Las condiciones del mercado laboral son adversar para los jóvenes que no tienen experiencia ni redes de contactos. Esto, sumado al débil acceso y cobertura de las instituciones de educación pública, ha hecho que más de 585.955 jóvenes en el país no estudien ni trabajen (NINIS). Aquello supone grandes pérdidas para el desarrollo económico y productivo del país, a la vez que intensifica los problemas estructurales de la economía ecuatoriana, intensificando las brechas de género, pues el mayor porcentaje de NINIS son mujeres que se encuentran relegadas al cuidado del hogar, muchas veces como consecuencia de un embarazo adolescente. Además, que los jóvenes no estudien ni trabajen puede llevarlos a caer en redes delictivas.
SER “NINI” NO ES UNA DECISIÓN
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha posicionado en las últimas décadas al término “NINI” como un adjetivo para referirse al grupo de jóvenes que ni estudia, ni trabaja; esto debido a su importancia en el desarrollo productivo de los países y los problemas estructurales de este tipo de población. En Ecuador se calcula esta tasa a partir de los jóvenes de 15 a 24 años que no se encuentran enlistados en ningún tipo de educación formal y no están vinculados al mercado laboral de manera activa.
Los datos del INEC muestran que este porcentaje de personas no se ha reducido en los últimos meses, llegando a representar 18,5% del total de jóvenes en este rango etario, lo cual supone un aumento del 0,5% respecto a octubre de 2020 (Gráfico 1) y de 1,5% con relación a las cifras pre pandemia.
Gráfico 1
Porcentaje mensual de jóvenes entre 15 y 24 años que no estudian ni trabajan (2020-2022)
A los NINIS se los toma a menudo como jóvenes que no tienen planes ni proyectos de vida, e incluso como personas propensas a actividades delictivas. Sin embargo, las condiciones adversas que del mercado laboral para este rango etario son mucho más desfavorables que para el resto de la población, registrándose una tasa de desempleo 4% mayor que para el total de la población (7,9% frente al 3%), un nivel de empleo adecuado de únicamente 14,5% y un nivel muy alto de subempleo (27,6%) (Gráfico 2).
De esta forma se evidencia que ser un NINI no es siempre una decisión voluntaria, sino que los jóvenes se ven excluidos debido a las dinámicas institucionales con las que opera el mercado laboral, tales como la falta de contactos y experiencia para aplicar a un puesto de trabajo, así como también a la cobertura ineficiente en los niveles de educación.
Gráfico 2
Estadísticas laborales de la población entre 15 y 24 años (julio-2022)
Cabe recalcar que la metodología usada por el INEC no toma en consideración a aquellos jóvenes que pertenecen a sectores no remunerados de la economía como el cuidado, es decir, aquellos jóvenes que se encargan de las tareas del hogar, ni a quienes se autoeducan.
Esto hace que la población de NINIS sea mayoritariamente femenina, con un 26,5% frente al 11,6% en hombres. Además, las mujeres a partir de un embarazo adolescente se ven más relegadas; a eso se suman los factores culturales, ya que por idiosincrasia las hijas mujeres ayudan más en el hogar y en el cuidado de sus hermanos más pequeños, lo que intensifica esta problemática y las brechas de género ya existentes en el mercado laboral.
LOS NINIS SON OPORTUNIDADES DESAPROVECHADAS PARA EL DESARROLLO ECONÓMICO
La OIT indica que los jóvenes en categoría de NINIS, al no poder insertarse de manera adecuada y pronta en el mercado laboral, tienen menores niveles de productividad, pues tienden a subemplearse y refugiarse en la informalidad laboral, obteniendo muchas veces ingresos por debajo de la línea de la pobreza, ya que carecen de las habilidades necesarias para mejorar su situación económica.
Las cifras de empleo para julio de 2022 muestran cómo la informalidad se encuentra mucho más presente en el rango etario de 15 a 24 años, con un 59,3% (Gráfico 3), por lo que los jóvenes no logran insertarse de manera adecuada en el mercado, cayendo en condiciones precarias y corriendo el riesgo de ser excluidos socialmente.
El desempleo y el subempleo entre los jóvenes conllevan un elevado costo socioeconómico, e incluso se desaprovecha del bono demográfico que posee el país actualmente.
Gráfico 3
Nivel de informalidad en la población de 15 a 24 años (julio 2022)
LA POBREZA DETONA LA DESOCUPACIÓN, ¿CUÁLES SON LAS ALTERNATIVAS?
De acuerdo con la investigación Los jóvenes ninis en Ecuador, elaborada por Verónica Jami, Karina Buitrón y Yasmín Salazar para la Universidad de Rosario, la renta percibida por un hogar desempeña un rol fundamental para que un joven ecuatoriano se convierta o no en NINI.
Es decir, mientras mayor es el ingreso per cápita de las personas dentro del hogar, menor es la probabilidad de que el joven no se encuentre estudiando ni trabajando. De esta manera, los datos muestran que la probabilidad de un joven del quintil 1 de convertirse en NINI es de 24,58%, mientras que los jóvenes más acaudalados, es decir, del quintil 5, solo tienen un 11,34% (Gráfico 4). Esto debido a un mayor acceso a recursos para su formación, así como también a un capital social que permite su inserción en el mercado de trabajo.
Gráfico 4
Probabilidad de que un joven se convierta en NINI según quintiles de ingresos
Se evidencia así que los jóvenes dejan de estudiar en gran medida por la pobreza, pues no van a la escuela o universidad porque no tienen suficiente dinero para pagarla, no obstante, tampoco logran vincularse al mercado laboral para ayudar a sus familias, contribuyendo a exacerbar la brecha intergeneracional.
Por ello, varios sectores de la población ven al servicio militar como una alternativa para los jóvenes de sus familias, pues consideran que disminuye la posibilidad de que caigan en actividades delictivas como la delincuencia y el narcotráfico; esto debido a que en el servicio militar los jóvenes acceden a controles médicos, alfabetización, alimentación e inclusión social.
No obstante, esto no debe tomarse a la ligera, ya que los resultados empíricos a raíz de una implementación similar en Argentina en décadas anteriores mostraron que el servicio militar retrasaba el ingreso de los jóvenes al mercado de trabajo y como a su vez recibían información sobre el uso de armas, muchos desarrollaron una probabilidad 4% mayor de tener prontuario criminal.
También se registraron mayores índices de desempleo, menores ingresos y menor probabilidad de estar registrados en empleos formales, por lo que el servicio militar supone una alternativa muy cuestionable frente al problema de la desocupación en los jóvenes.
En conclusión, el accionar del Estado debería enfocarse en mayor inversión para que las áreas productivas puedan absorber de mejor manera la fuerza laboral, con incentivos para que los jóvenes puedan insertarse. Al mismo tiempo, un aumento en el acceso y calidad de las instituciones educativas, sumado a programas de prevención del embarazo adolescente, lograría abordar de mejor manera el problema de la desocupación de más de 585.955 jóvenes en el país.
(*) Analista económico Revista Gestión.
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Last modified on 2022-08-31