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En los últimos tiempos, la dieta cetogénica y el ayuno intermitente han ganado popularidad no solo como estrategias para reducir el peso corporal, sino también por sus potenciales efectos beneficiosos para la salud. Ambas se caracterizan por provocar un descenso de la glucemia (niveles de glucosa en sangre).

Teniendo en cuenta que la glucosa es el principal nutriente de nuestro cerebro, cabe preguntarse: ¿disminuir drásticamente el consumo de azúcar es perjudicial o beneficioso para nuestro cerebro? ¿Son estas dietas mejores que la tradicional dieta mediterránea?

La dieta cetogénica y el ayuno intermitente

La dieta cetogénica se empezó a utilizar hace casi un siglo como tratamiento en pacientes con epilepsia grave resistente a fármacos. Este plan alimentario consiste en reducir el consumo de azúcares (menos del 10 % del total de calorías consumidas) a la vez que se eleva el consumo de grasas de origen vegetal y animal (más del 75 % de las calorías totales).

La estrategia provoca un importante cambio del metabolismo. Nuestros tejidos empiezan a oxidar grasas, en lugar de glucosa, como fuente principal de energía. Sin embargo, como las neuronas son incapaces de utilizar las grasas como alimento, el hígado se ve obligado a fabricar cuerpos cetónicos a partir de las grasas, que sí sirven como nutrientes para el cerebro. Este proceso se conoce como cetosis.

Con el ayuno intermitente ocurre algo similar: el ayuno prolongado (más de 12 horas) obliga al hígado a sintetizar temporalmente cuerpos cetónicos hasta la siguiente comida.

Con los cuerpos cetónicos la memoria mejora

Estudios en animales y estudios clínicos en humanos han demostrado que los cuerpos cetónicos generados por estas dietas o tomados como suplementos nutricionales no son únicamente sustitutos energéticos adecuados de la glucosa en el cerebro, sino que tienen la capacidad de reparar nuestras neuronas.

Concretamente, mejoran su funcionalidad y plasticidad, y esto supone un estímulo importante para el aprendizaje y la memoria. La estrategia ayuda a prevenir el deterioro cognitivo en tres tipos de colectivos: las personas de edad avanzada, los pacientes con enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer y los individuos que han sufrido un traumatismo cerebral con hipoxia celular. No obstante, estos efectos beneficiosos no son apreciables en personas jóvenes y sanas.

Los cuerpos cetónicos revierten los efectos negativos de las grasas saturadas

No acaban ahí sus beneficios. Es conocido que el consumo elevado de grasas saturadas de origen animal (mantequilla, embutidos, hamburguesas), además de ser perjudiciales para nuestro sistema cardiovascular y metabólico, pueden producir un empeoramiento en nuestras habilidades intelectuales. Sin embargo, según demuestra un estudio reciente de nuestro grupo de investigación, la suplementación oral con beta-hidroxibutirato, el principal cuerpo cetónico, neutraliza los efectos negativos de las grasas sobre la cognición.

Eso explicaría por qué el consumo de grasas animales como parte de una dieta cetogénica no repercute negativamente sobre la función cerebral.

Last modified on 2024-04-04

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