Ecuador atraviesa uno de los momentos más críticos de su historia democrática reciente. El 9 de febrero de 2025, más de 13 millones de ecuatorianos acudieron a las urnas en medio de una crisis institucional sin precedentes, marcada por la violencia del crimen organizado, la inestabilidad política y una economía golpeada. Esta elección presidencial extraordinaria, producto del mecanismo constitucional de “muerte cruzada” aplicado en 2023, ha dejado al descubierto no solo la profunda polarización del país, sino también la urgente necesidad de un liderazgo que pueda restaurar la confianza en las instituciones y la seguridad ciudadana.
Los resultados, con apenas un 0,18% de diferencia entre los dos principales candidatos, Daniel Noboa Azín (44,16%) y Luisa González (43,98%), reflejan un Ecuador dividido que anhela respuestas concretas a sus problemas más apremiantes. Esta diferencia, equivalente a 18.844 votos, evidencia la complejidad del momento político.
LA FRAGMENTACIÓN DEL VOTO: ENTRE EL BIPARTIDISMO Y LAS ALTERNATIVAS EMERGENTES
Los resultados totales de la elección presidencial revelan una dinámica particular en el comportamiento del electorado ecuatoriano. Si bien la contienda se polarizó entre Daniel Noboa (44,16%) y Luisa González (43,98%), sumando entre ambos el 88,14% de los votos válidos, es significativo analizar el 11,86% restante distribuido entre 14 candidatos, pues refleja la diversidad de propuestas políticas y la búsqueda de alternativas por parte del electorado (Gráfico 1).
Gráfico 1
Resultados elecciones 2025 primera vuelta
Dentro de este panorama, destaca la figura de Leonidas Iza, quien alcanzó un 5,25% del total de votos, posicionándose como una tercera fuerza significativa. Este resultado, aunque distante de los dos principales candidatos, representa la persistencia de un voto de protesta y la vigencia de las demandas de los movimientos sociales e indígenas en el escenario político nacional.
Andrea González logró captar un 2,69% del electorado, mientras que el resto de los candidatos obtuvieron porcentajes inferiores al 1%, desde Henry Kronfle Kozhaya, con 0,72%, hasta Iván Saquicela, con 0,12%. Esta atomización del voto minoritario sugiere una fragmentación significativa en la oferta política, pero también evidencia la dificultad de las propuestas alternativas para consolidarse como opciones viables frente al bipartidismo emergente.
La distribución del voto refleja también una clara tendencia hacia la concentración bipartidista, donde las dos principales fuerzas políticas acaparan la gran mayoría de las preferencias electorales, dejando un espacio muy reducido para terceras opciones. Este fenómeno podría interpretarse como una respuesta del electorado a la necesidad de opciones con posibilidades reales de gobierno en un contexto de crisis, más que como una identificación ideológica profunda con las propuestas mayoritarias.
LA DIVISIÓN TERRITORIAL: UN ECUADOR DE MÚLTIPLES REALIDADES
La geografía electoral de 2025 revela mucho más que simples preferencias políticas; expone las fracturas sociales, económicas y culturales que han caracterizado al Ecuador contemporáneo. El mapa electoral muestra un país claramente segmentado, donde las 24 provincias han expresado lealtades políticas que trascienden la coyuntura actual y se arraigan en procesos históricos de desarrollo desigual.
La distribución territorial del poder electoral refleja dos Ecuadores claramente diferenciados. La Costa se consolidó como el bastión fundamental del correísmo, donde Luisa González alcanzó sus mayores márgenes de victoria. En Manabí, su fortaleza más significativa, obtuvo un contundente 62,91%, seguido por una sólida presencia en Los Ríos, con 55,83%, y Santa Elena, con 54,51%. Particularmente notable es el caso de Sucumbíos, única provincia amazónica donde González logró imponerse con un significativo 58% del electorado, rompiendo el patrón regional y evidenciando la complejidad de las lealtades políticas territoriales (Gráfico 2)
Gráfico 2
Provincias en las que ganó Luisa González
Daniel Noboa, por su parte, encontró su mayor respaldo en la Sierra central y sur, así como en la mayoría de la Amazonía. Su victoria más contundente se registró en Tungurahua, donde alcanzó un 60,93%, estableciendo una diferencia de casi 39 puntos porcentuales sobre su contendora. Este dominio se extendió hacia el sur, con Zamora Chinchipe aportando un 59,61% y Pastaza un 58,71%, configurando un corredor de apoyo que se complementó con el 55,87% obtenido en Loja. Esta distribución geográfica del voto sugiere una clara división no solo territorial sino también en términos de modelos de desarrollo y visiones de país (Gráfico 3).
