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Autor: Revista Gestión *

El presente artículo se basa en la publicación de Katherine Herrera Aguilar titulada “Doble criminalización en cantones de 'alta peligrosidad' en Ecuador: un análisis in situ”, la cual aborda la problemática del reclutamiento de niños y adolescentes por parte de los Grupos de Delincuencia Organizada (GDO) en Ecuador. Este fenómeno ha tomado dimensiones alarmantes en los últimos años, convirtiéndose en una amenaza para el bienestar y desarrollo de la niñez y juventud ecuatoriana.

La investigación de Katherine Herrera pone de manifiesto la complejidad de este problema, que tiene sus raíces en la pobreza, la desigualdad y la ausencia del Estado en los territorios más vulnerables del país. A través de un trabajo de campo riguroso y una perspectiva multidisciplinaria, la autora logra desentrañar las dinámicas sociales, económicas y culturales que hacen posible el reclutamiento de menores por parte de los grupos criminales.

PERFIL DE LOS NIÑOS Y ADOLESCENTES RECLUTADOS: VÍCTIMAS DE LA VULNERABILIDAD

Katherine Herrera explica a GESTIÓN que “en su mayoría, se trata de niños y adolescentes vulnerables que carecen de la presencia de adultos que velen por su cuidado y protección”. “Estos menores no asisten a unidades educativas y residen en viviendas que no les pertenecen, donde no cuentan con servicios básicos. En estos casos, no está presente ni la familia ni el Estado, y tampoco se encuentra el apoyo de la comunidad, debido a la situación crítica en términos económicos. Si bien la comunidad podría hacerse cargo de la niñez y la adolescencia, estos grupos delictivos buscan a estos niños porque son fácilmente vulnerables”.

La ausencia de figuras protectoras, tanto en el ámbito familiar como estatal, deja a estos niños y adolescentes a merced de las influencias negativas de su entorno. Sin el apoyo y la orientación necesarios, muchos de ellos terminan abandonando la escuela y buscando en los GDO un sentido de pertenencia y una forma de subsistencia.

Esta realidad se ve reflejada en las cifras del Ministerio de Educación, que muestran una preocupante reducción en el número de estudiantes matriculados para el presente periodo estudiantil. En las ocho provincias de la Costa, se registró una caída de 64.024 estudiantes, mientras que en la Sierra la reducción fue de 55.316 entre los periodos 2022-2023 y 2023-2024. Estas cifras son alarmantes, ya que evidencian la magnitud del problema de la deserción escolar y el riesgo que enfrentarían miles de niños y adolescentes de ser captados por los GDO (Gráfico 1).

Gráfico 1

Deserción escolar en la Costa y Sierra 

La falta de acceso a la educación no solo limita las oportunidades de desarrollo personal y profesional de estos menores, sino que también los priva de un espacio seguro y protector donde puedan adquirir habilidades y conocimientos que les permitan construir un futuro alejado de la violencia y la delincuencia. Además, la deserción escolar los aleja de la posibilidad de establecer redes de apoyo y vínculos positivos con sus pares y con adultos que puedan brindarles orientación y cuidado.

Además de la deserción escolar, otro indicador alarmante de la vulnerabilidad de los menores es su creciente involucramiento en actividades delictivas. Según datos del Ministerio del Interior, entre enero y mayo de 2023, el 3,18% de los detenidos y aprehendidos tenían edades comprendidas entre los 12 y 17 años, lo que corresponde a un total de 974 menores

Las principales causas de detención de estos jóvenes fueron los delitos contra el derecho a la propiedad (35,11%), los delitos relacionados con la producción o tráfico ilícito de sustancias catalogadas sujetas a fiscalización (17,25%) y los delitos contra la seguridad pública (16,32%). Estas cifras evidencian la necesidad de fortalecer los entornos protectores y ofrecer alternativas de desarrollo para los jóvenes en situación de riesgo (Gráfico 2).

