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Autor: Por Álvaro Samaniego *

Dos factores juntos provocaron a mediados de junio pasado la muerte de al menos 16 personas en Río Verde (provincia de Tungurahua, Sierra centro del país), debido a la crecida del río del mismo nombre: lluvias inusuales y deforestación son una mezcla destructiva.

Toneladas de roca, lodo y vegetales bajaron de la montaña, destruyeron la infraestructura, afectaron viviendas y cortaron la comunicación vial entre la Sierra y la Amazonía, en un área que tiene una importancia especial para el medioambiente del país.

Ante esta realidad, quienes trabajan desde hace 20 años en el Corredor Ecológico Llanganates Sangay (CELS) están logrando que el mayor depredador, el ser humano, entre en una dinámica de restablecimiento de equilibrio, aunque los últimos eventos demuestran que todavía falta mucho.

UN CONCEPTO NUEVO PERO NECESARIO

Los corredores de conectividad, como el CELS, son un concepto nuevo, reconocido en la normativa ecuatoriana: zonas que conectan áreas protegidas, separadas por la acción humana.

En el Ecuador hay tres corredores: al sur, en las reservas Sangay y Podocarpus; más al norte, el Sangay con el Parque Nacional Llanganates (CELS), y el Biocorredor Andes Norte, que involucra las provincias fronterizas con Colombia.

“Los corredores, además de ser un espacio geográficamente delimitado que contiene agua, biodiversidad, paisajes, etc., son espacios de colaboración, son mesas de trabajo, plataformas conjuntas para inversión de capacidades, de experiencias, presupuestos”, dice Fabián Rodas, coordinador del Corredor Sangay Podocarpus.

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UN UNIVERSO DE RIQUEZA AMBIENTAL

En el CELS hay ya quienes entendieron su papel. La suiza Arlette Arms visitó años atrás Baños de Agua Santa atraída por el turismo, conoció a Alexander Guevara, quien trabajaba en un bar, y prosperó en una relación que, en la actualidad, se ha convertido en una sociedad a favor de la protección de la naturaleza.

Su proyecto, Finca Palmonte, convirtió un terreno dedicado a la agricultura en un proyecto privado de protección del bosque –de su biodiversidad- y de turismo ecológico.

Con frecuencia se encuentran con el biólogo Juan Pablo Reyes, quien frecuenta estas montañas. Puede ser uno de los científicos que mejor las conoce. “Los parques nacionales Sangay y Llanganates son de las regiones más recónditas y mejor conservadas en la región central del Ecuador, muy inaccesibles. Son una fábrica interminable de agua y de biodiversidad. Año tras año seguimos, por más de dos décadas, encontrando especies nuevas, especialmente de anfibios”.

Lo confirman Alexander y Arlette. En una corta caminata por la Finca Palmonte, la cantidad de especies que se encuentra es apabullante. En muchos aspectos, el CELS es más rico en vida silvestre que el Yasuní.

LA RELEVANCIA DEL CELS

Según el WWF, que ha llevado adelante el proyecto del CELS, este ocupa un área de 94.362 hectáreas. La sumatoria del CELS y los dos parques es una superficie conservada de 815.00 hectáreas, de Cotopaxi a Zamora Chinchipe, solo superada por el Yasuní.

Ocupa los cantones Palora, Mera, Baños de Agua Santa y Patate. Antes de la década de 1940, las especies transitaban libremente, pero la construcción de la carretera de Baños a Puyo fue un muro que les privó de zonas importantes de alimentación y reproducción. Luego vino la colonización y tres proyectos hidroeléctricos (Agoyán, San Francisco y Topo).

Ante las evidencias científicas, el Ministerio de Ambiente, Agua y Transición Ecológica declaró al CELS “Área Especial para la Conservación de la Biodiversidad”, que implica más responsabilidades locales. 

“Esto permite que al ser responsables por el ordenamiento territorial puedan articularse los procesos de conservación. Los GAD tienen un rol fundamental porque tienen la competencia de administrar el territorio pero también pueden incorporar estos elementos de conservación”, declara Danilo Veintimilla, director de Áreas Protegidas del Maate.

La mayor amenaza contra el corredor es la tala del bosque, delito forestal que se produce por el turismo, la construcción de infraestructura, la actividad petrolera, la minería y la expansión de la frontera agrícola. Este último fenómeno es especialmente visible en el extremo oriental del corredor.

EL CASO DE LA PITAHAYA

Palora es un valle que limita al oeste con el parque nacional Sangay. Ahí se logró la denominación de origen de la pitahaya amarilla: en ningún lugar del mundo se produce una fruta de esas características. Los mayores consumidores están en Asia. El reciente Tratado de Libre Comercio entre Ecuador y China multiplicó las expectativas de exportación.

Según los registros Maps Biomas, de la fundación Ecociencia, publicados en Monitoring of the Andean Amazon Project (MAAP), entre 2019 y 2021 la deforestación fue de alrededor de 3.800 hectáreas (ver mapa y estadística).

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Edwin Tivi es un dirigente shuar que fue parte del gobierno local de Palora. Ha vivido allí desde cuando los shuar llamaban a ese valle Metzera. “La data, que tiene un histórico de tres años (2021-2024), muestra que la producción de pitahaya está en declive, estamos decreciendo en la producción total, ha habido una disminución en la parte productiva”, dice.

Pero Yolanda Paredes, quien tiene una plantación de seis hectáreas, le contradice: su negocio ha crecido, se está expandiendo, a pesar de que otros vecinos cambian de producto según las tendencias del mercado: ahora caña, luego pitahaya, pastos, etc. “Aquí casi ya no hay bosque, cuando compré era potrero. Pero sí, hay mucha gente que lo hace (talar bosque primario)”, afirma.

Lo que ocurre en Palora muestra que la expansión de la frontera agrícola, lejos de ser un problema que desaparece, se recrudece. La fruta alcanzó un monto de US$ 171,7 millones (FOB) en exportaciones, un aumento del 72% respecto al 2022, según información oficial del Ministerio de la Producción. Estas buenas noticias de comercio exterior no necesariamente lo son para los responsables del CELS.

“Tumbar el monte” produce pérdida de hábitats que obligan a las especies a desplazarse o perecen, además de contaminación de los ríos, disminución de la calidad de vida, entre otros.  O se expresa con fenómenos naturales como el aluvión de mediados de junio en Río Verde. Las alertas se han disparado. Los integrantes del CELS deben haber leído el mensaje: preparar acciones para revertir la deforestación.

(*) Es periodista con amplia experiencia. Ha sido reportero de medios de comunicación, consultor de comunicación estratégica y se ha especializado últimamente en medio ambiente.

 

Last modified on 2024-07-24

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