Gráfico 3
Provincias en las que ganó Daniel Noboa y en las que ganó Luisa González
Esta segmentación del voto evidencia cómo las identidades regionales y las experiencias históricas de desarrollo configuran patrones electorales distintivos. La Costa, tradicionalmente más vinculada a políticas de inversión social y obra pública durante el período correísta, mantiene su afinidad con ese proyecto político. Por otro lado, la Sierra y la Amazonía, con diferentes dinámicas económicas y sociales, se han inclinado por la otra propuesta.
PATRONES DE LEALTAD ELECTORAL: EL LEGADO DE LA INVERSIÓN PÚBLICA
Manabí emerge como el caso más emblemático de cómo la inversión pública sostenida puede transformar no solo el paisaje físico de una región, sino también sus lealtades políticas. Durante el período 2007-2015, esta provincia experimentó una transformación sin precedentes, respaldada por una inversión superior a los USD 3.700 millones.
La magnitud de esta intervención estatal se materializó en obras críticas que incluyeron USD 1.303 millones en infraestructura vial, USD 816 millones en el sector salud, y USD 1.615 millones en educación, incluyendo la construcción de múltiples Unidades Educativas del Milenio. Esta inversión representó aproximadamente el 10% de toda la inversión realizada en el país durante ese período.
Según Alisson Andrade, analista política en entrevista para GESTIÓN, esta transformación de Manabí tiene raíces más profundas que van más allá de las cifras de inversión: “Hay que tomar en cuenta que Manabí no representaba una provincia precisamente importante, siempre la política estaba basada en tres ciudades principales que eran Quito, Guayaquil y Cuenca. Sin embargo, en el gobierno de Correa se le dio mucha más atención a estas provincias”. Andrade destaca que la provincia recibió un impulso significativo en el sector turístico, con iniciativas de promoción internacional sin precedentes.
El impacto de esta transformación infraestructural se refleja claramente en el comportamiento electoral. Manabí no solo registró el mayor porcentaje de apoyo a González, con un 62,91%, sino que este respaldo se ha mantenido consistente a lo largo de múltiples ciclos electorales, evidenciando una lealtad política que trasciende las coyunturas específicas. La provincia se ha convertido en un ejemplo paradigmático de cómo las políticas públicas sostenidas pueden generar vínculos duraderos entre la población y un proyecto político específico (Gráfico 4).
Gráfico 4
Evolución de votaciones en Manabí
Un punto de inflexión crucial en esta relación fue el terremoto de 2016. “El manabita tiene memoria y no olvida cuando les olvidaron”, señala Andrade. La respuesta ante la emergencia y el proceso de reconstrucción posterior contribuyeron a fortalecer los vínculos políticos en la región. “Cuando fue el terremoto, hubo una respuesta inmediata del gobierno, se empezaron a gestionar las acciones necesarias, aunque existieron cuestionamientos sobre el manejo de los recursos destinados a la reconstrucción, el entonces presidente, fue personalmente y estuvo con los afectados”, añade la analista.
Este patrón de desarrollo e inversión pública se replica, aunque en menor escala, en otras provincias donde González resultó victoriosa. La característica común es la presencia histórica de un “Estado desarrollista” que transformó significativamente las condiciones de vida de la población a través de proyectos estratégicos.
En Sucumbíos, por ejemplo, la construcción de 58 puentes y el desarrollo de la Troncal Amazónica marcaron un antes y después en la conectividad regional. En Los Ríos, las obras de control de inundaciones y desarrollo agrícola generaron una base de apoyo significativa, mientras que en provincias como Santa Elena y Esmeraldas, la inversión en infraestructura turística y portuaria consolidó el respaldo al proyecto político que las impulsó.