Gráfico 2

Top 5 infracciones más comunes en niños entre 12 y 17 años

POBREZA Y FALTA DE OPORTUNIDADES, CALDO DE CULTIVO PARA EL RECLUTAMIENTO

En el contexto ecuatoriano, la pobreza y la falta de oportunidades se erigen como dos de los principales factores que propician el reclutamiento de niños y adolescentes por parte de los GDO. Esta problemática se agudiza en los territorios más vulnerables del país, donde la presencia del Estado es limitada o incluso nula, lo que se traduce en condiciones de vida extremadamente precarias para la población.

Katherine Herrera enfatiza en la existencia de una relación directa entre la pobreza, la violencia estructural y la violencia estatal. En estos sectores marginados, el Estado falla en su deber de garantizar los derechos fundamentales de la población, como el acceso a servicios básicos, educación de calidad, empleo digno y seguridad ciudadana. La ausencia de una planificación urbana adecuada y la falta de inversión en infraestructura y desarrollo social generan un ambiente de marginalidad y exclusión que afecta de manera particular a los más jóvenes.

En su artículo, Herrera presenta cifras alarmantes que evidencian la correlación entre pobreza y violencia en las provincias ecuatorianas. Esmeraldas, con una tasa de pobreza del 52,90%, encabeza la lista, seguida de Guayas (37,40%), El Oro (37,20%), Los Ríos (32,80%) y Manabí (26,90%). Estas provincias, además de enfrentar altos niveles de pobreza, también se ven azotadas por elevados índices de violencia y criminalidad (Gráfico 3).

Gráfico 3

Tasa de pobreza en provincias problemáticas

Aguilar destaca que en las provincias con mayores tasas de pobreza, como Guayas, Los Ríos y Manabí, también se registran los niveles más altos de violencia y homicidios. En este contexto de precariedad y falta de oportunidades, los GDO encuentran un terreno fértil para reclutar a menores de edad. Ya que como señala Herrera “son niños que no tienen una institución educativa, un padre de familia, alguien que los reclame”.

LA NARCOCULTURA Y SU INFLUENCIA EN LOS JÓVENES

La narcocultura es un fenómeno social que surge de la idealización y romantización del estilo de vida asociado al narcotráfico y al crimen organizado. Esta cultura se caracteriza por la ostentación de lujos, la exaltación de la violencia y la búsqueda de poder y estatus a través de medios ilícitos. En el contexto ecuatoriano, la narcocultura ha permeado en el imaginario de muchos jóvenes, especialmente en aquellos que crecen en entornos de pobreza y exclusión, convirtiéndose en un factor que influye significativamente en su atracción hacia los Grupos de Delincuencia Organizada (GDO).

En ese sentido, Herrera comenta que las redes sociales desempeñan un papel crucial en la promoción de una imagen distorsionada de la realidad, en la que se presenta a jóvenes que han logrado superar su origen humilde y alcanzar grandes riquezas. Sin embargo, esta representación idealizada no refleja la realidad de la gran mayoría de los niños y adolescentes que provienen de entornos precarios. 

Como bien señala Herrera, “los niños no eligen dónde nacer y el contexto no nos permite elegir dónde queremos vivir”, lo que pone de manifiesto la dificultad de hablar de superación en ausencia de oportunidades reales de empleo y desarrollo. Las redes sociales, al mostrar únicamente los supuestos logros materiales y el estatus alcanzado por algunos individuos, contribuyen a la glorificación de una cultura del crimen organizado, en la que jóvenes de 14 o 15 años aspiran a poseer bienes de lujo como motos, aun cuando esto implique involucrarse en actividades ilícitas. Esta distorsión de valores y aspiraciones es aprovechada por los Grupos de Delincuencia Organizada para reclutar y manipular a los menores de edad.

La falta de oportunidades y la ausencia de referentes positivos en su entorno hacen que muchos jóvenes vean en la narcocultura una vía rápida para alcanzar el estatus y el reconocimiento que la sociedad les niega. Como menciona Herrera, en algunos sectores, los niños y adolescentes están expuestos desde temprana edad a temas relacionados con el sicariato y el crimen organizado, lo que normaliza estas actividades y las presenta como una forma válida de “ser alguien” y obtener respeto.

