrollo que conjugue conservación y actividades productivas, y que al mismo tiempo sean funcionales a la conectividad”.
Cambiar la mirada sobre las áreas naturales, sobre los bosques, siempre salvará vidas.