La persistencia de estas lealtades electorales, incluso en un contexto nacional adverso, sugiere que la relación entre inversión pública y comportamiento electoral va más allá de un simple intercambio. Estas provincias votan no solo por una candidata, sino por la continuidad de un modelo de desarrollo donde el Estado juega un papel central en la transformación social y económica del territorio.
LA CRISIS DE SEGURIDAD: MEMORIA DE PAZ VS. REALIDAD ACTUAL
El análisis de las cifras de muertes violentas en las provincias donde González obtuvo la victoria revela un contraste dramático entre dos períodos claramente diferenciados. Durante los últimos años del gobierno de Rafael Correa (2014-2017), estas provincias mantenían niveles de violencia significativamente menores, lo que se traducía en una relativa estabilidad y paz social para sus habitantes.
Guayas, por ejemplo, registraba 382 muertes violentas en 2014 y 286 en 2017, cifras que, aunque preocupantes, eran manejables dentro de los parámetros de seguridad ciudadana. Sin embargo, la escalada posterior ha sido devastadora: 3.845 casos en 2023 y 3.213 en 2024, evidenciando un deterioro radical en las condiciones de seguridad (Gráfico 5).
Gráfico 5
Evolución de muertes violentas
Manabí presenta un caso similar y quizás más dramático. De mantener cifras relativamente estables entre 90 y 100 muertes violentas anuales durante el período 2014-2017, la provincia experimentó un salto alarmante hasta alcanzar 986 casos en 2023 y 866 en 2024. Los Ríos pasó de 141 casos en 2014 a 1.010 en 2023, mientras que Esmeraldas saltó de 132 a 478 en el mismo período.
Este contraste agudo entre un pasado de relativa tranquilidad y un presente marcado por la violencia extrema ayuda a explicar el comportamiento electoral. Los ciudadanos de estas provincias mantienen viva la memoria de un período donde la seguridad ciudadana, aunque no perfecta, permitía una vida cotidiana sin el nivel de temor actual. Este recuerdo de estabilidad, combinado con el legado de inversión pública masiva durante el mismo período, parece pesar significativamente en su decisión electoral.
La crisis actual de seguridad, que ha convertido barrios antes tranquilos en zonas de alto riesgo, genera una nostalgia por aquellos años de relativa paz. Los habitantes de estas provincias, que ahora viven bajo la constante amenaza de la violencia, parecen expresar a través de su voto no solo un respaldo a una candidata, sino también una añoranza por un período donde la seguridad ciudadana, aunque imperfecta, permitía una vida cotidiana más tranquila.
Las cifras actuales demuestran que la situación ha escapado de todo control previo conocido. El incremento exponencial de la violencia, especialmente desde 2021, ha transformado radicalmente la vida en estas provincias, convirtiendo la inseguridad en la principal preocupación de sus habitantes.
LAS DINÁMICAS DEL VOTO EXTERIOR
Por otra parte, el análisis del voto de los ecuatorianos en el exterior revela patrones significativamente distintos a los observados dentro del territorio nacional, con una clara preferencia hacia Daniel Noboa. Esta tendencia se manifiesta con particular fuerza en tres zonas geográficas claramente diferenciadas: En Latinoamérica, El Caribe y África, Noboa alcanzó su mayor ventaja con un contundente 61,81% frente al 25,45% de González, una diferencia de más de 36 puntos porcentuales (Gráfico 6).
Gráfico 6
Resultados en el extranjero
Los resultados de la primera vuelta electoral del 9 de febrero de 2025, con una diferencia de apenas 18.844 votos (0,18%) entre Daniel Noboa y Luisa González, establecen el escenario para una segunda vuelta el 13 de abril que se perfila como una de las más reñidas en la historia democrática del Ecuador. Esta mínima diferencia, sumada a la clara división territorial del voto, sugiere que la batalla por la presidencia se definirá en un complejo juego de alianzas y capacidad de movilización del electorado.
Ecuador se encuentra así ante una decisión crucial que trasciende la simple elección entre dos candidatos: representa una elección entre diferentes visiones de país y modelos de desarrollo. El resultado del 13 de abril no solo determinará el próximo presidente, sino también el rumbo que tomará el país en uno de los momentos más complejos de su historia reciente.
(*) Economista y analista económica Revista Gestión.
Last modified on 2025-02-16