Los GDO aprovechan esta vulnerabilidad y trabajan emocionalmente en la mente de los niños; Herrera explica que “estos grupos los manipulan tan bien, que les instauran una creencia basada en el día a día,  pues si hacen ciertas cosas ganan bonos o recompensas. Cuando ellos piensan en el día a día no consideran el futuro, si se mueren o no. No miden las consecuencias de sus actos,  esto les da adrenalina y quieren seguir dentro de este círculo”. 

DESAFÍOS PARA LA PREVENCIÓN DEL RECLUTAMIENTO

Prevenir el reclutamiento de niños y adolescentes por parte de los GDO es un desafío complejo que requiere una acción integral y sostenida por parte del Estado y la sociedad en su conjunto. Como señala Herrera, el primer paso “es recuperar el control de los territorios dominados por los grupos criminales, desarticulando sus estructuras y cortando sus redes de financiamiento y comunicación”.

Sin embargo, este proceso de erradicación debe ir acompañado de políticas públicas que aborden las causas estructurales del fenómeno, como la pobreza, la exclusión y la violencia. Es necesario invertir en programas de prevención y atención temprana, que fortalezcan los entornos protectores de los niños y adolescentes desde la primera infancia. Herrera enfatiza la importancia de implementar programas específicos para abordar problemas como la violencia intrafamiliar, el desempleo y la falta de espacios públicos para la recreación y el desarrollo de actividades extracurriculares. 

Otro desafío importante es la falta de protocolos y mecanismos especializados para atender a los niños y adolescentes que han sido víctimas del reclutamiento por parte de los GDO. Como señala Herrera, es necesario adaptar los protocolos existentes para la atención de víctimas de trata de personas a la realidad específica del reclutamiento de menores por grupos criminales.

FORTALECIMIENTO DE LOS ENTORNOS PROTECTORES

Bajo ese cruel panorama, fortalecer los entornos protectores de los niños y adolescentes es fundamental para reducir los riesgos del reclutamiento por parte de los GDO. Esto implica trabajar de manera integral con las familias, las escuelas y las comunidades, para crear redes de apoyo y protección que brinden a los menores un sentido de pertenencia y un proyecto de vida positivo.

Como señala Herrera, es necesario acabar con todas las redes de apoyo de la delincuencia organizada, lo que requiere una intervención coordinada de todas las instituciones del Estado. Además, se deben implementar programas alternativos que ofrezcan a los jóvenes oportunidades para desarrollar sus talentos y habilidades, como actividades deportivas, artísticas y culturales.

Se trata de empoderar a los niños y adolescentes para que sean protagonistas de su propio destino, brindándoles herramientas para construir un proyecto de vida alejado de la violencia y la delincuencia. Esto implica trabajar en la reconstrucción del tejido social, fortaleciendo los lazos comunitarios y promoviendo una cultura de paz y convivencia.

Además, es fundamental invertir en educación y generación de oportunidades laborales para los jóvenes. Como señala Herrera, la educación es un factor clave para prevenir el reclutamiento, ya que brinda a los niños y adolescentes las habilidades y conocimientos necesarios para construir un futuro mejor. Por su parte, la creación de empleos dignos y el fomento del emprendimiento juvenil son estrategias que pueden alejar a los jóvenes de la tentación de involucrarse en actividades delictivas.

Definitivamente, el reclutamiento de niños y adolescentes por parte de los GDO es un problema complejo y multidimensional que requiere una respuesta integral por parte del Estado y la sociedad ecuatoriana. Para enfrentar este desafío, es necesario abordar las causas estructurales del problema, invirtiendo en políticas públicas que garanticen los derechos básicos de los niños y adolescentes, como la educación, la salud y la protección contra la violencia. 

No obstante, más allá de la respuesta del Estado, es fundamental fortalecer los entornos protectores de los niños y adolescentes, trabajando de manera integral con las familias, las escuelas y las comunidades. Solo así será posible prevenir el reclutamiento y ofrecer a los jóvenes alternativas reales para construir un futuro alejado del círculo de violencia.

 

(*) Elaborado por Liz Ortiz, analista económica Revista Gestión.

 

Last modified on 2024-07-07

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